EL PAíS › PANORAMA POLITICO
› Por Fernando Cibeira
Era de esperar que en el primer acto político multitudinario luego de la muerte de Néstor Kirchner, la Presidenta llevara su discurso por el carril emotivo, con la voz pendiendo de un hilo. “Esto es un homenaje”, definió sobre el final al encuentro que sirvió para poner de relieve el músculo adquirido por el kirchnerismo a la hora de movilizar, potenciado por la militancia joven que se sumó en malón en los últimos tiempos. Y, con impaciencia juvenil, fueron estos militantes los que buscaron un guiño desde el escenario con el atronador “borombombóm/ para Cristina/ la reelección”. Pero, ¿hacía falta?
Puede que alguno haya salido decepcionado ayer de Huracán, pero es de manual que el Gobierno mantenga las definiciones en suspenso todo lo que le sea posible. La unanimidad de las encuestas por ahora alcanza para contener al oficialismo mientras que la oposición sufre su propio tsunami, lidiando con esa incertidumbre más todas las que suma de su propia cosecha. Veamos.
El calendario electoral que mañana arranca en Catamarca muestra al kirchnerismo y aledaños relativamente ordenados para lo que podía esperarse cuatro meses atrás, luego de la desaparición de su líder político. El talón de Aquiles de las últimas elecciones legislativas fueron los distritos grandes y el esfuerzo del Gobierno estuvo puesto en buscar la unidad. Costó lo suyo, pero en Santa Fe habrá internas entre cuatro candidatos, y algunos críticos como el ex gobernador Jorge Obeid y otros amigos del Lole Reutemann debieron guardar violín en bolsa. Lo mismo en Córdoba, donde los K tuvieron que arriar las banderas de guerra y ahora seguramente negociarán su lugar con José Manuel de la Sota.
En ambas provincias, el PJ irá en una sola lista y sus posibilidades se agrandan. Para que eso suceda seguramente influyeron los índices de imagen positiva que hoy muestra la Presidenta en esos mismos distritos que supo liderar el malhumor por la 125. Una muestra de ello la dio Luis Juez, primero en intención de voto en Córdoba, cuando días pasados salió a diferenciarse de Pino Solanas y aclaró que a él no le parecía mal todo lo que hacía el Gobierno.
Distinto es el caso de la provincia de Buenos Aires: allí se votará el mismo día que las presidenciales. La estrategia de sumar una lista de “adhesión” con Martín Sabbatella puede que asegure el triunfo de la candidatura a presidente en el mayor distrito del país, pero puso en una situación difícil al gobernador Daniel Scioli y a los intendentes. Hizo falta una conversación entre Cristina Kirchner y Scioli para que el clima se aquietara. “Cristina presidenta, Scioli gobernador y la seguridad en la provincia la manejo yo”, fue –con otras palabras, claro– el mensaje que transmitió el gobernador a su entorno. La paz incluyó el temprano arreglo con los estatales y docentes bonaerenses, con lo que Scioli, al menos en ese rubro conflictivo, se aseguró un año de calma. “Está claro que sin el apoyo de la Nación no hubiéramos podido firmar ese acuerdo”, aceptan en La Plata.
Respecto de la “adhesión” –ex colectora– en la provincia dicen que hay que esperar al menos hasta mayo. Creen que para entonces habrá una idea más acabada acerca de las posibilidades de Scioli sobre Francisco de Narváez. Si el gobernador continúa con un buen margen de diferencia –y teniendo en cuenta que en la provincia no hay ballottage– lo dejarán correr. “No hay clima como para plantar una bandera de ‘adhesión o muerte’”, ironizan.
El repunte en el interior no sólo se da en los grandes distritos. Mañana se votará en Catamarca, con una situación de paridad impensable hasta hace poco. Aunque es verdad que el justicialismo necesitará bastante más tiempo para sacarse de encima el lastre del saadismo y el barrionuevismo, la buena imagen presidencial y de la candidata Lucía Corpacci, junto al importante reparto de asistencia social, obligó la semana pasada al gobernador radical, Eduardo Brizuela del Moral, a una blitzkrieg de buenas noticias –anunció aumento de sueldos y jubilaciones– para mantener la ventaja de unos siete puntos que aún le marcan las encuestas. El Frente Cívico lleva 20 años en el poder, Brizuela del Moral busca su tercer mandato y el desgaste ya se nota. El resultado, admiten los propios radicales, está abierto. Aunque la lógica indica que el Gobierno arrancaría el 2011 con una derrota que muy probablemente se repita la semana que viene en Chubut, donde el favorito es el delfín de Mario Das Neves, gobernador y precandidato presidencial del Peronismo Federal.
Como contraataque frente al desdoblamiento de los distritos opositores, desde la Casa Rosada impulsaron el adelantamiento de algunas provincias amigas, cuestión de responder golpe por golpe. El último anuncio lo hizo el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich –se votará un mes antes de las presidenciales–, y puede que no sea el último.
En cambio, una de las variantes que no puede manejar el Gobierno es la fecha de los comicios porteños. Y así como la indefinición de las candidaturas nacionales le resulta incómoda a la oposición, las idas y venidas de Mauricio Macri –recordemos: empezó el año con la amenaza de que el jefe de Gobierno se iba a votar en marzo– tienen a maltraer a los kirchneristas capitalinos.
Si bien Daniel Filmus, Amado Boudou y Carlos Tomada llevan en público su disputa con notable elegancia, la permanencia de tres precandidatos puede terminar jugando en contra de la fortaleza de imagen para quien termine llevando la antorcha. “Este jueguito de los tres no da para mucho más”, admitía esta semana uno de ellos ante sus íntimos. Hablan de una definición “consensuada”, que en castizo significa que la última palabra la tendrá la Presidenta. La diferencia es que si las elecciones son unificadas en octubre, no necesariamente necesita al candidato más taquillero, ya que su candidatura presidencial arrastra a las demás. Pero si la ciudad de Buenos Aires se suma a la ola de desdobladas, seguramente definirá encuestas en mano.
Macri no sólo cavila sobre la fecha de convocatoria, sino también cómo posicionarse como el principal referente opositor. Un día después de que su armador principal a nivel nacional, el diputado Federico Pinedo, comentara que le parecía muy bien que Macri y Eduardo Duhalde definieran su candidatura en las primarias de agosto, el jefe de Gobierno salió a aclarar que no se imaginaba en ninguna alianza electoral. Macri repite la letra que le tiran sus asesores: que no le conviene aparecer entreverado con la “vieja política” duhaldista y que, más temprano que tarde, los peronistas federales tendrán que “venir al pie”. “Esos votos vienen solos y ellos, cuando se den cuenta de que están al borde del papelón, vienen atrás”, explica un funcionario del gobierno porteño.
Por cierto, el Peronismo Federal está a punto de embarcarse en una interna escalonada “a la americana” de alto riesgo, si se tiene en cuenta que ninguno de los precandidatos parece despertar oleadas de entusiasmo entre los electores. La propia denuncia que hizo el puntano Alberto Rodríguez Saá, reclamando que se prohíba a los miembros de la Policía Metropolitana participar de los comicios en la Capital porque supuestamente Macri les iba a pedir que votaran por Duhalde, deja en claro que ni ellos esperan aglomeraciones en los lugares de votación.
Los vaivenes no son sólo patrimonio de Macri y los peronistas opositores. Esta semana, Solanas debió soportar en cámara ver cómo el gobernador socialista Hermes Binner no hacía ni un gesto frente a su ofrecimiento de forjar un frente progresista para octubre. El malentendido se completó con la líder del GEN, Margarita Stolbizer, ofreciendo mediar para sumar a Proyecto Sur a su acuerdo con el radicalismo y Solanas aclarando que de ninguna manera, porque su fuerza se creó para romper el bipartidismo.
Los precandidatos radicales, rompiendo apenas el ensimismamiento al que los lleva su propia interna, volvieron a tirar puentes hacia la siempre díscola Elisa Carrió, pero en la Coalición Cívica creen que eso es “una trampa”. Que el radicalismo no puede ofrecerles más de lo que ellos pueden obtener por las suyas y que a cambio diluirán su identidad.
Un oficialismo compacto y una oposición difusa es el cuadro de situación a horas de la primera jornada electoral del año, justo el momento en que las especulaciones dejan paso a las realidades.
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