EL PAíS › LA OPOSICION BUSCA LA FORMA DE RECUPERAR LA INICIATIVA
Los números de las encuestas y las primeras elecciones provinciales desorientaron a la oposición. Los dirigentes antikirchneristas buscaron retomar la iniciativa con un documento, pero persisten las diferencias entre ellos y aun hacia adentro de cada sector.
› Por Fernando Cibeira
El decepcionante resultado obtenido en las dos primeras elecciones del año en combinación con las encuestas que cada vez con más convencimiento sostienen que Cristina Kirchner ganará en primera vuelta en octubre provocó –son tiempos de la ciberpolítica al fin– algo así como la desconfiguración de la oposición. Una de las dos preinternas convocadas para este mes –la radical– quedó en la nada y la otra –del Peronismo Federal– arrancará hoy pero devaluada. Mauricio Macri buscó mostrarse como el único opositor en pie pese a que el PRO ni siquiera participó –es decir, no sacó ni un voto– en los dos comicios provinciales. Dijo que en sus encuestas estaba segundo, aunque con la mitad de intención de voto que Cristina Kirchner, y desde ese lugar convocó a un acuerdo opositor detrás del barbarismo del “peor momento de la democracia desde el año ’83”. El primer paso fue un reagrupamiento parcial del viejo Grupo A para un documento vacuo sobre la defensa democrática y prometen más. Sin embargo, difícilmente esa alianza tome un formato electoral cuando sus propios componentes reconocen grandes diferencias y hasta intereses a contramano.
Lo que adelantan es que este documento –muy en el tono del discurso que buscan instalar los medios opositores luego del bloqueo a las plantas de Clarín y de La Nación– que llevó la firma de cinco aspirantes presidenciales podría ser el primero de otros que expondrían sobre diversos temas en los que habría coincidencia. Una vez más el objetivo sería esbozar el reclamado “Pacto de la Moncloa argentino” con presuntas políticas de Estado a largo plazo que cada candidato opositor se comprometería seguir en caso de resultar electo. Implícita o explícitamente, podría significar un acuerdo para apoyar al candidato opositor que llegara a competir en la segunda vuelta contra el kirchnerismo. El problema es que, así como están las cosas, puede que ningún opositor llegue a esa instancia. Pero para avanzar más allá de ese punto la heterogénea entente antikirchnerista debería conseguir una afinidad que no es posible distinguir hoy ni siquiera dentro de cada una de las fuerzas que la componen. Por el momento, quienes trabajaron en el documento que llamó a “defender la democracia” se contentarían con conseguir que quienes firmaron aquel papel se junten para una foto (ver página 6).
Ernesto Sanz redondeó esta semana una faena increíble al desarmar de un soplo una interna que él mismo había forzado. Fue el último radical en lanzarse y acordó con Ricardo Alfonsín la compulsa, uno de cuyos objetivos era sacar del medio a Julio Cobos. Sanz buscó erigirse en el candidato de la sensatez y del sentido común y rápidamente consiguió la simpatía de los grandes medios. No pareció despertar el mismo fervor entre los electores. Sanz lo interpretó también así y se bajó de un día para el otro, sin importar mucho la palabra empeñada ni la situación en la que dejaba a su partido. Lo más llamativo fue que, mientras seguía abierto el escándalo de Chubut, Sanz no dudó en acusar al sector de Alfonsín de planear irregularidades y hasta de recibir ayuda del kirchnerismo. Al igual que Cobos, el senador mendocino prometió competir directamente en la primaria de agosto, cuando la ciudadanía “esté preparada” para su propuesta.
Su deserción echó por tierra los planes de Alfonsín, que se imaginaba a fin de abril ya consagrado en la interna de su partido, armando su fórmula y parado como el principal adversario de Cristina Kirchner. Nada más lejos de la realidad. La conducción de la UCR, que le responde, lo nombró su candidato “oficial”, casi a la manera de un sponsoreo. Pero en vez de una certificación masiva del electorado fue una resolución tomada alrededor de una mesa entre unos pocos correligionarios. Alfonsín espera recuperar el “efecto triunfo” en un gran acto que organiza para el 30 de abril, fecha de la frustrada convocatoria.
Por otro lado, dio nuevos indicios sobre la posibilidad de compartir su fórmula con el socialista Hermes Binner. Pero, dicho esto, apareció en el acto homenaje a su padre junto a Eduardo Duhalde y luego circularon versiones sobre el inicio de conversaciones con Francisco de Narváez. Una de las patas flojas del armado alfonsinista es la falta de un candidato taquillero en la provincia de Buenos Aires. Alfonsín no tendría manera de descontar en el resto del país los millones de votos que kirchneristas y peronistas federales podrían sacarle allí. Pero un armado de ese tenor le generaría el síndrome de la sábana corta, lo que gana por un lado lo perdería por otro al espantar a sus potenciales aliados progresistas, socialistas y el Gen de Margarita Stolbizer.
Con cierto don para caer parado, el fracaso de la preinterna revitalizó a Julio Cobos, quien pudo jactarse de haber avisado antes que nadie que esa contienda no servía. Cuando ya estaba casi fuera de competencia, el vicepresidente ratificó que quiere dar pelea en agosto. Cobos, además, es otro que no descuida sus lazos con los peronistas opositores.
El escenario radical luce hoy más caótico que lo que ya era, por ejemplo, la semana pasada y la diferentes estrategias de alianzas electorales de sus dirigentes amenazan hasta la unidad del partido (ver página 5).
La defensa de las instituciones democráticas pasa por una de las principales banderas de la oposición. Sin embargo, los radicales no dudaron mucho en desarmar en un tris una interna ya avanzada, encima con sospechas de un fraude en preparación.
El Peronismo Federal dio ya un fuerte indicio de sus aptitudes en la materia en la elección de Chubut, de las más bochornosas desde el retorno democrático al nivel que aún no se sabe quién es el nuevo gobernador y tampoco está claro cuándo podrá saberse.
Dado el fiasco, el gobernador Mario Das Neves se bajó pronto de la preinterna del sector, siguiendo los pasos de Felipe Solá. Ambos, junto a De Narváez y Jorge Busti, fracasaron en el intento de desarmar la disminuida pulseada que ahora solo enfrentará a Duhalde y a Alberto Rodríguez Saá en gira mágica y misteriosa por varias regiones arrancando hoy en la ciudad de Buenos Aires. Aparentemente, las expectativas de afluencia no son muchas porque sólo habilitaron 15 escuelas. Así y todo, Rodríguez Saá avisó que se traería un equipo especial de fiscales desde San Luis porque tenía miedo de lo que pudieran hacerle en el cuarto oscuro. Lanzó un mensaje: “que no repitamos lo de Chubut”. Las garantías institucionales, por cierto, no parecen firmes aquí tampoco.
Unicamente los dos protagonistas suponen que la interna escalonada posicionará al ganador en el camino a la Casa Rosada. Sus compañeros de ruta creen que el sector quedó muy golpeado, que hay que suspender la elección y sentarse a consensuar una estrategia que necesariamente tiene que incluir acuerdos con otras fuerzas, sea la UCR o el PRO.
De Narváez le ganó al kirchnerismo en la última elección legislativa pero ahora se encuentra ante la necesidad de conseguir un candidato a presidente que no le signifique una piedra atada al cuello. No descarta a los radicales pero la opción lógica es Macri, con quien ya se presentó en los últimos dos comicios. Sus dudas pasan por las cavilaciones que suele mostrar el jefe de Gobierno porteño antes de dar cada paso.
Puesto entre la espada y la pared, esta semana Macri pudo mostrar cierta iniciativa. Convocó a las elecciones porteñas en fecha separada de las elecciones nacionales, hizo un diagnóstico dramático de la situación nacional y otro más sincero del panorama electoral, ubicándose segundo pero a distancia sideral de la presidenta. Desde allí convocó al resto de la oposición a un armado común. Había una trampita: ya discutían el documento para “el cuidado de la democracia” que dieron a conocer el viernes.
En ese documento se puede distinguir el germen de las trabas para un acuerdo antiK competitivo para octubre. Dado que ningún opositor consigue el reconocimiento de primus inter pares, sólo la defensa de un grupo mediático puede unirlos. Ni siquiera Elisa Carrió eludió ese canto de sirena. En cambio, Bi-nner, Stolbizer y Pino Solanas evitaron estampar su firma para no reeditar la amarga experiencia legislativa del Grupo A.
Es sabido que el entorno de “Mauricio” es un torbellino de rumores. Que están quienes le aconsejan que se vuelva a presentar en la ciudad, reconociendo que es imposible remontar la brecha que lo separa del kirchnerismo. Otros que le dicen que vaya por la presidencia pero que esquive como la peste la asociación con los demacrados rostros del Peronismo Federal, que ellos ya no pueden representar lo que él sí. Otro grupo le advierte que sin la estructura –aunque sea oxidada– de los disidentes no tiene chance de encabezar una opción competitiva a nivel nacional.
Con tantas diferencias hacia adentro y hacia afuera, los opositores prometen concentrarse en sus puntos de contacto. Posiblemente nuevos documentos en donde irán desgranando sus coincidencias –que suelen no ir más allá de lo general y lo obvio– que buscarán presentar como un acuerdo a futuro. Suena difícil que consigan plasmarlo en un “frente amplio” –como definió Cobos– coherente si se tienen en cuenta los hechos de los últimos días. Porque para las elecciones todavía falta mucho, pero tampoco tanto.
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