EL PAíS
› LOS EMPRENDIMIENTOS DEL TERESA RODRIGUEZ, UNO DE LOS GRUPOS PIQUETEROS
La rebelión viene con granja
Creían que se iban a comer los chanchos, pero ellos los guardaron como reproductores. El chiquero es una de las últimas adquisiciones del Movimiento Teresa Rodríguez, a tono con la idea de sus dirigentes de que “si la gente no ve que las organizaciones sirven para solucionar sus problemas, no te escucha, aunque vos tengas las ideas más brillantes”.
› Por Laura Vales
Los piqueteros del sur del conurbano tienen un episodio fundacional, una protesta que identifican como el momento de nacimiento de sus organizaciones. Fue un corte de ruta en Florencio Varela, en octubre de 1997, en la que mil doscientos desocupados se organizaron para reclamar planes de empleo que el PJ les había prometido antes de las elecciones, pero que les negó una vez que éstas pasaron. Nunca antes había habido en el distrito una movilización de esa magnitud, en la que los manifestantes –con sus mujeres y chicos– permanecieron durante cinco días negándose a despejar el lugar hasta ser escuchados. La policía amagó con desalojarlos por la fuerza varias veces, acercándose con perros y palos, pero el apoyo de los vecinos era fuerte y con cada día que pasaba se iba sumando la solidaridad de otras organizaciones.
A la cabeza de la protesta estaba Roberto Martino, un dirigente todavía poco conocido del recién creado Movimiento Teresa Rodríguez. Cuando el piquete entró en su quinto día, el Gobierno les otorgó los mil subsidios que reclamaban.
El triunfo fue un ejemplo para decenas de comisiones barriales de desocupados que en el Gran Buenos Aires buscaban una manera de organizarse sin todavía encontrar mecanismos efectivos, y deliraban con debates sobre si pedir asistencia era humillante o exigían subsidio al desocupado de 600 pesos.
A diferencia de los grupos que subestimaban los planes de empleo como reivindicación, Martino planteó tres criterios que en adelante se generalizarían: aceptarlos, usarlos para organizarse y continuar la movilización por medidas de fondo.
En esa definición muchos reconocieron una señal de su capacidad de liderazgo, así como en lo que siguió inmediatamente detectarían sus limitaciones. Dos meses más tarde, en la Navidad del ‘97, Martino impulsó un corte más duro, esta vez con pocos manifestantes que sostuvieron en la ruta una postura a todo o nada. El 3 enero del ‘98 los reprimieron mal; los dirigentes barriales saben cuánto cuesta volver a empezar después de esas represiones.
Esta tensión atraviesa toda la historia del Movimiento Teresa Rodríguez, se repitió más tarde en otros episodios y acompaña de la misma manera la propia biografía de Martino, si es que la historia de las organizaciones y la de sus dirigentes puede contarse como si fueran caminos independientes. Nació en 1951, en Tucumán, el mayor de tres hermanos. Su madre, Paula, era ama de casa y su padre, Roberto, obrero y sindicalista del ingenio de Santa Lucía. “Crecí en una época de fuertes conflictos gremiales”, recuerda en diálogo con Página/12. “De chico vi cómo los huelguistas soldaban la rueda de los vagones a las vías, para impedir que saliera la producción, y en una oportunidad llegaron a amenazar con hacer volar el depósito de alcohol del ingenio.” Estudió en la capital de la provincia, San Miguel, donde empezó su vida política durante el colegio secundario, primero en el Partido Comunista Revolucionario y después en el PRT. A principios de los ‘70 participó en algunas acciones armadas (“de reparto, como copar un supermercado y llevar la comida a las barriadas”), por las que estuvo preso del ‘71 al ‘73. Vive en Florencio Varela desde 1976. Allí fundó, en 1997, el Movimiento de desocupados que encabeza.
Emprendimientos
El Teresa Rodríguez es la organización piquetera más antigua de la zona sur, donde agrupa a unos seis mil integrantes. Cristina Castro, una mendocina de 46 años, militante del MTR hace dos, acompaña a este diario en un recorrido por sus emprendimientos. En Florencio Varela el Teresa Rodríguez tiene un fuerte trabajo en salud, con un laboratorio de análisis clínicos y un consultorio médico; hay 14 comedores, una fábrica tomada donde se dictan clases de apoyo escolar y un campo en préstamo en el que siembran y crían animales. El laboratorio hace análisis a precio de costo. Desde los consultorios médicos salen grupos de salud que visitan casa por casa, haciendo prevención. Cuando encuentran casos de desnutrición, por ejemplo, cocinan especialmente para ese vecino. Los talleres y el proyecto de salud tienen ya un desarrollo de varios años.
La granja, en cambio, es una novedad. La están armando a partir de la reciente adquisición de animales, veinte chanchos donados por la Sociedad Rural (y la promesa de 50 vacas lecheras) luego de una ruidosa manifestación frente a su sede céntrica de la calle Florida.
Los desocupados esperaron a un día en que hubiera reunión de los hombres de campo y se movilizaron hasta la entrada con bombos y carteles, más mujeres que hombres.
–“Dennos las vacas”, gritaban las compañeras en la puerta del edificio mientras adentro sesionaba el directorio –reconstruye Cristina.
En torno al chiquero se ha reunido un grupo de curiosos y se escuchan algunas risas.
Una comisión fue invitada a ingresar y explicar sus motivos. Que querían los animales para empezar con la granja, que con los planes lo máximo que podían comprar era alguna gallina, que los iban a usar para reproducción. Les mandaron los chanchos hace unos días. Los instalaron en un chiquero con atención veterinaria y ronda de vigilancia nocturna.
“Y ahora van a venir a ver si están vivos, porque ellos creen que nos los comimos”, asegura la guía.
–Está bien que tengamos hambre, pero no somos tontos —dice una voz en la rueda–. A éstos los guardamos para reproducir.
Volver a las fábricas
Martino dice que empezó a trabajar políticamente en los barrios en el ‘83, al final de la dictadura, pero que le llevó más de diez años entender cómo. “Acumulábamos y perdíamos, acumulábamos y perdíamos, todo el tiempo era así.”
–¿Por qué cree que les pasaba?
–Porque nucleábamos con la lucha reivindicativa, y después... Por ejemplo, dimos una pelea para instalar en una escuela un gabinete psicopedagógico, se juntaron muchos vecinos, conseguimos que lo abrieran. Pero después les hablábamos de la lucha armada, de la revolución social... y no volvía ni uno. La gente nos elegía para dirigir la sociedad de fomento, pero cuando queríamos pasar al otro tema (y nosotros estábamos desesperados por la cuestión política), ahí se nos iba todo de las manos. Cuando nos dimos cuenta de eso, creo que recién ahí empezamos a caminar. Entendimos que para poder trabajar con la gente nos teníamos que ganar su confianza. Si la gente no ve que las organizaciones sirven para solucionar sus problemas, no te escucha. Aunque vos tengas las ideas más brillantes.
El local del MTR tiene el único tanque de agua potable en una zona de napas contaminadas, generadoras de enfermedades. Cristina conoce bien las consecuencias del tema porque es enfermera, y aunque ahora esté desocupada y el MTR tenga su propio consultorio médico, lleva diariamente bidones con agua pura a la salita de atención municipal “para que los médicos puedan lavarse las manos”.
El barrio tiene calles de tierra, veredas de tierra, casas sin revocar. En las esquinas la distribuidora eléctrica acaba de colocar un nuevo sistema para evitar que la gente se cuelgue con conexiones clandestinas. Los técnicos tuvieron que ir acompañados de la Gendarmería para poder instalar esas cajas anticuelgue, lo que no impide que la empresa mande sus facturas considerando al barrio como zona residencial.
El principal problema de sus habitantes es la falta de trabajo. Cristina crió dos hijos. El mayor ya tiene 24 años, se recibió de bachiller y está desocupado. “A veces le salía alguna changa, como viajar a la Capital para juntar cartuchos de tonner de la basura”, cuenta por el camino.
–¿El MTR acepta la propuesta del Gobierno de que las empresas tomen beneficiarios del plan Jefes de Hogar?
–Todavía no lo hemos discutido a fondo –dice Martino–. El problema tiene dos costados, porque sería una forma de bajar los salarios, pero a la vez cualquier compañero nuestro al que le ofrezcan 450 pesos va a ir a la fábrica. Así que desde mi punto de vista hay que ir, pero organizados, para que el movimiento piquetero sea el interlocutor frente a la patronal y al Estado de las condiciones laborales.
“Confrontar fue un acierto”
Históricamente, el Teresa Rodríguez ha sido el portavoz de las posturas más duras del movimiento de desocupados, expresando las propuestas y realizando a cabo las acciones de mayor confrontación.
Durante el primer plan de lucha piquetero a nivel nacional, para el que se habían anunciado cortes de ruta pacíficos con vías alternativas, el MTR tomó un banco y provocó un pequeño escándalo mediático con una discusión en vivo y con Luis D’Elía, el titular de la Federación de Tierra y Vivienda (CTA). Tres días más tarde ocuparon un ministerio en La Plata que terminó con la detención en masa de sus piqueteros. Visto hacia atrás, Martino no lo considera un error, sino un acierto.
–¿Por qué lo cree?
–Porque a partir de ahí fue que crecimos. Sumamos gente en Lanús, en San Martín, en La Matanza, en Quilmes, diferentes grupos que venían trabajando se acercaron a nosotros, vieron que estábamos dispuestos a hacer lo que hubiera que hacer para garantizar nuestros derechos.
–O sea que cuando la CTA y la CCC plantean que los cortes totales sólo consiguen enfrentar a los desocupados con la clase media...
–No sé hasta qué punto realmente es cierto eso. Los sectores medios hicieron el 19 y 20 de diciembre, también lo de Corrientes. ¿Hasta qué punto es cierto y hasta qué punto no forma parte de la estrategia publicitaria de los sectores dominantes? Porque nosotros no solamente crecimos dentro de los desocupados, sino que a partir de estos hechos y esta publicidad se comenzaron a acercar sectores medios. Y muchas de las cosas que pudimos hacer después fue por eso.
–¿Cree que las organizaciones más grandes, como las de D’Elía y Alderete, lo son nada más que porque el Gobierno les otorgó mayor cantidad de planes?
–Pienso que la CCC tiene detrás un partido a nivel nacional y eso les permite avanzar mejor. Cuando toman una decisión, tienen militantes en todo el territorio que trabajan en el mismo sentido.
Como propuesta de trabajo, en el Teresa Rodríguez están planteando la idea de que los cortes de ruta tienen que dejar de ser el principal método de lucha piquetero y dar un salto hacia las ocupaciones de tierras y de fábricas, para ocuparse de producir. Su razonamiento es que de otra forma será improbable generar trabajo genuino, que si los desocupados no encaran la resolución del problema por sí mismos, uniéndose a otros sectores, seguirán haciendo piquetes testimoniales sin conseguir más que subsidios.
En el MTR se definen como un movimiento social y político de línea guevarista. Tienen un discurso muy crítico hacia los partidos políticos y se oponen a que las organizaciones piqueteras se involucren en la pelea electoral. Para su organización interna siguen el modelo de centralismo democrático, que obliga a aceptar los acuerdos después del debate previo, tienen una mesa de conducción que toma las decisiones y va marcando el rumbo político, que es debatido a su vez en asambleas barriales semanales. En la interna piquetera lo critican por arrastrar los errores de la militancia de los ‘70, con actitudes soberbias y una lógica vanguardista.
Invitado habitual de los programas de Mariano Grondona, Martino conoce bien cómo llamar la atención, tenga al público que tenga. “Muchachos, no hay que engañar al pueblo, lo único que crece desde abajo es el pasto”,dijo durante un debate en la Universidad de las Madres, en una intervención que se volvió célebre en el mundo piquetero.
En la entrevista con Página/12 tampoco puede con su genio. Ya contó su paso por el ERP, relató que hasta el ‘85 el debate en su ámbito era el de desarrollar un aparato militar, agregó que hasta avanzados los ‘90 siguió aferrado a ese deseo, historió su trabajo territorial subrayando que la gente lo referenciaba sobre todo por la quema de una comisaría ante un caso de gatillo fácil, se demoró en el debate sobre la reconstrucción o no de la guerrilla.
–¿Y en qué momento empieza la historia del Teresa Rodríguez? –le pregunta Página/12 cuando se hace un silencio.
Y él:
–Todo lo que les conté es la historia del Teresa Rodríguez.