Dom 15.05.2011

EL PAíS  › OPINIóN

Claves para entender a Cristina

› Por  Martín Granovsky

Cristina Fernández de Kirchner habla todos los días. O casi. Es un estilo de liderazgo. No juega al impacto único y espectacular. Busca influir por didáctica, presencia y acumulación. ¿Qué pasó, entonces, el último jueves en José C. Paz? ¿Por qué la Argentina pareció detenerse a escucharla? ¿Por qué tantos preguntaban si estaba bajándose de la candidatura presidencial? ¿Por qué tanta curiosidad sobre el destino de sus críticas?

¿Y la especulación sobre un choque con Hugo Moyano? El discurso puede leerse o mirarse completo haciendo click en http://bit.ly/bX9HVi La clave del mensaje es una palabra: sintonía.

La Presidenta venía recogiendo en los últimos dos meses el hartazgo general frente al ejercicio de una acción directa sin límites como forma de protesta social. Lo recogía y había resuelto expresarlo con insistencia. Hasta se cuidó de no aparecer como neutral. Dijo varias veces que, en medio de un conflicto, tomar a terceros como rehenes era malo en sí mismo y tácticamente dañino para el objetivo buscado. Petroleros de Santa Cruz y camioneros de la rama combustibles parecen haber sido la última gota. El discurso pudo haber tenido más de un destinatario, pero hubo un sujeto colectivo que la Presidenta mencionó: “Los empresarios que obtienen rentabilidad”. Y otro más: “Mis compañeros trabajadores”.

No figuraron en el discurso, por ejemplo, los Qom de la comunidad La Primavera, que acaban de levantar el acampe en la Nueve de Julio luego de que el ministro Florencio Randazzo los recibiera al fin, tras una dilación difícil de entender, para negociar sobre titularización de tierras y garantizarles protección frente a la prepotencia de la Gobernación de Formosa. Los invocados por Cristina fueron, sin duda, en primer lugar, los dirigentes sindicales porque son parte del movimiento oficialista. Al día siguiente lo admitió con toda crudeza Omar Plaini, canillita, diputado nacional y miembro del secretariado de la Confederación General del Trabajo. “Es evidente que cuando uno pone en el centro de la discusión la distribución de la riqueza hay tironeos”, dijo Plaini. El dirigente sindical recogió el guante y lo extendió al propio Poder Ejecutivo: “Tomamos la palabra de la Presidenta. Yo creo que nadie se debe molestar por eso, ni unos ni otros. Todos somos responsables: el Gobierno, los empresarios y los trabajadores. La Presidenta habló de la sensatez y de encontrar puntos en común y nosotros eso lo compartimos”.

El Estado necesita de una CGT racional en un momento marcado, afortunadamente, por una fuerte puja distributiva. Aldo Ferrer, interlocutor habitual de la Presidenta y actual embajador en Francia, suele explicar que parte de la inflación argentina, que según él es un problema pero no una crisis apocalíptica, se resolvería con un marco de mayor diálogo social en el plano de las instituciones representativas de los intereses sectoriales.

El kirchnerismo, con Cristina a la cabeza, precisa que la inflación no se dispare y al mismo tiempo preservar la sociedad política que tiene con la mayor estructura organizada existente fuera del propio Estado, nacional, provincial o municipal. La existencia misma de la alianza no está en juego, porque combina ideas y conveniencias mutuas, lo cual le da solidez. Pero las sociedades crujen y se reacomodan.

La Presidenta mide primera en intención de voto en todas las encuestas. Enrique Zuleta, por caso, informó a Página/12 que la tiene hoy en un 42 por ciento contra el 37 de una medición reciente. Hay un agregado importante: el nivel de rechazo de Cristina bajó en los últimos dos años. Esa baja le permitió horadar el techo de crecimiento. Es imposible seducir a gente que odia. En cambio, es posible llamar la atención de los indiferentes y luego convencerlos o, al menos, acercarlos. La imagen actual de la Presidenta es aún más sólida que en la luna de miel del principio. No está forjada a partir de la altísima imagen del gobierno anterior, el de Néstor Kirchner, sino desde su propia recuperación luego de la crisis agraria del 2008 y la crisis política del 2009.

En términos de sociedad política, Cristina está aprovechando este momento de alto reconocimiento popular para procurar un aumento de capital propio dentro de la alianza con los dirigentes de la CGT. Por eso el crujido.

El discurso del jueves representó esa búsqueda y a la vez una advertencia: si el nivel de tironeos supera el límite socialmente tolerable, el patrimonio político completo de la sociedad política valdrá menos. Su representatividad será menor y el efecto se pagará en votos. Lo pagarán todos.

Quizás haya que ir más lejos. Tal vez Cristina quiera solidificar el frente interno, el del Gobierno y los aliados, porque la situación presenta un horizonte de optimismo pero requiere mucho oxígeno para dedicarse a los detalles. ¿Cuál es el contexto de la protesta de petroleros privados y choferes de combustibles? El precio del crudo volvió a aumentar en los últimos meses, la soja requiere más y más gasoil, el parque automotor aumentó, la capacidad de refinación se estancó y a las petroleras hoy no les entusiasma vender sino amarrocar. En este cuadro, el Gobierno debe mantener un difícil equilibrio entre el crecimiento, la falta de fuel oil, la provisión de gas para las industrias y para viviendas justo cuando la campaña porteña se librará en invierno y la nacional entre el invierno y la primavera.

Otro desafío es alcanzar un mayor nivel de igualdad entre los propios trabajadores: los que más ganan, como camioneros o petroleros; los de sueldos inferiores; los informales; los desocupados. Los planes Argentina Trabaja resuelven cientos de miles de casos con formas cooperativas. Junto a sus vecinos y compañeros, Jorge Zerda terminó de construir la nueva escuela número 13 del Barrio Los Manzanos, de Berazategui. “Queremos seguir hermoseando el lugar donde vivimos”, dice. Con una orden de compra de 15 mil pesos del Plan Manos a la Obra el sanjuanino Daniel Saavedra, en Pocito, ya dispone de las máquinas para cumplir el sueño familiar: poner el vino que produce en botellas de 750 centímetros cúbicos, no en damajuanas. El experto en políticas sociales Daniel Arroyo sostiene que la herramienta para terminar con la pobreza en diez años es apoyar los emprendimientos de cuatro millones de personas y evitar que los trabajadores queden endeudados con los prestamistas. El diputado nacional Carlos Heller está convencido de la urgencia por sacar una nueva ley financiera que convierta a los bancos en un servicio público permitiría bajar las tasas y acercar el dinero a quienes no tienen otra garantía que su trabajo o sus proyectos. En la provincia de Buenos Aires, el presidente del grupo Bapro, Santiago Montoya, está a cargo de un proyecto de regionalización. Contempla acercar el Estado a los ciudadanos y también estimular polos de desarrollo en el interior de la provincia para que el conurbano no sea la única meca de los migrantes internos. En lugar de Matanza, Tres Arroyos.

Hace mucho que Cristina parece haber cambiado de tono e interlocutores en sus discursos. Ya no dice la palabra “oligarquía”. Prefiere desplegar los proyectos agrarios del ministro Julián Domínguez. Dejó de mencionar al Grupo Clarín. La batalla, ceñida cada vez más a la posición dominante y menos a los contenidos, quedó en manos de los funcionarios del Estado y sus abogados. El cambio en el estilo de la Presidenta se acentuó con la muerte de Néstor Kirchner, el 27 de octubre, pero había comenzado antes. Como si Cristina estuviera buscando una empatía con la razonable vida cotidiana de los argentinos y no con la histeria que –representada en palabras altisonantes– envuelve a veces esa vida cotidiana.

El jueves se alinearon esa dimensiones concretas: el día a día de todos, el tironeo, el dolor personal de la Presidenta, su proyecto político y su necesidad de autoafirmación en el liderazgo del espacio peronista con hegemonía del kirchnerismo, los desafíos futuros. Por eso el discurso impactó como ningún otro antes.

Pero, ¿se bajó o no se bajó? No, no se bajó.

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