EL PAíS › OPINION
› Por Mario Wainfeld
El diputado Francisco de Narváez dispensa un gesto “generoso” ofreciendo su apoyo al radicalismo en las presidenciales. Magnánimo, le dispensa libertad al diputado Ricardo Alfonsín para elegir su fórmula pero “dándole un lugar protagónico a la provincia de Buenos Aires”. De Narváez es un reconocido filántropo, que hizo una gran cosecha de votos en la provincia en 2009. Fuera de ella, su fuerza tiende a la consunción. El hombre, asimismo, le reclama amablemente al gobernador Hermes Binner que “no descalifique”. Binner no lo descalifica, se niega a aliarse con él por incompatibilidades políticas.
La posición del líder del socialismo es bien diferente. Su partido gobierna Santa Fe desde hace cuatro años y Rosario desde hace quince. Su delfín acaba de ganar una interna prolija en la que tuvo un rival de su propia fuerza y dos del radicalismo. Tiene posibilidades de triunfar en ambos distritos, bien importantes. Puede perder uno o los dos.
Binner, que armó una coalición para quebrar la supremacía peronista en su provincia, es un dirigente templado aunque más decidido de lo que parece a primera vista. Lo comprobó cuando jugó a fondo a favor de las leyes de Servicios de Comunicación Audiovisual y de matrimonio igualitario. También cuando se empacó (contra viento, marea y pronósticos) en sostener a su pollo, Antonio Bonfatti, para las primarias del domingo pasado.
El resultado de esa votación masiva lo convierte en una figura relevante y demandada del espacio opositor. Los radicales lo instan a integrar fórmula con Alfonsín. Proyecto Sur, GEN y el Partido Nuevo de Luis Juez lo estimulan para encabezar una alianza de centroizquierda. Esos aliados, en espejo con De Narváez, tampoco gobiernan provincias. Juez y el diputado Fernando Solanas conservan aspiraciones en Córdoba y la Ciudad Autónoma. El extrovertido senador mediterráneo perdió por poco y de modo sospechoso la gobernación en 2007. Su horizonte podría ensancharse si el Frente para la Victoria se escinde del justicialismo, dominado por José Manuel de la Sota quien se mandó solo para las provinciales a realizarse en agosto. De cualquier modo la ambición central de Juez, Solanas y De Narváez es mejorar su capital político, sumando un territorio. La de Binner, conservar el propio.
Binner, a diferencia del “Colorado”, es un hombre de partido, con muchos años de militancia, fogueado en el llano y con amplia experiencia de gestión. Es desconfiado y con límites ideológicos, relativamente precisos. Confía en su olfato y sus valoraciones personales son más duras que su discurso público: valen para De Narváez, para Elisa Carrió o para Rubén Giustiniani. Nadie es totalmente puro a la hora de acumular aliados pero amojonar límites, a diferencia de lo que sugiere De Narváez, es un valor y no un demérito.
Cualquier opción de Binner supone un riesgo. Si “arma” el espacio de centroizquierda, la UCR lo amenaza con restarle apoyo a su candidato a gobernador, una praxis poco seria, pues acaban de competir en una interna lo que supone la obligación de acompañar al vencedor. Pero París bien vale una misa, no sólo en la galaxia peronista. Si va con los radicales éstos pueden dejarlo de “frutilla”, sin contrapartidas nacionales. Y achicaría su predicamento en el espectro “progre” del Grupo “A”.
Los primeros gestos de Binner desalentaron a los correligionarios radicales. Fue a Córdoba a explicitar su apoyo a Juez. Su rival boina blanca no es, estrictamente, un socialdemócrata. Se trata del “milico” Oscar Aguad, quien estos días ha de estar atribulado por el estado de salud de su amigo y contertulio Luciano Benjamín Menéndez. El radicalismo no insinúa ser un partido “catch all”. Ya lo es y procura extender sus fronteras.
Binner enfatiza la necesidad de un acuerdo programático y la necedad que sería repetir la infausta experiencia de la Alianza. Tales ejes de discusión, empero, no están en la mesa del espacio panradical, al que se suma (en bondis que varían a diario) la ex ministra Graciela Ocaña. El pragmatismo coloniza las conversaciones, por llamar así a las declaraciones que se emiten a través de los medios. Todas las negociaciones tienen final abierto, que incluye que el gobernador se retraiga de cualquier apuesta nacional (ayer insinuó algo en una entrevista por radio Continental).
Entre tanto, el Peronismo Federal espera ganar pírricamente y raspando en Chubut para rearmarse. El diputado Felipe Solá y el jefe de Gobierno Mauricio Macri tienden puentes o restauran los que dinamitaron hace poco menos de dos años.
Si el cuadro de situación, precario y modificable, le resulta confuso al lector, quizá no sea toda responsabilidad del cronista.
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