Lun 06.06.2011

EL PAíS  › OPINIóN

Sobre ellos y nosotros

› Por Eduardo Aliverti

Están tirando a lo pavote, con lo último que les queda. Buena oportunidad, con el Día del Periodista al caer, para insistir con alguna mirada sobre los medios. También sobre algunos de nosotros, y sobre nosotros mismos. Vamos en primera persona, que en esta profesión casi nunca es recomendable por aquello de que el yoísmo hace más protagonista al quién que al qué. Y vamos sin eludir conceptos apasionados, tampoco aconsejables por aquello de que, aunque autonomía no significa neutralidad, el examen periodístico debe guardar ciertas distancias con los hechos analizados. Está bien que así sea, porque, si un periodista no puede controlar sus ardores, pierde serenidad. Pero a veces, muy pocas veces, no es que no se puede. No se debe.

Hace una semana se decía aquí que sólo les quedaba aferrarse de una Sarlo en 6-7-8 o de un Schoklender-Madres. Lo primero ya se va extinguiendo de modo inexorable, como corresponde a un mero debate televisivo. En lo segundo y ante todo, el orden de los factores altera el producto. Como ya fue dicho, no van por Schoklender. Van por las Madres, porque ir contra ellas es apuntar esos pocos cartuchos disponibles al quiebre de un espinazo gubernamental: la política de derechos humanos, su recueste en los organismos del área, su reivindicación de una lucha clave para que ésta no sea una democracia vacía de contenido real. Hasta la semana pasada, las denuncias sobre Schoklender no parecían tener mayor asidero. Ahora sí. Y fue muy conveniente que ayer Hebe diera su explicación puntual de los hechos. El jueves, en la Plaza, había brindado una respuesta política, con la que se puede estar de acuerdo sin perjuicio de algún exabrupto innecesario. En efecto, y no sólo por el cotejo contra lo que se juega en esta etapa electoral, sino también respecto de cómo caracterizar la marcha general de las cosas, el episodio ocupante es, estructuralmente, una pelotudez. ¿Qué se supone? ¿Que la trayectoria épica de las Madres ingresa a la duda porque un tipo oscuro u oscurecido hizo o habría hecho de las suyas? Pero mucho más que eso, aunque pueda señalárselo como un razonamiento ad hominem en tanto, antes que argumentar con solidez, pretendería atacar al adversario por su sola condición de tal: ¿con cuál autoridad de antecedentes se erigen en moralistas quienes usan a Schoklender para tirar abajo lo que no pueden derrumbar? ¿Así que los compinches del robo de la Argentina se escandalizan por metidas de mano antes que de pata? ¿Así que silenciadores y cómplices de apropiación de bebés vienen a ensuciar a las Madres? De todas maneras y así sea que esta tenida va registrando algunos tiros para el lado de la justicia, no deben dejarse flancos. Cualquier analista, consultor, politólogo, advierte hace rato que los riesgos del Gobierno no están enfrente sino adentro. Enfrente, hoy, no hay nada, por lo menos electoralmente hablando (es dudoso que lo haya a través del corrimiento orgánico del radicalismo hacia la derecha). Pero esa no es sin más ni más una buena noticia para el kirchnerismo. Tal vez sea lo contrario, porque la nada invita a dormirse.

Hay esa gente cooptada por el discurso corporativo. Esa gente mimetizada con él hasta un punto en que asumen el “nosotros”. Podrá no justificarse pero se entiende, como forma de esquivarles el bulto a las angustias existenciales. Esa gente que llega a decir “estamos invirtiendo en”, como si en vez de empleado fuese accionista. Puesto eso en línea de medios periodísticos, hay esa gente necesitada de creer que forma parte de una cruzada republicana contra el autoritarismo gubernamental, el avasallamiento de las instituciones, los ataques a la prensa libre. O algo así. No hablamos de Morales Solá, naturalmente, que hace unos días fue capaz de animarse a reivindicar a Nora Cortiñas en su defensa de los tobas que acamparon en la 9 de Julio. Nora, una militante enorme, una intachable, un ejemplo en todo sentido, “usada” por el diario La Nación con tal de embarrar a Hebe a como diera lugar. Morales Solá es parte íntima de ellos, es núcleo duro de su bajada de línea, es cuadro de la derecha. Pero vos, Jorge, vos con quien compartimos tantos años, tanta utopía, tanta pelea en solitario contra viento y marea y, sobre todo, tanta seguridad de que si tocaban a las Madres nos tocaban a todos, a todos los como vos y como yo y como tantos, ¿qué te pasó, Jorge? ¿Qué te pasa? ¿Estás nervioso? ¿Qué hacés mendigando espacios en el territorio de ellos, para decir lo que les conviene contra lo que tanto tiempo soñamos juntos? ¿A vos te parece hacer eso? Entendeme: no hablo de que nunca se debe trabajar en campo contrario, y menos que menos en esta profesión. Y además, si fuera por eso yo no sería uno de los más indicados para decirlo. Pero si, encima de tener que resolver esa contradicción, te convertís en el vocero explícito de lo incompatible con lo que pensás, ya no es dialéctica, Jorge. Es servilismo. ¿O es que siempre pensaste como ellos y haber sostenido lo inverso fue de oportunismo transgresor? Vos edificaste sobre la transgresión, Jorge. Una transgresión progre, humanista, llamémosle de izquierda. Y la estás haciendo percha con una transgresión contrapuesta que ni siquiera es pícara, porque la cancha te la marcan ellos para que vos juegues con el extremo de ensuciar a las Madres. Nada menos que a las Madres. Fue espantoso verte el otro día en TN jugando precisamente a eso, con pasajes en los que tus interlocutores trataban de moderarte, digamos, con la advertencia de que las Madres, después de todo, podrían no ser iguales que el sujeto de marras. Que al día siguiente habría gente que iría a la Plaza para dejar claro que estaba con lo que las Madres significan, no con Schoklender. En TN casi para que te corran por izquierda, Jorge. Me duele, aun por esta única parrafada, estar entrado en el juego que querés: que te respondan para seguir reconquistando lugar. Resolví que no me importe.

Que quede bien clarito, porque ésta sigue siendo la batalla por la construcción de sentido. Y el sentido que ellos quieren construir no es, en su naturaleza profunda, la existencia de un corrupto metido dentro de las Madres. Necesitan fabricar que somos, todos, la misma mierda que ellos. No hay que dejar que siquiera lo intenten, porque además nos sobran los blasones para que no puedan ensayarlo. Habemos (muchos) quienes no nos quebramos, no nos vendimos, mantuvimos las palabras clave, nos miramos tranquilos al espejo, no verseamos nunca ser periodistas independientes. Como decía David Viñas en su cita de Aristóteles: el hombre es un animal político, y si se le quita lo político es simplemente un animal. No quieran jodernos con sus pretensiones de asepsia profesional. Si acaso fuera cierto que Hebe se equivocó feo dejando correr andanzas de un malandra, nadie dice que no deba decírselo. Sus declaraciones de estas horas echan buena luz para aclarar que le es posible haber sido víctima de una defraudación. Lo reconoce, le duele en el alma. Pero aunque no hubiera sido así, hay formas y formas de apuntarle. Porque decir no es lo mismo que vomitar. Porque casi todo lo que decimos o dejamos de decir es en un contexto. No hay los términos sueltos, salvo para quienes creen o quieren convencerse de que primero se es periodista y recién después el animal político.

Feliz día, mañana, para los que comprenden que es al revés.

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