EL PAíS › FESTEJOS DE LOS MAS DE MIL INVITADOS EN LA RESIDENCIA DE OLIVOS
En un encuentro distendido, la Presidenta habló de fútbol y contó anécdotas. Presencia de todo el gabinete, gobernadores, intendentes, personalidades de la cultura y organismos de derechos humanos.
› Por Nicolás Lantos
“Sí, estoy segura.” Aunque el suspenso sobre el compañero de fórmula de Cristina Fernández de Kirchner se mantuvo hasta que la Presidenta lo anunció ayer, ella ya lo sabía, al menos desde el jueves, cuando participó de un acto en el Instituto Leloir, donde tuvo un tropezón que la obligó a ser atendida y revisada para descartar problemas. Lo contó ella misma poco después de dar a conocer que la acompañaría el ministro de Economía, Amado Boudou. Descontracturada, la mandataria relató: “Antes de recibir una inyección, cuando estaba con la cola así, no les miento, la enfermera Sandra me preguntó:
–¿Ya sabe quién va a ser el vice?
–Sí, ya sé –le contesté.
–Deje, no me diga quién, pero ¿está segura?
–Sí, estoy segura.
Casi mil personas celebraron la noticia en la quinta de Olivos. El flamante candidato, informal –con jeans, saco y camisa desabrochada sin corbata–, abrazó largamente a la mandataria y luego al montón de funcionarios, legisladores, gobernadores y allegados que se acercaron a felicitarlo, mientras otros, en pequeños grupos, intercambiaban información sobre el cierre de listas e intentaban alguna maniobra de último momento.
A Cobos deben haberle zumbado los oídos. Aunque no lo mencionó, el vicepresidente opositor fue una referencia constante en el breve y relajado discurso de Cristina Fernández. “Lealtad y valentía” son los atributos que la Presidenta destacó en el actual ministro de Economía, contraponiéndolos al rol que jugó el mendocino a partir del conflicto con las patronales agropecuarias, desatado poco después de que asumiera. “Necesito alguien a mi lado que no les tenga miedo a las corporaciones, que no les tenga miedo a los preconceptos y a las cosas establecidas”, agregó, como si hiciera falta. Los aplausos que levantaron esas palabras valían por los silbidos que se elevaron (y ella mandó a callar) ante la alusión al dirigente radical.
Como no podía ser de otra forma, el recuerdo de Néstor Kirchner estuvo presente en Olivos, a lo mejor de una manera poco usual. A poco de que Cristina Fernández comenzara a hablar, la puerta de vidrio que estaba a sus espaldas se abrió, dejando entrar al salón una ráfaga de aire frío. “Entró viento del sur, debe ser él”, dijo ella, para que estallaran en aplausos las casi mil personas asistieron al anuncio.
Estaban prácticamente todos: los gobernadores cercanos, el gabinete a pleno, senadores y diputados oficialistas y aliados, figuras de la cultura y el espectáculo Andrea del Boca, Pablo Echarri, Ignacio Copani y Teresa Parodi, entre otros), peronistas históricos y figuras destacadas de la juventud, todos reunidos en el salón de actos de la residencia presidencial. También hubo una importante delegación de intendentes del conurbano. Julio Pereyra, de Florencio Varela; Alberto Descalzo, de Ituzaingó; Francisco Gutiérrez, de Quilmes; Hugo Curto, de Tres de Febrero, Luis Acuña, de Hurlingham, y Enrique “El Japonés” García, de Vicente López.
La concurrencia había comenzado a arrimarse a la quinta a partir de las cinco de la tarde, llegando a través de una especie de alfombra roja improvisada por la televisión para ir mostrando a los invitados a medida que llegaban. Por allí pasó la de la CGT, que un rato antes se había reunido en el edificio de la calle Azopardo para evaluar los lugares obtenidos en las listas (el veredicto fue positivo y la designación de Boudou, aliado estratégico de los sindicalistas, “la frutilla del postre”). También hicieron lo propio las Madres de Plaza de Mayo encabezadas por Hebe de Bonafini, en su primera aparición en un acto de gobierno luego de que se hicieran públicas las denuncias contra Sergio Schoklender. Tati Almeyda, de Madres Línea Fundadora y Estela Carlotto, de Abuelas de Plaza de Mayo, fueron otras de las invitadas.
Tres minutos después de las siete hicieron su entrada, por la puerta que hay detrás del estrado, los gobernadores aliados y el gabinete a pleno, junto a un puñado de figuras cuya presencia en ese lugar les augura un rol destacado en el armado que se viene, entre ellos el candidato a jefe de Gobierno porteño, Daniel Filmus; el secretario de Comunicación Pública, Juan Manuel Abal Medina (cuyo nombre sonó fuerte como candidato a vicepresidente hasta último momento) y Facundo Moyano, que en diciembre ocupará una banca en el Congreso nacional con sólo 26 años. Un cuarto de hora más tarde, una chica anunciaba por los altoparlantes el comienzo del acto y pedía a los asistentes que apagaran sus celulares mientras ella misma manipulaba su Blackberry color fucsia: recién entonces entró Cristina.
Con un tono relajado, la Presidenta se tomó tiempo para bromear sobre la permanencia de River en primera (“¡Y de Gimnasia!”, agregó alguien desde el público) antes de abocarse al tema del día. “Las cosas que nos han pasado a los argentinos, a las instituciones y a esta presidenta han puesto en valor la necesidad de atributos en esa persona que acompaña a la Presidenta”, comenzó, antes de frenar una silbatina incipiente por la sola alusión a la figura de Cobos. Cuando marcó que “la medida más importante” de su gestión “fue la recuperación de los fondos de las AFJP” ya todos en la sala intuyeron el desenlace.
“La persona que vino a proponerlo fue él, que vino a decirme que el mundo ya no sería el mismo y que había que adaptarse”, señaló Cristina, develando el misterio. Luego de un par de minutos de confusión y abrazos, la Presidenta retomó el micrófono y ofreció una defensa de su elección, previendo posibles críticas a la figura de su flamante compañero de boleta por su formación liberal. “Lo importante no es haber pensado siempre lo mismo o tener la misma orientación to-da la vida, lo importante es saber interpretar y decodificar, y poder cambiar cuando el mundo cambia”. Después sería el tiempo de la primera foto de la fórmula y una rápida huida de ambos.
Tras el final del acto quedaron algunos ministros (Carlos Tomada se quedó un buen rato en el jardín de Olivos, charlando con militantes) y otros funcionarios, dirigentes de organizaciones políticas y sociales, figuras variopintas de la fauna kirchnerista y un puñado de reporteros en busca de alguna información extra sobre las listas que se estaban cerrando, en ese momento a pocos metros de allí (ver página 8). Abundaron también las felicitaciones cruzadas y las fotos de rigor (una joven madre intentaba arriar a tres pequeños para una junto a la bandera: “Apúrense antes de que nos echen”, arengaba). El candidato recién ungido se escapó raudo, antes de que lo acorralaran los cronistas. Cristina se retiró a su despacho, donde revisó personalmente, hasta el último minuto, las nóminas que se presentaron al filo de la media noche ante la Justicia Electoral.
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