EL PAíS › OPINION
› Por Sandra Rioboó *
“El desaliento, el quebranto, la inmoralidad, no surgen de los bajos fondos sociales. Vienen de las alturas. Hoy se sacrifica todo, el honor, la palabra, la fe jurada ante los hijos y la patria, para descender luego a los goces materiales, por gustar con fruición de sibaritas los placeres de la sensualidad y del gobierno...”
Leandro Alem
Resulta impensable sostener un sistema axiomático de creencias que definan la identidad social del radicalismo, sus condiciones fundamentales y sus modos de existencia y reproducción cuando la coherencia es desdeñada por el oportunismo. Sin coherencia, se desvanecen los valores culturales que edificaron la soberanía radical indisolublemente centrada en la matriz republicana, la justicia social, la libertad y la igualdad.
Cuando todo vale, nada importa, porque sin límites no hay margen. Y sin margen, la política es abismo. Algunos lo entendimos en el 2001, mientras otros justificaban a Cavallo con los mismos argumentos que ahora intentan explicar a De Narváez. “La política sin moral es basura”, pero paradójicamente a veces, en algunas oportunidades, parece que nos quisieran hacer creer que “la basura, con o sin moral, es política”.
Sin credibilidad, todo es una impostura. Y la credibilidad se sustrae inexorablemente al gobierno de la conducta y del ejemplo. Con sinceridad, no discuto que Ricardo Alfonsín es hoy un candidato a presidente de la Nación. Pero sería temerario afirmar que lo es en el marco de un frente progresista. Entonces, para algunos, sobreviene la pregunta de rigor: ¿para qué es candidato a presidente?. La única respuesta que se me ocurre es libertaria, porque carece de contenido. Lo es, para ser. Sin más. No importa. Y cuando no importa, lo que no tiene sentido es la pregunta. Perdón por evidenciarla.
Toda capitulación es un acto de violencia. Deseo ser tal cosa sin importar los costos. No hay margen. Con Ricardo Alfonsín renació la vanguardia iluminada de la revolución conservadora. Desde abajo, crece la causa contra el régimen. No garantiza nada, salvo la lealtad con los principios. Advierto que en la entrega, la resignación no es un antibiótico eficaz. La resistencia nos convoca. Los que se acomodan serán canonizados. Los que no, tengan por seguro que irán al infierno. Aunque en la era del hielo, el infierno es algo más que una opción testimonial.
Para muchos de nosotros la construcción política no es un suceso sino un proceso que requiere de vocación, tolerancia y prudencia, requiere de mucho respeto entre las partes y de una perseverancia sin plazos. Para que se entienda, entrar en segunda vuelta como sea es como pretender salvar a River con dos goles en el último partido, irremediablemente la hinchada se resiente. La hinchada es más grande que el club, al igual que el radicalismo es más grande que la UCR.
La UCR galvanizada discute el cuarto de la nada y se desperfila en una pelea ajena, la del peronismo residual. Mientras los radicales, los que sentimos la camiseta, los que realmente estamos jugados con la causa, no resignamos el devenir y ponderamos nuestra historia y sus virtudes sin entregarla en el camino. Por todo ello, hoy, el radicalismo es parte del Frente Amplio y Progresista que conducen Hermes Binner y Margarita Stolbizer.
* Diputada nacional - Radicalismo en el Frente Amplio y Progresista.
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