Cierto es que no podía esperarse mucho del discurso de quien se está yendo de la Casa Rosada, o eso insinúa. Por eso Eduardo Duhalde aprovechó la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional para hacer un repaso de gestión, insistir con que sacó al país de una virtual anarquía social o que sorteó con suerte la hiperinflación. El único anuncio fue el próximo lanzamiento de “un seguro materno-infantil que se propone amparar a 700 mil madres y 4 millones de niños hasta 5 años, con asistencia sanitaria completa”. El resto tan previsible como medido.
En su repaso, Duhalde, aunque sin nombrarla, se acordó de la Alianza. Lo hizo cuando señaló que al momento de su asunción como primer mandatario se vivía “una verdadera implosión de los valores orientadores, básicos para toda convivencia”. Por cierto no pudo dejar de mencionar a los ahorristas, a los trabajadores, a los empresarios endeudados, a los campesinos y ruralistas. No dudó en señalar que “los excluidos” son los más perjudicados. El tiempo que todo lo borra, también pareció arremeter contra su frase: “El que depositó dólares recibirá dólares”.
Más allá de una mirada complaciente para lo que fueron sus días en la Rosada, puso demasiado énfasis en diferenciarse de los modelos económicos encarnados por Carlos Menem y por la Alianza con Domingo Cavallo. Así subrayó que durante la ley del déficit cero, la prioridad de los fondos públicos eran los pagos externos y luego los internos. Subrayó que él invirtió esta lógica y que ahora “primero cobran los jubilados”. Si bien la frase arrancó algunos aplausos no logró conmover a una audiencia que parecía estar presenciando una película que transcurría en otro país.
Así se lo transmitió a este diario la frepasista Vilma Ibarra, quien no dudó en señalar que “Duhalde habló de un país que nadie lo ve, ni nadie lo toca”. Palabras más, palabras menos, así también lo vio el socialista Ariel Basteiro. En diálogo con Página/12 el diputado sostuvo que “parecía que estábamos frente a la apertura legislativa de un país europeo”. Para el diputado Mario Cafiero, “Duhalde condujo al país a la vieja política, en la que predomina la misma Corte Suprema y el mismo Parlamento al que hace poco los manifestantes le pedían que se vayan todos”. Para Cafiero, cada día de gobierno de Duhalde representó que “20 mil argentinos se sumergieran en la pobreza”. El legislador agregó que “la trampa no son las elecciones sino el acuerdo firmado por Duhalde-Lavagna con el Fondo Monetario. El compromiso por el aumento de tarifas y los bonos compulsivos para los ahorristas”.
Un poco más preocupado por el reparto equitativo de las cargas, el radical Carlos Maestro, titular del bloque de senadores, repetía que “a Duhalde le faltó autocrítica, porque dijo que tuvieron que acentuar los planes sociales debido a la herencia recibida del gobierno de la Alianza y se olvidó que parte de la crisis del país es producto de la gestión del peronismo en la década pasada”.
Dentro del peronismo los más críticos fueron los menemistas. No dudaron en calificar al discurso presidencial como “falto de realismo y carente de rigor técnico”. En las veredas del duhaldismo, José María Díaz Bancalari le señaló a este diario que lo positivo de la alocución fue “refrescar la memoria: venimos de una cercana guerra civil y un latente proceso hiperinflacionario. Ahora podemos comenzar a construir un proyecto de Nación que incluya a los desocupados, los marginados y los jóvenes”.
El más solicitado por la prensa resultó ser el gobernador bonaerense Felipe Solá. Frente a este diario prefirió recordar que “la reactivación es incipiente” y que entre la herencia que Duhalde deja “falta crédito fluido que no tenemos y que muchos bancos que recibieron generosos redescuentos deberían comenzar a entregar”. De los ministros, el más saludado fue el de Justicia, Juan José Alvarez. Lejos de su pago chico, donde le asignan un perfil duro, duro policial, Juanjo cosecha las mismas mieles que Solá suele obtener de las mujeres de la política.