EL PAíS › TRES REFLEXIONES SOBRE LA REELECCIóN DE MAURICIO MACRI
› Por Adriana Clemente *
El resultado de las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires ha generado cierta desorientación entre los sectores más críticos de un gobierno que en cuatro años supo acumular deficiencias en los principales campos de gestión (servicios públicos, infraestructura y prestaciones sociales). En 2007, muchos analistas explicaron el triunfo de Macri como resultado de la ineficiencia del progresismo y la genuina expectativa del electorado porteño por tener una gestión moderna y eficiente. Hoy, el “vamos bien” elude cualquier evaluación crítica y pide un cheque en blanco para avanzar sin cambios de rumbo. Algo parecido, salvando la escala y las diferencias de contexto, a lo que ocurrió en las elecciones de 1995, cuando Menem fue reelecto y obtuvo el respaldo masivo que luego le permitió profundizar las reformas que llevaron al país a batir records en materia de desocupación y endeudamiento.
La evidencia de lo actuado hasta el momento por el gobierno de Macri, especialmente en un área de su plena competencia como es la social, da cuenta de un profundo desprecio por el rol de la institución pública como garante de justicia distributiva. Según los resultados electorales, podríamos acordar que entre la mayoría de los vecinos de la ciudad, aun los más pobres, hay conformidad con la propuesta del gobierno porteño respecto del lugar restringido y selectivo que debe ocupar el Estado como proveedor de bienestar. Afirmación, que por concepto, se debe rechazar, evitando así caer en pensamientos reduccionistas.
En materia social, los gobiernos subnacionales de las provincias más ricas saben que no es prudente desplazar responsabilidades hacia el gobierno nacional por aquello que dejan de hacer, ya que son los propios gobiernos los que ejecutan la mayor parte de ese presupuesto con porcentajes que en salud y educación superan 80 por ciento de ese gasto. En tal sentido, siendo la CABA la jurisdicción más rica del país, cuesta mucho pensar que la pérdida de calidad y cobertura de políticas sociales universales como educación y salud no respondan a una concepción que pondera lo privado en desmedro de lo público.
Escuelas atestadas en la zona sur y vacías en la zona norte de la ciudad, tercerización de la educación inicial para suplir el déficit para niños pobres y jardines de infantes dependientes del Ministerio de Educación para el resto, hospitales equipados según el target de sus pacientes y niños que mueren por las malas condiciones de los albergues para familias en emergencia habitacional, al tiempo que se subejecuta el 80 por ciento del presupuesto para vivienda social. Se trata de innumerables casos que demuestran cómo el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires opera con una lógica neoliberal tardía en franca contradicción con la recuperación de la centralidad del Estado que propone el gobierno nacional como clave de desarrollo con justicia social.
Tres son las estrategias principales que viene implementando el PRO para transformar lo que queda de estado de bienestar en la ciudad; se trata de estrategias que nos resultan familiares, pues ya fueron probadas en la etapa fundacional del menemismo y que son: tercerización de ayuda social, vaciamiento por efecto del desfinanciamiento de las políticas universales y presencia entre los sectores pobres a través de subsidios.
La tercerización refiere a la delegación de la atención de los problemas de la pobreza en organizaciones no gubernamentales, con el objeto de diluir la responsabilidad del Estado en los resultados. Por su parte, tanto el desfinanciamiento como la subejecución del gasto social producen demoras e ineficiencia en las respuestas con el consecuente “desaliento de la demanda” que se desplaza progresivamente al sector privado. Esto termina vaciando el sistema público y generando argumentos en su contra. En este punto la estrategia es la segmentación, es decir, para cada uno lo que le corresponde según sus ingresos, y así la sociedad se organiza sin mezclarse, aun entre pobres.
Finalmente se debe destacar que la estrategia propuesta por el gobierno de Macri, si bien restringe el gasto en las políticas universales, mantiene el sistema de subsidio directo en la misma proporción que sus antecesores. Se trata de ingresos clave para la economía familiar de más de 70 mil hogares. Alrededor del 9,5 de los habitantes de la ciudad reciben el Programa Ciudadanía Porteña que representa para cada familia una suma algo mayor que la Asignación Universal por Hijo (AUH), lo que a su vez motiva que la gente haga su opción por ciudadanía porteña.
Algunos se preguntan cómo puede una persona votar a Macri y expresar su intención de voto a nivel nacional para CFK. En el caso de los sectores más pobres, la ecuación puede ser consistente, ya que combina el acceso a servicios públicos que, aunque devaluados, siguen resultando medianamente accesibles, con la posibilidad de tener mejores oportunidades de trabajo por efecto del crecimiento de la economía. Para los sectores medios y altos, que tienen mejor posición en el mercado de trabajo, definitivamente la cuestión tiene otras aristas, pues su dependencia con el sistema público suele ser menor y, en consecuencia, la defensa del mismo se relaciona más con la función integradora de estas políticas que con sus propias necesidades.
El PRO, con su convocatoria en apariencia despolitizada, impone repasar el modo en que la sociedad argentina transita la tensión entre dos modelos que pujan por articularse con el mercado desde una posición dominante o dominada. El mercado con su canto de sirenas genera falsas expectativas de progreso, exacerba lo individual y diluye el debate sobre las causas y las consecuencias prácticas a mediano y largo plazo que tiene uno u otro modelo para asegurar el bien común. Debe ser por eso que el “vamos bien” de Macri y el famoso “Menem lo hizo”, aunque creamos que la historia nunca se repite, igual producen una triste asociación.
* Vicedecana de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
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