EL PAíS › LO QUE QUEDó DE LAS PRIMARIAS
› Por Ricardo Rouvier *
Alrededor de una elección surge una cantidad de mitos creados por la propia sociedad política con la fuerza de un efecto de verdad que tiende a intervenir en el espacio público. Esta realidad electoral, en la Ciudad de Buenos Aires, marcó la aparición de relatos que surgen por conocimiento incompleto. Muy estimulada está por la conducta electoral de los porteños, a veces indescifrable para los propios dirigentes políticos.
El triunfo de Macri en el 2007 se produjo sobre todo por la defección de un espacio progresista que tuvo en Cromañón un punto de inflexión. La ciudad acuña tradiciones políticas emergentes de su poderosa clase media, como el radicalismo, el socialismo, en oposición a la presencia escasa del peronismo. Varias de esas tradiciones están en crisis y generan una significativa masa flotante de votos que puede volcarse hacia centroizquierda o centroderecha.
Con la ascensión de Macri se supuso que la derecha había inundado el espacio porteño; y, si bien es innegable que detrás de la negación de la ideología y la política que propugna el PRO hay ideología, la elección de los porteños mayoritariamente estaba puesta más en encontrar un gerente que una identidad política.
Nuevas explicaciones se generaron cuatro años después a partir de contabilizar una derrota desde las condiciones de un candidato o las dificultades de una campaña o no contar con el favor de los grandes medios de comunicación o las tres cosas juntas. La anticipación de una fuerte concentración de votos de la Presidenta afectó a la oposición y al propio kirchnerismo. En los primeros generó el espanto del triunfo en primera vuelta, y en los otros un triunfalismo que suponía que se ganaba con la foto de Cristina. Se generó en las propias filas del kirchnerismo la creencia de la supremacía neta electoral de Cristina respecto de sus candidatos en el distrito.
Después de un proceso de prueba que significó el lanzamiento al ruedo de Filmus, Boudou y Tomada, la Presidenta, inteligentemente, eligió a quien prometía ser el más competitivo y completó la fórmula con Tomada, permitiendo, de esta manera, la confluencia de las militancias.
La opción Filmus-Tomada, finalmente, resultó la más competitiva. Los números comparados del escrutinio son reveladores: el FpV obtuvo en la primera vuelta un 27,8 por ciento y en la segunda vuelta alcanzó al 35,65. Se había logrado superar la primera vuelta del 2007 (23,75), pero no la segunda (39,6). Y se mejoró con amplitud el escaso 11 por ciento obtenido por el FpV en el 2009.
El 14 de agosto pasado, CFK ganó la Capital con el 30 por ciento de los votos, por encima de su performance anterior. Este resultado muestra la dimensión del espacio. Tiene un tercio del electorado y esto sólo puede ser superado, en el caso de un ballottage, pero sin ubicarse por encima del 50 por ciento. Este caudal comprende tanto a los sectores medios, medios altos como la zona sur de la ciudad.
Con la elección, varias construcciones sin asidero fueron derribadas. Se vaticinó en los grandes medios y en la oposición que la derrota en algunos distritos como Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba se trasladaban a la elección presidencial. Y como un juego de espejos, muchos simpatizantes kirchneristas calculaban un caudal muy superior para Cristina en la Ciudad.
Otro mito fue que con el peronismo porteño es suficiente. “Vamos a peronizar la ciudad”, dijeron algunos abnegados militantes sentados en las propias bayonetas.
Daniel Filmus debió sortear diversos supuestos que lo posicionaban inhabilitado para la competencia. En algún momento la oposición interna tuvo mayor virulencia; lo notable fue la coincidencia con la reflexión desvalorizante de Durán Barba.
Aquellos que adoptan la vía explicativa unívoca de la seducción de un candidato deberían explicar a Binner, Bush (h), Arturo Illia o De la Rúa.
Otro mito que cayó fue el voto cruzado entre Macri-Cristina. El verdadero voto cruzado fue entre CFK-Filmus y Filmus-CFK. La similitud del dibujo que traza el voto de ambos sobre el mapa socioeconómico es una prueba irrefutable.
El triunfo de Macri estaba definido desde antes de que el FpV propusiera un aspirante. El afán de no cambio de los electores porteños, como ocurre en todo el país, bajo condiciones generales de complacencia económica y social, privilegió el voto a las administraciones vigentes. El gobierno nacional es el principal responsable de este clima de satisfacción.
El concepto gestión es vivido por algunos como una exclusividad de la derecha. Es verdad que la derecha, al monopolizar su mención, sustrae lo ideológico, como si no existiera. Pero, la Presidenta acaba de recapturar este concepto. Si alguien cree que con solo la invocación de valores superiores es suficiente en la política real, dejará en manos de los conservadores la posibilidad de una mejor gobernabilidad.
El kirchnerismo/peronismo porteño, en el mejor de los casos, ocupa un tercio del electorado. A futuro, y con intención de poder, requiere superarse y replantearse la segunda vuelta. Necesita alianzas más amplias e incorporación independiente por fuera de sus fronteras.
Con los resultados favorables nacionales en la mano, no ayudaría encerrar al kirchnerismo porteño con su significativa militancia en las cuatro paredes de las verdades cortas e incompletas. Si en el futuro esta voluntad política de transformación queda circunscripta, porque con eso se alcanza a la segunda vuelta, se repetiría la frustración.
Una alternativa de gobierno supone contar, también, con un proyecto de ciudad sin desligarse del compromiso con el gobierno nacional. No es fácil articular ambas cosas, pero no es imposible.
* Sociólogo.
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