EL PAíS › EL TESTIMONIO DE LA NIETA RECUPERADA MARíA BELéN ALTAMIRANDA TARANTO
Es una de las jóvenes que fueron adoptadas a través del Movimiento Familiar Cristiano. Durante la audiencia de ayer, pidió a los represores que “si tienen piedad, digan dónde están los nietos y los desaparecidos”.
› Por Alejandra Dandan
María Belén Altamiranda Taranto sabía que al final de la audiencia los jueces podían preguntarle si quería decir algo más. Cuando llegó el momento, escuchó la pregunta, tomó aire, y como recogiendo las lágrimas que había dejado correr a lo largo de la audiencia, miró a los ojos de los abogados de los represores. “Quizás ustedes logren hacerlos entrar en razón –les dijo con mucha calma–. Si los acusados, que quizá se dicen tan católicos, que llegan a las audiencias con rosarios en las manos, si tienen un poco de piedad, podrían decirnos dónde están nuestros padres, dónde están los desa-parecidos, dónde están los nietos. ¿Dónde están los nietos de Sonia?”, replicó pensando en la abuela cordobesa Sonia Torres. “¿Dónde está el nieto de Estela? Que digan dónde están. Ya nos arrebataron todo: que por lo menos tengan piedad y nos digan donde están.”
María Belén declaró por primera vez en una audiencia. Ella, que recuperó su identidad en 2007, se presentó en la sala de los Tribunales de Retiro, en el juicio oral por el plan sistemático de robo de bebés, como “María Belén Estefanía Gentile”. Después de las primeras preguntas de protocolo, promesa o juramento de verdad, fecha de nacimiento, la presidenta del Tribunal Oral Federal 6 volvió sobre sus pasos.
–¿Quiénes son Rosa Luján Taranto y Horacio Altamiranda? –le preguntó María del Carmen Roqueta.
–Mis padres biológicos –dijo María Belén.
–Pero usted dio el apellido Gentile. ¿Por qué?
–Es mi apellido adoptivo –dijo ella–. Estoy adoptada legalmente y conservo el apellido porque el cambio todavía sigue en trámite.
Los padres biológicos de María Belén eran del PRT-ERP. Estuvieron secuestrados en El Vesubio. Rosa permaneció embarazada en una cucha del centro clandestino hasta que la llevaron a dar a luz al Hospital Militar de Campo de Mayo. El caso es parte de una causa paralela que investiga el rol del Movimiento Familiar Cristiano durante la dictadura que, a través de un acuerdo con el Ejército, según se sospecha, trabajó en el blanqueo de las adopciones de algunos de esos niños. Poco más tarde, se sentó en esa misma silla una ex compañera de su madre en El Vesubio, María Susana Reyes, que cuando supo que María Belén había aparecido viajó a Córdoba para contarle cómo fue nombrada desde la panza de aquella mujer (ver aparte).
“¿Siempre supo que era hija adoptiva?”, arrancó el fiscal Martín Niklison. “Sí –dijo ella–. Me acuerdo que desde que tengo uso de razón me contaron que había sido adoptada.” “¿Y cómo empieza su búsqueda?”, insistió. “Tengo un hermano de crianza que también fue adoptado y nos dijeron que si en algún momento queríamos saber algo de nuestros orígenes, podían llevarnos al lugar de adopción. Yo recién de grande quise saber la verdad, de chica no quería sentirme diferente al resto, la condición de adoptaba era algo que yo callaba, no lo compartía con nadie.”
María Belén reconstruyó su historia como en encastres. La crió un matrimonio católico de Belgrano. Hubo una separación. El se quedó en Buenos Aires y la mujer se fue con los dos niños a Córdoba, en 1988. Hasta que entró en la universidad, María Belén no tuvo “la suerte”, como dijo, de saber qué fue la dictadura: “Del tema de la dictadura no tuve la suerte de verlo. En el secundario, porque no se hablaba de eso cuando estudiábamos historia, era como un agujero negro, esa parte se salteaba. Recién en la facultad comencé a enterarme de qué había sucedido y a través de los medios, cuando hubo más información con respecto a las Abuelas y los juicios”. En el medio vio un documental de Abuelas donde no sólo había información sino que “me daba cuenta de que el tema me sensibilizaba mucho”. Le llevó años de todos modos empezar la búsqueda: “Sabía que era adoptada y muchas de las historias que veía eran de chicos entregados a hospitales y adoptados. Por mi fecha de nacimiento dije: ¿por qué no? Y creo que por lo que me movilizaba el tema de las luchas de las Madres y de las Abuelas decidí empezar por Abuelas a ver qué me pasaba”.
El fiscal le preguntó si pudo hablarlo con quienes la adoptaron. María Belén dijo que no: “No sabía si decirles o esperar. Sentía culpa, que pensaran que no los quería o que ellos no eran lo suficientemente buenos para mí”. Su hermano de crianza les contó. El hombre le preguntó si era verdad: “Le dije que necesitaba saber mis orígenes –dijo–, cerrar ese círculo”. Y entonces él le confesó tener miedo de que si llegaba a encontrarlos, no lo llamara más “papá”. De todos modos, le escribió el lugar donde hicieron los trámites: “En ese momento siento por primera vez el nombre del Movimiento Familiar Cristiano”, dijo ella. La búsqueda de todos modos se suspendió: “Me sentí mal, con culpa. En agosto de 2006, y después de que él falleció, empecé otra vez”.
María Belén se hizo los exámenes genéticos en mayo de 2007 y en junio la llamaron de un juzgado para contarle cuál era su familia. Cuando llegó a la Casa de Abuelas de Córdoba, la recibieron con la foto de sus padres: “Te dio positivo el análisis –le dijo Sonia–. Estos son tus padres”. En ese momento, “me dio una foto de mamá y papá y una foto de una abuela. No lo podía creer, estaba feliz pero no caía que me estaba pasando a mí, que podía ver al fin lo que tanto había buscado ver: una foto de mis padres o verme reflejada en ellos”.
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