EL PAíS › OPINION
Qué se decía a dos semanas de las elecciones, hace cuatro y ocho años. Las tácticas opositoras en 2007 y 2011: todo lo harán otros. Ansiedad en las vísperas, reclamos prematuros. La crisis primermundista actual y la que ya atravesó el Gobierno. Una lógica local que se puso de moda. El parlamentarismo, un debate mal planteado.
› Por Mario Wainfeld
En el limbo aséptico de la no campaña, el mayor suceso fue la proliferación de spots publicitarios. Un lector crítico podría señalar que la frase no peca de falsa ni de original. Tan así es, confiesa el cronista, que él mismo la escribió, cerrando una nota similar a ésta el 14 de octubre de 2007. En plan de sinceridad, agrega que revisó las ediciones de Página/12 de dos semanas antes de las presidenciales de ese año y de 2003, en busca de comparaciones. Lo motiva la desazón: cuán difícil es un abordaje interesante del cierre de la competencia, lo que atribuye (en esencia) a que todos dan por hecho su resultado, en trazos gruesos. Así será, aunque también hay constantes dignas de mención. Hagamos, pues, una breve panorámica retrospectiva.
En 2003 las elecciones venían (y fueron) reñidas. En 2007, estaba cantado el triunfo de Cristina Fernández de Kirchner y el segundo puesto de Elisa Carrió, aunque Lilita negaba la veracidad de las encuestas, que resultaron bien rumbeadas.
De cualquier modo, en ambos casos, se preveía el desenlace. Hace ocho años, quince días antes del comicio, se veía venir que el ex presidente Carlos Menem saldría primero con algo así como el 25 por ciento de los votos, una cifra muy afín a su techo para la segunda vuelta. Néstor Kirchner pintaba para segundo y ganador inexorable en el ballottage.
La tapa de este diario no reflejaba esa disputa, a la que desde luego dedicaba mucho espacio interior. Bajo el título “El ejército de las sombras” daba cuenta de la sanguinaria invasión norteamericana a Bagdad. La crítica a la guerra de Irak, un hecho cuyo efecto boomerang se percibe hoy en la política doméstica norteamericana, justifica retroactivamente esa decisión editorial.
Este cronista daba cuenta, en su nota sobre política local, de la barbarie yanqui, del antiimperialismo expandido en la opinión pública argentina. Y luego reseñaba las perspectivas de la elección presidencial. Rezongaba lo suyo sobre la falta de sustancia de las campañas.
El 14 de octubre de 2007 la tapa de Página/12 se ocupó de las derivaciones de la histórica condena al sacerdote Cristian Von Wernich por crímenes de lesa humanidad. El cronista dedicó una columna a ese hito en la lucha por la verdad y la justicia, otra a las elecciones presidenciales. El eje temático de ésta fue el precio del tomate y no se trataba de un delirio del autor. Ese punto, presentado como un signo predictivo de la hiperinflación, como un cambio forzado en los hábitos alimentarios de la población, como una prueba del agotamiento del kirchnerismo, era menú común en medios y entre opositores. Varios de ellos, es piadoso olvidar quiénes, fueron a supermercados a testear los siderales precios del tomate, al que habría que dispensar de culpa, como predicaba una bella canción de los republicanos españoles. Se fotografiaron con changuitos (de súper, se entiende), auguraron que muchas otras frutas y hortalizas (el limón, sin ir más lejos) se irían de órbita y serían expulsados de “la mesa de los argentinos”.
En aquel cercano entonces, los dirigentes opositores más taquilleros jugaron sus fichas durante meses al colapso energético y al desenfreno inflacionario. O sea, cifraron su futuro en circunstancias ajenas y remotas a su esfera de decisión, más allá de las malas ondas que propalaron. Los hechos los desautorizaron, el tomate no igualó al oro. Perdieron, como se veía venir.
En 2011 hubo amagues para inflar presuntos hechos-catástrofe que podrían torcer el veredicto popular. Pero, cree leer el cronista, las tentativas fueron menos potentes que antaño y se diluyeron en plazos breves, cuasi semanales. Las denuncias contra el malo de Sergio Schoklender, las denuncias del bueno de Sergio Schoklender, el secuestro y asesinato de Candela Rodríguez, sin agotar la nómina que no se extendió demasiado. Un aire a fatiga encuadró esos arrebatos.
La falta de iniciativa opositora fue, es remanido, la norma. Su mayor apuesta fue a que el pronunciamiento popular supliría y repararía sus falencias políticas. A través del “voto útil” repararía la diseminación de la oferta opositora, su dolorosa carencia de liderazgos. El portento acontecería en la primera vuelta o en las Primarias Abiertas, que primero consideraron una engañifa incumplible y luego una instancia menor, errándole al vizcachazo por partida doble.
Las Primarias se concretaron en tiempo y forma, los opositores subestimaron su potencial, tanto como el valor que podría tener para ellos una interna abierta.
Y acá estamos, con campaña floja, internismo chocante que seguramente será potenciado a la enésima potencia después del 23 de octubre. Un final que se considera consumado pero que no ocurrió aún.
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Los augures del fin de ciclo: Formadores de opinión, analistas y académicos “anti K” pueden darse el gusto de ningunear los comicios en aras de anunciar el fin del ciclo oficialista merced al agotamiento del viento de cola y a los problemas endógenos, la sucesión entre ellos. La crisis internacional los llena de algazara pues corrobora sus presagios, tan parecidos a sus deseos como dos gotas de agua.
Los candidatos “contreras” están mutilados para hacerlo, su misión forzosa es maximizar sus chances reales. Y, en la mayoría de los casos, ir preparando el cuerpo y los argumentos para las embestidas de la fuerza propia, el día después. De momento, el kirchnerismo va por un record: tres elecciones ganadas, en un contexto de estabilidad política y crecimiento económico con escasos (o nulos) términos locales de comparación. Esos son datos duros, las profecías se conforman con otros materiales.
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Reclamos prematuros: La crisis de los países centrales exacerba reclamos encendidos, denuncias. Brasil devaluó, pregonan con alguna inexactitud (más bien devaluó el mercado y no una decisión soberana del Gobierno). Claman que es forzoso replicar la devaluación acá, sin pérdida de tiempo.
El oficialismo, se encolerizan y buscan aterrar, niega la crisis, supone que estamos blindados. Es extraño porque durante el mandato de la presidenta Cristina Kirchner hubo una crisis internacional, que el Gobierno no negó ni dejó de enfrentar. Lo hizo, eso sí, preservando su rumbo: conservar las fuentes de trabajo, evitar combatir la amenaza de recesión con más recesión, con activismo estatal, no dejándose llevar de las narices por la derecha económica ni por los organismos internacionales de crédito.
Su receta, bueno es decirlo, era relativamente ingeniosa y desafiante ocho años atrás, fuera de América del Sur, donde cundía. Hoy día ganó respetabilidad en “el mundo”. Las demandas por respuestas keynesianas y no restrictivas ocupan un espacio aceptable en los debates globales aunque, de momento, no conmuevan especialmente a la mayor parte de los gobiernos de la Unión Europea (UE). Por lo general, según predicen encuestadores y opinólogos de todo pelaje, esos gobiernos marchan mansitos hacia derrotas electorales. No es el color partidario la variable más determinante. El socialista español José Luis Rodríguez Zapatero ya está de salida, el centroderechista francés Nicolas Sarkozy mira con terror la interna abierta socialista de hoy que, todo lo indica, parirá a su sucesor. A Zapatero le queda un sólo mes, a Sarkozy onda un año. La canciller alemana Angela Merkel, también está más cerca de la salida que de la revalidación. Pero volvamos al Pago Chico.
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Incógnitas a despejar: Cristina Kirchner incurriría en un disparate si anticipara, en estas jornadas de víspera, medidas estructurales. No puede ni debe hacerlo cuando se ignoran aspectos relevantes del escenario político argentino y del económico internacional. Las presidenciales no se ganaron todavía. Mucho menos se conoce el quantum y la integración del futuro Congreso. El escrutinio determinará la conformación de las dos Cámaras, si el Frente para la Victoria cuenta con quórum propio o a qué distancia queda. Los desempeños del ex presidente Eduardo Duhalde y del gobernador Alberto Rodríguez Saá influirán en realineamientos del Peronismo Federal y en la prospectiva del kirchnerismo de reconvocar disidentes. También es sustantiva y está pendiente la distribución de bancas entre el Frente Amplio Progresista del gobernador Hermes Binner (más racional y menos lanzado a la confrontación permanente) y otros exponentes más enconados de la oposición. Simular esos resultados es entretenido y nadie se priva. Los números dendeveras son otra dimensión, menos etérea.
Las derivaciones de la crisis internacional han de ser de difícil predicción, porque no hay nadie que las prediga. ¿Caerá Grecia en default y, en su caso, cuándo? En ese supuesto ¿dejará la pasiva clase política de la UE que el efecto dominó se propague a otros países o tomará, de una buena vez, medidas de activación de la economía real? ¿Continuará en Estados Unidos el módico repunte insinuado en estos días? ¿Tendrá el presidente Barack Obama margen para desatar, siquiera parcialmente, las ataduras que le impone una oposición reaccionaria y necia? Sin atisbos de esas coordenadas ¿usted haría un plan Trienal o un programa de gobierno cuatrienal?
Ningún hombre es una isla, tampoco ningún Estado en la aldea global. Argentina está mejor resguardada que otras veces, entre otros motivos porque ha reducido exponencialmente la relación deuda externa-PBI (una decisión soberana, que el viento de cola no impulsa ni determina) pero jamás desembarazada del mundo con el que comercia. Los términos del intercambio han variado, exportar materias primas dejó de ser una maldición. Los precios de los commodities descienden, los alimentos están entre las menos afectadas, sin quedar a resguardo. La fuga de capitales local es alta, el fenómeno (describe el economista y ex banquero central Mario Blejer, que no es un talibán K) concierne a todas las economías emergentes.
En fin, que el próximo gobierno, cuando tenga sus barajas desplegadas, deberá hacerse cargo de las repercusiones de la crisis internacional. Tal es parte de su misión y su legado. Pero hay una secuencia lógica previa, que incluye tan luego la máxima expresión popular. Relax and wait, es la consigna de las próximas dos semanas.
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Pasado y presente: Esta columna entrevera recuerdos del pasado y atisbos del futuro. Vayamos atrás, a unas líneas escritas por el cronista el 13 de abril de 2003. Allí clamaba por una agenda que debería discutirse. “La redistribución del ingreso, la apuesta al Mercosur, una solución integradora de la desocupación y de las relaciones del Gobierno con los movimientos piqueteros, una regeneración ética del sistema político, un proyecto nacional productivo, el establecimiento de ciertos frenos al salvajismo del capitalismo nativo son ítems de una agenda cabalmente nacional, popular y progresista” afirmaba y reclamaba. En su modesta opinión, el veredicto popular del 23 de octubre algo dirá al respecto.
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