Dom 09.10.2011

EL PAíS  › PREMIO INTERNACIONAL AL CELS EN FILADELFIA

Por un mundo mejor

En el National Constitution Center de Filadelfia, el CELS recibió el Premio Gruber a la Justicia, junto con organizaciones y personalidades de Estados Unidos, Israel y la región kurda. Verbitsky se refirió al proceso de Justicia por crímenes contra la humanidad que se desarrolla en la Argentina.

Rodeando a Patricia Murphy Gruber, los cinco premiados: Hagai El-Ad, Barbara Arnwine, Morris Dees, Horacio Verbitsky y Kerim Yildish.
Imagen: Jeff Fusco.

El presidente del CELS, Horacio Verbitsky, recibió el premio internacional a la Justicia que la Fundación Gruber otorga a personas y organizaciones que han utilizado el sistema legal para hacer avanzar la Justicia. Los otros premiados fueron los activistas estadounidenses por los derechos de las minorías Barbara Arnwine y Morris Dees, y los representantes de la Asociación Israelí por los Derechos Civiles, Hagai El-Ad, y del Proyecto Kurdo por los Derechos Humanos, Kerim Yildish. Los premios fueron entregados el jueves en el National Constitution Center, en la ciudad vieja de Filadelfia. En esa ciudad en 1776 se proclamó la independencia de los Estados Unidos. Presidió el jurado Arthur Chaskalson, primer presidente del Tribunal Constitucional de Sudáfrica luego de la Independencia, designado en 1994 por Nelson Mandela, y entre 2001 y 2005 presidente de la Corte Suprema de Justicia de su país.

Desde 2012 el premio se integrará como un programa académico permanente en la Facultad de Derecho de la Universidad de Yale. La lista de premiados a lo largo de una década es impresionante. Incluye a los jueces de las Cortes Supremas de Zimbabwe, Anthony Gubbay; de Canadá, Rosalie Silberman Abella y Bertha Wilson; de Sudáfrica, Arthur Chaskalson y Pius Langa; de Israel, Aharon Barak; de la Argentina, Carmen Argibay; de Australia, Michael Kirby y de la Corte Interamericana de Derechos humanos, Thomas Buergenthal; al camarista chileno que investigó a Pinochet, Carlos Cerda. También al ex presidente de la Asociación de Abogados de los Estados Unidos y ex representante del gobierno del presidente James Carter ante la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Jerome Shestack y abogados y organizaciones de Perú, Sudáfrica, la India, Estados Unidos y Malasia, que contribuyeron a establecer o fortalecer el estado de derecho y/o a defender la independencia de la Justicia o los derechos de distintas minorías. El abogado español Ramón Mullerat, ex presidente del Consejo de Asociaciones de Abogados de Europa y del Instituto de Derechos Humanos de Asociación Internacional de Abogados, dijo durante la ceremonia que desde su creación los premiados “fueron ejemplo de excelencia, más allá del deber, y fijaron altos valores con su liderazgo y dedicación a un mundo mejor, a menudo con gran riesgo personal”.

Al entregar las distinciones, Patricia Murphy Gruber dijo que los cinco recipientes habían luchado con valentía para asegurar el acceso a la Justicia de las víctimas de la discriminación y la opresión. El premio compartido consiste en cien mil dólares para cada individuo u organización. La Fundación Gruber otorga premios similares en otros campos: Cosmología, Genética, Neurociencia y Derechos de las Mujeres.

Barbara Arnwine contó que su militancia por la igualdad de derechos comenzó antes que su propia vida. En el hospital sólo aceptaban personas de piel blanca. “Mi mamá esperó hasta último momento y entró en pleno proceso de parto, de modo que no tuvieron otra alternativa que atenderla, con lo cual integró ese hospital. Fui el primer bebé negro que nació allí”, dijo. En la platea la escuchaban con una enorme sonrisa de orgullo su hermano, su hijo adolescente con dreadlocks que terminaban en cada punta con un caracolito y su mamá, Vera, con una extraordinaria peluca plateada. Eran los únicos afrodescendientes de la concurrencia. Barbara advirtió que la injusticia y la desigualdad no han quedado atrás. Deploró la legitimación del odio, el rebrote de racismo en su país posterior a la elección de Barak Obama y hasta la negación de la esclavitud y el racismo. También la destrucción de las redes de protección social a los más pobres y a los inmigrantes. ése nuevo darwinismo social llega hasta definir como antiamericano el derecho a voto para todos, en el marco de una devastadora crisis económica, que golpea con mayor dureza a los afroamericanos, millones de cuyas viviendas fueron rematadas. Agregó que en distintos estados se aprobaron leyes que restringen el derecho a voto y alejarán de ese derecho a cinco millones de personas que votaron en la elección anterior.

Morris Dees dijo que al ingresar al edificio leyó que los fundadores de Estados Unidos, crearon la Unión “para asegurar las bendiciones de la libertad para nosotros. Por desgracia ese nosotros no incluyó a mis antepasados irlandeses, que llegaron después, ni a los chinos, ni a los japoneses, ni a los judíos, por cuyos derechos es necesario luchar”. Agregó que en su infancia en una granja de Alabama aprendió que tampoco incluía a los descendientes de africanos. Fustigó las “horribles leyes” aprobadas por Alabama, Arizona, Carolina del Sur, Georgia y otros estados que restringen los derechos de los inmigrantes latinos, que definió como “el próximo campo de batalla para este país”. El desafío es lograr que todos los derechos sean para todos, no sólo para “nosotros”. Todos los premiados tienen en común la defensa de los que no tienen poder frente a los poderosos y los inmigrantes que llegan para realizar trabajos pesados que los estadounidenses rechazan reciben el mismo trato discriminatorio que Chaskalson mencionó en la Sudáfrica del pasado, dijo. Mencionó el caso del ex periodista de CNN, Lou Dobbs, que aboga contra los derechos de los migrantes. Si en el pasado el KKK era marginal, hoy el racismo forma parte de las corrientes centrales del pensamiento socialmente admitido. Señaló como una meta imprescindible la lucha contra la pena de muerte, que se aplica a muchos inocentes sólo por provenir de los sectores discriminados. Hagai El-Ad contó que su organización expuso ese mismo día varios casos ante los tribunales de Israel: uno contra los perfiles raciales en los controles de seguridad en aeropuertos y otro en demanda de igual representación para los árabes y las mujeres en los organismos que administran las tierras. Dijo que no podía sentirse orgulloso porque su organización tiene 39 años, porque la ocupación israelí lleva 44, con violaciones constantes de los derechos humanos de las familias palestinas. Esa vergonzosa realidad ensombrece la vida del país y su democracia. A tal punto, que es inevitable preguntarse qué régimen es ese que durante décadas priva de todo derecho a millones de personas. Esa supuesta democracia judía no es ni democrática ni judía. “Nuestra meta no es obtener una ocupación más compatible con los derechos humanos sino terminar con la ocupación”. ACRI también se preocupa por las violaciones a los derechos de la población árabe de Israel, que por décadas ha sido discriminada. “Sí estoy orgulloso de que el movimiento que hoy aquí llama a ocupar Wall Street haya sido inspirado por las movilizaciones de Egipto e Israel”. Agregó que la democracia no es lo que hacemos al votar sino el 99 por ciento del tiempo restante. “No es la tiranía de la mayoría, sino la protección de los derechos de las minorías”.

Verbitsky relató la historia del CELS, creado por víctimas y familiares de las víctimas del más cruel terrorismo de Estado, quienes lucharon por la vida y la libertad. Narró la ampliación de su alcance al terminar la última dictadura, con el trabajo para construir un estado de derecho más sólido y estable, por medio de la investigación, el litigio judicial y la incidencia en las políticas públicas en diversos campos. Narró la sanción de las leyes de impunidad luego del alzamiento carapintada y la apertura de los juicios por la verdad, solicitada por el CELS bajo el impacto de la confesión de Scilingo, hasta la nulidad de aquellas leyes y la reapertura de los juicios en 2001, en los que “seguimos siendo parte decisiva”. También se refirió a la defensa de los derechos de los migrantes, de las personas privadas de su libertad o con problemas de salud mental, y al uso del sistema internacional de derechos humanos como instrumento para modificar esas situaciones, como en los casos de libertad de expresión. “El premio nos ayudará a profundizar esta línea de trabajo en la Argentina y a compartir estas experiencias con otros países que hayan sufrido, o puedan sufrir, situaciones similares”, dijo.

Kerim Yildish agradeció el premio como un reconocimiento al trabajo que realiza su organización en defensa de los derechos del pueblo kurdo, repartido entre Siria, Irak, Irán, Turquía y el Cáucaso. Señaló los obstáculos a la libertad impuestos en Estados Unidos después de los atentados de 2001 y contó que durante meses se le negó la visa de ingreso a Estados Unidos, hasta que su caso fue narrado por el The New York Times. Aun así fue sometido a un interrogatorio diferencial al llegar al país, en cuanto vieron su nombre, “que suena demasiado musulmán”.

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