Mar 29.11.2011

EL PAíS  › PACHO O’DONNELL ANTE LA POLéMICA POR EL INSTITUTO DE REVISIONISMO HISTóRICO

“Historia nacional y popular”

El director del Instituto Manuel Dorrego defendió la “necesidad de una historia” que contrapese la visión “oligárquica, porteñista, antipopular y antiprovincial” de la llamada historia oficial. Desestima las críticas de la “academia” tradicional.

› Por Ailín Bullentini

Para Mario “Pacho” O’Donnell, el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego responde a una demanda histórica: “La de la necesidad de una historia nacional, popular y federalista alternativa a la liberal, oligárquica, porteñista, antipopular y antiprovincial”, ésa conocida como la historia oficial. El historiador y escritor dirigirá el organismo que, compuesto por una treintena de colegas, en su mayoría de la rama revisionista de la disciplina, tendrá como objetivo la “consolidación de una perspectiva histórica que merece ser reconocida”, a través del fomento a la investigación y producción de nuevos contenidos ligados a esta manera de entender la construcción del país.

–¿Cuál será el rol del instituto?

–El revisionismo histórico comienza con Alberdi, cuando cuestiona a Sarmiento y Mitre su forma de interpretar la historia. Luego vendrán Jauretche, Scalabrini Ortiz, José María Rosa, Jorge Abelardo Ramos, Ortega Peña y Fermín Chávez, por nombrar sólo algunos. El instituto recoge de ellos esa herencia de la necesidad de una historia nacional, popular y federalista, alternativa a la liberal, oligárquica, porteñista, antipopular y antiprovincial que se escribió tras la batalla de Pavón, con la victoria de la oligarquía porteña. Mi participación y la de quienes lo integramos es absolutamente ad honorem. Y tampoco es un organismo que crea la Presidenta (Cristina Fernández de Kirchner) para exaltar la figura de Néstor (Kirchner, el ex presidente y su marido). Eso es una grosería no sólo para con la Presidenta, sino además para con todos aquellos que se jugaron por una historia nacional, popular y democrática.

–¿Sobre qué ejes de la historiografía trabajará?

–Nos abocaremos a continuar en gran medida lo que hacíamos e hicimos hasta ahora. Casi todos los integrantes son buenas plumas. La existencia del organismo nos dará mayor posibilidad de organización y de fomento a la investigación historiográfica; nos permitirá la construcción de acuerdos con otras instituciones, ligarnos más a las provincias, salir del núcleo ciego que es Buenos Aires. Poder escapar de ese funcionamiento marginal que hasta ahora teníamos.

–Una de las críticas que impactaron contra la creación del organismo tilda a sus integrantes de “divulgadores” de la historia.

–No es así. El ataque, la queja, llega fundamentalmente del grupo de historiadores formados en la UBA. En el instituto hay gente muy formada, incluso en el exterior. Varios de sus integrantes, como la rectora de la Universidad Nacional de Lanús, Ana Jaramillo, o el investigador Hugo Chumbita, reconocido catedrático de la Universidad Nacional de La Matanza, llegan desde casas de altos estudios ubicadas en lugares populares y consustanciadas con el pensamiento nacional y popular. No es casual que aquellos que atacan son los que hasta hoy manejan la producción historiográfica nacional teniendo en sus manos la distribución de becas, empleos, subsidios para investigación y, por ende, la construcción de una determinada visión de la historia. Que vean la creación del instituto como “peligrosa” es una reacción paranoica contra algo que no pretende más que la consolidación de una perspectiva histórica que merece ser reconocida.

–¿Por qué es importante la existencia de varias posturas sobre la visión de los hechos que constituyen la historia?

–Es muy importante para la construcción de una identidad nacional. Como dijo Jauretche, no se puede construir una nación sobre una historia falsa. Y la historia oficial es, en muchos aspectos, falsa. La acusación sobre que el instituto instalará un pensamiento único es un boomerang para aquellos que defienden la versión liberal, oligárquica y porteñista de la historia argentina, que fue la única versión que existió sobre los hechos que constituyen al país: la historia hasta ahora oficial; la que se planteó como única posible, la natural, la incontestable. El instituto llega para romper con ese monopolio porque amplía enormemente el campo de la historiografía nacional. Muchos de los que critican su creación plantean que el revisionismo histórico está superado, que sólo se preocupa por temas ya vistos. Están equivocados. Todo el tiempo nos enfrentamos con cosas que se relacionan con el análisis de la historia para entender el presente, un mecanismo que nos da instrumentos para analizar y modificar nuestro tiempo. Son instrumentos que la historia oficial no sólo no da, sino que si los da, los disimula.

–¿Por qué el instituto integra la visión de la historia argentina desde una postura latinoamericanista?

–Porque es importantísimo. Justamente, es el lugar desde el que la historia oficial se empecina en no contar a Argentina. La idea de “patria grande” está presente en la inmensa mayoría de nuestros grandes próceres. Manuel Dorrego, en honor a quien se bautizó al instituto, fue un gran americanista. Ni hablar de Artigas o de Felipe Varela; en Rosas, en San Martín. Está en todos nuestros jefes populares, en nuestros caudillos federales, en nuestros próceres maltratados.

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