Vie 16.12.2011

EL PAíS  › OPINION

Carta abierta

› Por Rafael Perrotta

Sr. Director:

Ultimamente el nombre de mi padre, Rafael A. Perrotta, ha estado reiteradamente en los medios por distintos motivos: por una causa judicial vinculada a su secuestro, por el 103º aniversario de la fundación de El Cronista Comercial, por la aparición de un libro y más próximamente porque algunos medios publicaron escabrosas fotografías de cuerpos de desaparecidos arrojados al Río de la Plata.

Quiero compartir con usted y eventualmente con sus lectores una sensación muy personal, aunque estoy seguro de que otros familiares de desaparecidos deben haber vivido similares sensaciones.

A pesar del impacto que me produjeron las imágenes, un sentimiento arrollador de esperanza surgió ante la posibilidad de hallar los restos de mi padre, ante la posibilidad remota de darles una sepultura, ante la esperanza de que de esa manera se acabara la laceración y permanente tortura que han ejercido sobre nosotros –los familiares de desaparecidos– quienes cobardemente los asesinaron y desaparecieron.

Escribo estas líneas para que quienes tuvieron la dicha de no sufrir en carne propia este escarnio recuerden que la tortura, la humillación y el dolor permanecen y que a pesar de que uno sea capaz de perdonar, no debemos olvidar pues estos horrores no deben ocurrir NUNCA MAS.

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