Vie 23.12.2011

EL PAíS  › OCHO AÑOS DE PRISION PARA UN EX COMISARIO REPRESOR

Una condena con gusto a poco

Se trata de Juan Demetrio Luna, quien tuvo a su cargo la comisaría de Tigre. La Justicia lo consideró “partícipe necesario” de la privación ilegal de la libertad y los tormentos a dos detenidos, uno de ellos aún desaparecido.

› Por Alejandra Dandan

“¿Pero no te das cuenta de que ese hombre tiene la boca caída de la cara? ¿Que nunca en su vida debió haberse reído? ¿Que es como la cara de la maldad?”, lo semblanteó alguien del público. El ex comisario Juan Demetrio Luna estaba ya sentado en la minúscula sala de audiencias del Tribunal Oral Federal de San Martín. Tras una hora de espera, luego de una invitación fallida a que pronuncie las últimas palabras, el presidente del TOF, Héctor Omar Sagretti, le leyó el veredicto: una condena a ocho años de prisión por la privación ilegal de la libertad agravada y tormentos agravados de dos personas, una de ellas aún desaparecida. La condena dejó sin embargo gusto a poco entre familiares, querellantes y fiscales, que habían pedido entre 15 y 25 años de prisión. Pese a que aún no están los fundamentos, el TOF parece haber seguido la lógica de la condena al comisario Fernando Meneghini, de Escobar –juzgado en el juicio a Luis Abelardo Pa-tti–: la evaluación de la policía como subordinada al Ejército y entonces con una función subsidiaria. La relación de las dos víctimas con el secuestro en la sede de la planta de Ford en Pacheco fue otro de los ejes de la causa.

La comisaría de Tigre fue uno de los centros clandestinos de la dictadura. Ahí fueron a parar secuestrados provenientes especialmente de los astilleros de la zona y los secuestrados de Ford. Luna estuvo a cargo de ese lugar entre junio de 1976 y enero de 1977. Y fue condenado por el secuestro y los tormentos a Victorio Derganz y Carlos José Fateche, levantados el 27 de diciembre de 1976 de la puerta de la planta de Ford.

“Mi hermano no tenía militancia política ni nada, y había ido ahí con el amigo a pedir trabajo”, decía ayer Stella Fateche, la hermana de Carlos. Carlos no tenía trabajo. Derganz, en cambio, había trabajado en Ford y era delegado del gremio madereros de Cominco. Ese día acompañó a su amigo a buscar trabajo a la planta. Cuando llegaron, Derganz pidió una audiencia con Pedro Müller, gerente de manufacturas, ya fallecido, a quien quería ver para recomendar a su amigo. “Les hicieron llenar un formulario y luego personal de seguridad les indicó que estacionaran el Fiat 600 de Fateche”, indicó la reconstrucción para el alegato Mariana Maurer y Rosario Alvarez Garriga, de la Secretaría de Derechos Humanos. Estacionaron. Dos policías bonaerenses les pidieron documentos, revisaron el auto y les anunciaron que iban a quedar demorados.

Quedó probado que desde el interior de la fábrica se les acercó un camión del Ejército. Que luego los llevaron al parque recreativo y después fueron trasladados en un patrullero a la comisaría de Tigre. Derganz, liberado tras 27 días de secuestro, siempre declaró que en la comisaría también estaba Carlitos, a quien reconoció por su voz. Los dos fueron sometidos a tormentos. Fateche sigue desaparecido.

En la sala de audiencias se sentó Celia Buciga, la madre de Carlos, de casi ochenta años, que no dejó de mirar a los ojos a Luna como lo hizo desde el 22 de noviembre, cuando comenzaron las audiencias. “Cada vez que lo miro fijo, él termina bajando la mirada –dice–. Eso sí, pero nunca un saludo.” Celia conoció a Luna en el ’76, mientras buscaba a su hijo. Fue varias veces a la comisaría donde ella misma encontró estacionado el Fiat y una de sus hijas oyó a un policía decir: “Estas son las ropas de Fateche”. Cada vez que ella, sin embargo, le preguntaba por su hijo, el comisario negaba que estuviera en ese lugar. Llegó al juicio convencida de que a lo mejor todavía podía decirle algo. “Yo esperaba algo de todo esto –dice–. Que él me diga que mi hijo está muerto, fallecido, pero nada de nada, como si se lo hubiera tragado la tierra.”

Al lado de Celia se sentaron su hija, Stella, y dos de sus nietos. Iris, la madre del Negrito Floreal Avellaneda, ocupó uno de los extremos de la sala y fue la primera que pudo decir algo para romper el insoportable silencio después de las sentencias: “¡Qué vergüenza! ¡La verdad que es una lástima!”. Y alguien entonces cantó: “Como a los nazis les va a pasar...”

El TOF entregará los fundamentos el 30 de diciembre, y eso permitirá una mayor comprensión de la sentencia. De momento, hubo una evaluación en la que coincidieron las querellas de la Secretaría de Derechos Humanos; Pedro Dinari, de Familiares de Desaparecidos, y el fiscal Marcelo García Berro. Por un lado, todos subrayaron la importancia de una nueva condena en el proceso más amplio de memoria, verdad y justicia a un comisario como Luna que no tenía hasta ahora ninguna condena y con una situación procesal que estaba al límite de todos los tiempos. Sin embargo, criticaron la evaluación del tribunal sobre el papel de la policía y leyeron el fallo en relación al de Meneghini. Como en aquel caso, la fiscalía y las querellas acusaron a Luna como “autor mediato”, pero los jueces lo condenaron “como partícipe necesario”. “Con Meneghini no nos pareció tan grave, pero ahora habrá que empezar a analizarlo”, dijo Dinari.

El otro tema de la causa es la relación de Ford con la dictadura. La megacausa de Campo de Mayo tiene un tramo del expediente por Ford elevado a juicio oral. El único acusado de ese tramo es un militar, Omar Riveros. El juez de primera instancia y la fiscalía se negaron hasta ahora a imputar a los civiles, explicaron a Página/12 Maurer y Alvarez Garriga.

“Está absolutamente probada la complicidad de los civiles de Ford con el Ejército –dicen–. Por el campo recreativo de la Ford pasaron detenidos los trabajadores considerados molestos por la empresa. Los querellantes y la Secretaría de Derechos Humanos nos hemos cansado de pedir que se investigue la responsabilidad civil. Es una empresa privada que marcaba a sus propios trabajadores y los militares los iban a secuestrar y los torturaban. Hay antecedentes de este tipo de responsabilidades en el derecho internacional, incluso en Nüremberg.”

En la puerta del juzgado, las demandas quedaron escritas en una bandera. “Delegados sobrevivientes del terrorismo cívico militar de Ford Motor Argentina, secuestrados y torturados dentro de la fábrica. Memoria, verdad, Justicia!”

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