Dom 22.01.2012

EL PAíS  › OPINION

Lo que EE.UU. dice al no decir

› Por Martín Granovsky

El canciller británico William Hague dijo que el gobierno argentino quiere “intimidar” a los habitantes de las Malvinas e insistió en la estrategia internacional de Londres de recordar los 30 años de la guerra de 1982 y plantear el derecho de los malvinenses a su autodeterminación.

Al hablar de la Argentina, el secretario del Foreign Office dijo que “si quiere realmente que se progrese, debe detener sus intentos de intimidación de la población civil” de las islas. Recién entonces, según Hague, se pasaría a otra etapa, que no consistiría en la discusión sobre soberanía sino acerca de los medios para “trabajar juntos por el interés común en el Atlántico Sur”.

Hague no pasa, sin embargo, por su mejor momento. El miércoles el canciller brasileño Antonio Patriota dijo a su lado, durante una conferencia de prensa en Brasilia, que el Mercosur hizo bien en resolver que no permitirá que atraquen en sus puertos barcos con la bandera de las islas. Y el viernes el Departamento de Estado afirmó en un comunicado que el litigio en las Malvinas es una cuestión que deben dirimir, negociando, la Argentina y el Reino Unido.

La posición pública de los Estados Unidos hacia su principal aliado militar incluyó un punto importante. Lo incluyó al excluirlo. En ningún momento el texto menciona a los isleños ni a su presunto derecho a la autodeterminación, que es el principal argumento jurídico esgrimido por los británicos para convalidar la ocupación de las islas que refirmaron gracias a la interrupción de negociaciones en 1982 por obra del desembarco decidido por Leopoldo Galtieri y a la derrota del Estado argentino en la guerra.

En un artículo publicado por el diario conservador The Times, que también imprimió esta semana una columna del canciller argentino Héctor Timerman, Hague intentó negar el avance argentino en Mercosur, Unasur y el Consejo de Estados de América Latina y el Caribe. “No siento que haya ningún apetito en la región para unirse a la Argentina en sus intentos de poner en peligro la economía de las islas o para atacar los medios de vida de los isleños, y me congratulo por ello”, dijo.

Sin embargo, al menos esta semana en toda América los británicos sólo recibieron el solitario apoyo de un sector de la derecha gobernante en Chile. Mientras el presidente liberal Sebastián Piñera mantenía su apoyo a los miembros plenos del Mercosur (la Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) y hacía suya la decisión de limitar el atraque de buques de bandera con la inscripción Falklands en puertos de Chile, dos senadores de su coalición lo criticaron públicamente.

En una carta en el diario La Tercera, Baldo Prokurica, presidente de la Comisión de Defensa del Senado, y su colega Antonio Horvath, escribieron que “la posición de Chile en el reclamo de Argentina por la soberanía sobre las islas Malvinas/Falkland no es materia que deba tomarse apresuradamente y sin meditar las consecuencias para los intereses actuales y permanentes de nuestro país en el plano internacional y vecinal”.  

Dicen Prokurica, ex funcionario del dictador Augusto Pinochet, y Horvath: “En primer lugar, una multilaterización de la demanda que ha impulsado el gobierno de Buenos Aires y que ha sido acogida con cierto entusiasmo por otros países de la región, ha obedecido más bien a una postura donde esos países nada arriesgan en materia de relaciones bilaterales con Gran Bretaña. Algo muy distinto de la relación histórica de nuestro país con Inglaterra”.

Para los senadores derechistas debe pesar que en 1978, cuando la Argentina y Chile casi entraron en guerra, los peruanos no fueron neutrales y luego pertrecharon a la Argentina para el desembarco en las islas de 1982.

Sostienen ambos senadores que “de no sopesarse las realidades y reciprocidades históricas, pueden cometerse errores que afecten los intereses nacionales permanentes de Chile y su proyección internacional”. Y terminan pidiendo que Chile “mantenga una posición de neutralidad”.

Aunque Londres no esté aislado ni las negociaciones por las islas queden a la vuelta de la esquina, dos senadores chilenos son una cosecha pobre para el Foreign Office.

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