EL PAíS › LOS CASOS DE LAS ARGENTINAS RECLUTADAS POR RAUL MARTINS Y ENVIADAS A MEXICO
La familia de Andrea Mensa, que no tiene noticias de la joven desde agosto de 2008, cree que puede estar en la red de Martins. Puntos de contacto con el testimonio de Carla, publicado por Página/12, y el caso de Vanesa Martínez, que apareció muerta en 2007. Los vínculos con el cartel de Los Zetas.
› Por Raúl Kollmann
La denuncia de Lorena Martins contra su padre, dueño de prostíbulos en Capital Federal y México, vuelve a poner sobre el tapete el drama de las chicas llevadas al país del norte, casi siempre con promesas de que van a bailar o modelar y volverán con miles de dólares. Lorena ya contó ante el fiscal Marcelo Colombo y lo hizo también en Página/12 sobre el vínculo de Martins con el cartel mexicano de narcotraficantes Los Zetas y la forma en la que son llevadas chicas argentinas a México, porque son muy requeridas. La familia de Andrea Mensa, de la que no hay noticias desde agosto de 2008, ve tres puntos en común con Martins. Que Andrea realizó bailes eróticos en Cancún y creen que en The One, el prostíbulo de Martins en la zona turística de esa ciudad mexicana. Que también lo hizo en Playa del Carmen, pero la familia no sabe en qué local. El de Martins allí se llamaba Maxims. Y que Andrea, en su último diálogo telefónico, les dijo que estaba en problemas graves porque había presenciado dos asesinatos de Los Zetas. Hay otra chica, que responde a las siglas M. A. que efectivamente fue llevada por Martins a México, pero que después entró en conflicto con él. Una persona que trabajó con el padre de Lorena afirma que esa joven nunca volvió, pero este diario no pudo constatar si está con vida en México. Más conocido en el país del norte es el caso de Vanesa Martínez, una chica que había hecho películas porno en la Argentina, fue reclutada aquí por una red de prostitución para que fuera a México y apareció muerta en 2007. Antes le había contado a su familia que la agobiaban con multas, algo propio de la metodología que denunció la hija de Martins y que es propia de los prostíbulos.
Lorena y una chica que usó el nombre Carla contaron a este diario la forma en la que se llevan chicas de la Argentina a México. En principio, les prometen bailar e incluso ser recepcionistas, les pagan el pasaje, les aseguran alojamiento y les dibujan un panorama en el que podrán regresar con una buena cantidad de dólares. El escenario era el de la primera mitad de la década de 2000, o sea de una gravísima crisis y pocas oportunidades para chicas surgidas de hogares humildes y ya con problemas familiares. Una vez allá, las presionan para ejercer la prostitución y, como relataron Lorena y Carla, frecuentemente las entregan a miembros de Los Zetas. Esos servicios los paga La Casa, es decir la organización de Martins. El método con el que las presionan –que Martins llama “quebrar chicas”– es exigirles el dinero del pasaje, del alojamiento, la devolución de préstamos para hacerse cirugías estéticas y las amenazan con represalias de Migraciones.
A Andrea la buscan su hermana Laura y su mamá, Isabel. Desde 2008 no tienen noticias. Este diario indagó sobre posibles puntos de contacto con la historia de Carla, quien pudo regresar de México por la ayuda del abogado Claudio Lifschitz, el letrado de Martins durante siete años que terminó enfrentándolo.
“Andrea viajó contratada por un hombre que se llama Juan Carlos Legarreta que, supuestamente, era el dueño del Royal Club en el Distrito Federal –cuenta su familia–. Ella bailaba en varios boliches de Buenos Aires. Allá no sabemos exactamente qué pasó, pero sabemos que estuvo bailando en Guadalajara, en Jalisco, en Playa del Carmen y Cancún. Ella hablaba con mucho temor, pero efectivamente nos suena que bailó en The One, en Cancún. El boliche de Playa del Carmen no sabemos cómo se llama. En la última comunicación que tuvimos con ella, en agosto de 2008, Andrea nos dijo que estaba con mucho miedo porque había presenciado el asesinato de dos personas. Nos mencionó a Los Zetas. Y desde entonces no sabemos nada de nada.” La denuncia fue presentada ante la Procuración General de México, pero no hay resultados de esa investigación.
El vínculo de Martins con Los Zetas le fue confirmado a Página/12 no sólo por Lorena y Carla, sino también por otros dos ex empleados. Todos coinciden en que las chicas eran entregadas a cuenta de La Casa, y Carla contó la situación más dramática, cuando la noche misma de su llegada a México fue llevada con otras dos compañeras a una casa en la que había once hombres y una mujer, que las sometieron a abusos de todo tipo y tratos brutales.
La situación descripta por Andrea en su última comunicación tiene bastantes puntos de contacto con la historia relatada por Carla. La información que maneja la familia, aportada por otras chicas, es que el último lugar en el que estuvo fue Cancún. Pero después le perdieron el rastro. Cancún y Playa del Carmen son la sede de dos prostíbulos de Martins, The One y Maxims (éste ya no le pertenece), y lo que tiene en común el caso es el sistema de quiebre de las chicas y el vínculo con el cartel narco. En sus últimas llamadas, Andrea decía que estaba muy endeudada y que había perdido el pasaporte.
Quienes trabajaron para Martins recuerdan perfectamente a M., una mujer que incluso fue encargada de alguno de los prostíbulos de Martins en Buenos Aires. Sin embargo, según cuentan todos, empezó a jugar con fuego. Fue amante de un importante comisario de Seguridad Personal (ex Moralidad) y después rompió con él, lo que ponía tensión en el vínculo entre Martins y sus contactos en la Policía Federal. Por esa razón, el dueño de los prostíbulos resolvió sacarla de la Argentina y la llevó con él a México.
Lorena vio a M. dos veces en Cancún, ya que en esa época su padre la invitaba a pasar unos días de vacaciones. Le prohibía entrar a los prostíbulos, pero la joven vio a M. reunida con Martins. También Claudio Lifschitz, por entonces abogado, da cuenta de que M. estaba allí.
Por alguna razón, la mujer terminó uniéndose a enemigos de Martins con sede en Tijuana. La enumeración incluye a Jorge Hank Rhon, ex intendente de Tijuana, que fue detenido con 50 armas en junio pasado y luego puesto en libertad. Es un hombre excéntrico, que en su finca tiene tigres de Siberia, víboras y otras especies. El diario El Excelsior, uno de los más importantes de México, publicó que “toma tequila con porciones de víbora, cabello de oso o pene de león o toro. Incluso dice que tiene un chaleco de piel de pene de burro”. Entre los otros supuestos enemigos de Martins figuran Héctor Huerta, alias La Burra, un narco que ya está detenido, y Arturo Amaya, todos de Tijuana, donde Martins actuó al principio, no bien llegó a México. De allí tuvo que salir por enfrentamientos con supuestos socios. Lo que dicen quienes trabajaron con Martins es que M. se peleó, no se sabe bien por qué, con Martins y se pasó de bando. A partir de ese momento, su rastro es motivo de controversia. Los consultados por este diario dicen que nunca volvió y que también está desaparecida. Otros afirman que debe estar en algún lugar de México. El caso es una incógnita.
El caso de Vanesa Martínez, de 27 años, sí es público y notorio. Viajó a México en mayo de 2007 con las mismas promesas de siempre: que iba a poder bailar, que no necesitaba tener sexo, que haría muchos dólares. El punto en común con Andrea Mensa es que la llevaron al Royal Club, del DF. A su familia le empezó a decir que estaba endeudada y que tenía que pagar multas, o sea la misma metodología usada para esclavizar a las chicas. También dijo que no le dejaban usar celular y que la tenían encerrada.
La familia hizo la denuncia pública, ante las autoridades mexicanas y ante la Cancillería argentina, en julio de 2007. No hubo respuesta. Lo peor estaba al caer: nueve meses después, en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de México (UNAM), se iba a utilizar un cuerpo para seccionarlo en una práctica para estudiantes. Uno de ellos reconoció a Vanesa por haber visto fotografías en los diarios.
La versión oficial es que la chica entró en estado de desnutrición y neumonía a un hospital, murió allí y nadie reclamó su cuerpo. Lo concreto es que el caso nunca se investigó y nadie respondió por qué la tenían encerrada y cómo llegó a ese estado de desnutrición.
En su espectacular investigación, volcada en el libro Esclavas del Poder (Editorial Debate), la periodista mexicana Lydia Cacho cuenta sus contactos con las chicas que estaban en manos de Martins. La periodista está en contacto ahora con Lorena, pero éste es uno de los tramos de su libro, en el que cuenta sus diálogos con las mujeres que conoció en The One, el prostíbulo de Martins.
“Como en otras ocasiones, pude corroborar que la mayoría de esas chicas se sienten más seguras con otras mujeres que con los hombres, incluso en el plano erótico. Las cuatro mujeres con quienes hablé durante casi tres horas eran muy jóvenes. Una colombiana que era amiga del gerente siempre supo que trabajaría como bailarina y prostituta. Una brasileña de veintidós años había sido llevada a México a los diecisiete bajo la falsa promesa de convertirla en modelo. Llegó al The One enviada por los dueños de los bares que controlan el circuito desde la ciudad fronteriza de Tijuana. Una chica de diecinueve años, de rostro aniñado, que era hija de un colombiano y una argentina, llegó a Cancún de vacaciones y se quedó sin dinero. Entonces su tía le recomendó a una conocida que le daría trabajo y arreglaría sus papeles: esta mujer resultó ser la esposa de Raúl Martins. Otra joven cubana de veinte años dejó con sus padres a dos pequeños en la isla, y estaba convencida de que comenzaría a mandar mucha plata a casa en cuanto le pagara su deuda a Martins”, detalla.
“Pude ver a las jóvenes un par de veces más, en la vía pública. Martins les había retenido todos sus documentos, pero ellas no mostraban signos de querer rebelarse ante un contrato verbal que, a pesar de considerar injusto, les parecía mejor que estar en las calles de sus países sumidas en la pobreza, sin opciones. Ninguna de las jóvenes había terminado la secundaria, y en sus familias prevalecía la violencia doméstica. Todas afirmaron que les desagradaba su trabajo, excepto bailar y conocer de vez en cuando a personas interesantes. Tener sexo por dinero era un tema que se negaban a analizar porque su consuelo era que se trataba de algo temporal y la mejor manera de salir rápido de la deuda contraída con Martins, quien había solucionado sus problemas migratorios. Al despedirnos, Nina, la brasileña, me pidió: ‘No vayas a dar nuestros nombres, dicen que Martins mató a su yerno, es un hombre muy cruel’.”
Lorena sostiene que de las cien chicas que están en The One, cuarenta son argentinas.
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