EL PAíS › OPINION
› Por Mario de Casas *
La reciente agresión del gobierno inglés en relación con Malvinas puso de manifiesto la toma de conciencia de los gobiernos latinoamericanos sobre la importancia crucial de la unión para intervenir en el concierto internacional, en particular para hacer frente a intereses imperiales. Todavía tiene vigencia aquella afirmación de Jorge Abelardo Ramos: “América latina no se encuentra dividida porque es ‘subdesarrollada’ sino que es ‘subdesarrollada’ porque está dividida”.
Se está desandando el camino que trazara justamente el imperialismo inglés en alianza con las oligarquías lugareñas, se está recorriendo el del proyecto político por el que lucharon –entre tantos– Bolívar, San Martín, Artigas. Todas las oligarquías de la región, entonces exportadoras, trabajaron para romper la unidad de aquello que reunía las principales condiciones que conforman cualquier nación: lengua, religión y origen común. Pero fue la oligarquía chilena la que impuso el “patriotismo” más rústico y una de las que, con presencia en los distintos partidos, ha controlado el Estado de su país por más tiempo en los últimos ciento ochenta años. Por eso no debe sorprender que, como revela Martín Granovsky en un interesante artículo en Página/12 del 22/01/2012, la única excepción al apoyo de la posición argentina en torno del conflicto haya sido la de dos senadores de la derecha chilena: expresan hoy a esa oligarquía política y socialmente petrificada; aunque, como aquí, haya diversificado su actividad económica.
Siempre es importante identificar contradicciones e intereses en pugna: en este caso, alcanza con recordar que uno de los últimos patriotas latinoamericanos fue Salvador Allende para intuir que la mayoría de los chilenos apoya la unidad continental pendiente.
Asimismo, sería una ingenuidad suponer que sólo en Chile hay oposiciones a la unidad latinoamericana. Otras serán menos desembozadas, pero las condiciones materiales que explican el comportamiento de los sectores dominantes de los países constituidos en el siglo XIX no han sufrido cambios que permitan alentar la ruptura de sus sempiternas relaciones de subordinación a los sectores dominantes de los países centrales. Esta es una cuestión fundamental, porque cada día se hace más evidente que la lucha por las reformas sociales y el desarrollo integral a escala de los países requiere también conquistas del mismo tipo a nivel regional. Se trata de revertir gradualmente la balcanización hija del viejo axioma divide et impera, fórmula cuya materialización actual se encuentra en los tratados bilaterales de libre comercio que, sobre todo después del fracaso del ALCA, promueve y ha firmado EE.UU. con distintos países de la región. La tan difundida irrelevancia de Latinoamérica para los intereses norteamericanos es una especie de mito, difundido por EE.UU. para camuflar su dominio, presentándolo como un hecho beneficioso para los dominados e induciéndolos a competir para ganar el favor del imperio.
Otra vez cabe la impecable respuesta de la Presidenta el cinismo inglés: es el reino del revés.
* Presidente del ENRE.
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