EL PAíS › EDUARDO EPSZTEYN, EX DIPUTADO Y ACTUAL AUDITOR PORTEñO
Eduardo Epszteyn está hace un mes en la Auditoría porteña. Luego de haber sido jefe, durante cuatro años, del bloque ibarrista en la Legislatura porteña, y de haber sido funcionario del gobierno de Aníbal Ibarra, empezó a tomar distancia debido a la decisión del ex jefe de Gobierno de no formar parte de la bancada del Frente para la Victoria. “El centroizquierda está enfermo de vanidad. Hay que bajar los niveles de vanidad”, dice, para explicar el triunfo de Mauricio Macri en la Ciudad de Buenos Aires y para definir su distanciamiento del ibarrismo. Pero la discusión alrededor del gobierno nacional va más allá del armado legislativo. Epszteyn quiere más kirchnerismo: “Mis hijas tienen 20 y 25 años y son kirchneristas las dos. Mis padres también. Es muy difícil explicarles por qué no estás ahí adentro”, aseguró, en diálogo con Página/12. Pasó unos días en Buzios y otros días en la costa, pero no muchos. “Me encanta Buenos Aires en verano”, explica. Como auditor general, piensa que el debate sobre el subte puede jerarquizar a la Auditoría: “Es un desafío grande. La gente me pregunta qué es la Auditoría. Hay que existir de cara a la sociedad”.
–¿De qué área se va encargar en la Auditoría?
–Las presidencias todavía no están fijadas, pero yo voy a trabajar las áreas de obras y el sector económico financiero, que tiene un atraso muy importante. Todo lo que tiene que ver con la deuda pública directamente no está auditado. El desafío es que la Auditoría avance en ese sector porque la ciudad no puede estar así, sobre todo con una política en la que ha crecido sistemáticamente el endeudamiento.
–El 16 de enero anunció que iban a apelar el fallo que aprobaba el aumento de tarifas del subte, ¿cómo piensa que va a avanzar la causa?
–Presentamos la apelación y en este momento está en Cámara. Hay un juez de guardia. Es muy claro: la ciudad tiene una legislación moderna que exige la realización de una audiencia pública previa a cualquier aumento tarifario de un servicio público. Creo que el gobierno de Macri va a especular con sanear la situación y van a hacer una audiencia pública cuando se termine el traspaso. Pero es grave que quede legitimado cualquier aumento de este gobierno que no pase por una audiencia pública.
–¿Cómo evalúa el triunfo de Macri?
–Hay que evaluar también el resultado nacional y la muy buena elección que hizo el FpV en la Capital. Estos resultados dejan plantados en la política dos grandes modelos. Uno es el kirchnerismo y, el otro, el macrismo. Lo que al porteño le pasa con el kirchnerismo es un problema cultural. Tenemos que dar una batalla cultural fuerte. Porque si uno mira los resultados económicos, los porteños han sido los grandes beneficiarios de la política económica del gobierno nacional, no solamente por el crecimiento y los bajísimos niveles de desocupación, sino también –y esto se va a demostrar ahora– por el alto nivel de subsidio que los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires tuvieron. A pesar de todos los grandes beneficios de este electorado, hubo y hay una resistencia respecto del voto kirchnerista.
–¿Por qué?
–La Capital es un lugar de mucha incidencia mediática y además es vidriera nacional. Por eso hay que dar una batalla cultural muy fuerte. Hay que pensar en grande, en recuperar el Gobierno de la Ciudad. La etapa de sintonía fina requiere de mucho apoyo político, y eso implica construir una fuerza en la ciudad de Buenos Aires capaz de apoyar las políticas nacionales dejando de lado las vanidades.
–¿A qué se refiere con “las vanidades”?
–No estoy nada de acuerdo con la decisión de Ibarra de no ir a un bloque común con el FpV. El macrismo operó muy fuertemente para que no pudiéramos ser capaces de trasladar lo que hicimos en la elección, que fuimos todos juntos a un bloque legislativo. No creo que incorporarse al bloque sea diluirse. La derecha no tiene problema en juntarse porque se ponen de acuerdo por los negocios. A nosotros, ¿qué nos pasa? Aparece la vanidad, que como decía Max Weber en El político y el científico, conspira contra la responsabilidad política y contra la idea de causa colectiva. El centroizquierda está enfermo de vanidad. Hay que bajar los niveles de vanidad para construir un espacio grande que sea capaz de dar la batalla cultural.
–¿Considera que la decisión de Ibarra de armar un bloque separado del kirchnerismo se explica por la vanidad?
–Sí, lo estoy diciendo. Leí que dice que tiene miedo a diluirse. No, la dilución no es estar dentro de un bloque o no estar. La dilución es desaparecer de la escena por falta de iniciativa política. Además está demostrado: hace dos años, el ibarrismo fue separado del kirchnerismo en la Capital y sacó dos puntos y medio. La sociedad castigó eso. Mis hijas tienen 20 y 25 años y son kirchneristas. Mis padres, también. Es muy difícil explicarles por qué no estás adentro. De nuevo, la vanidad es el peor enemigo de la política.
Entrevista: Sol Prieto.
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