EL PAíS › OPINIóN
› Por Martín Granovsky
Faltan sólo dos meses. El 2 de abril quedarán delineadas, en términos políticos, las dos posiciones sobre un punto: ¿cómo recuerdan, a nivel de Estado, el Reino Unido y la República Argentina la guerra de Malvinas de 1982, a 30 años del desembarco militar resuelto por el dictador Leopoldo Fortunato Galtieri? Para un gobierno, la forma de recordar no es un tema meramente discursivo. Tiene que ver con estrategias de política interna y de política exterior.
Si el termómetro es el tono de las declaraciones del canciller Héctor Timerman en los últimos meses, una clave posible puede ser distanciarse de cualquier pizca de militarismo. De hecho, Timerman viene utilizando esa palabra y sus variantes para criticar a la diplomacia británica. “La República Argentina rechaza el intento británico de militarizar un conflicto sobre el cual las Naciones Unidas ya se han expedido en numerosas ocasiones y han indicado que ambas naciones deben resolver en negociaciones bilaterales”, dijo el comunicado de ayer de la Cancillería, titulado “Más diplomacia, menos armas”.
El texto alude a dos hechos. Por un lado, la visita a las islas del príncipe Guillermo, el hijo de Lady Di que ocupa el segundo lugar en la sucesión real tras su padre, el príncipe Carlos. Por otro, el envío del HMS Dauntless, que según la Cancillería es “el destructor más moderno de la Marina Real”.
Andrew Sparroll, que escribe un blog de noticias sobre la política británica en el diario The Guardian, consignó ayer al pasar que “según fuentes del Ministerio de Defensa se trata de un desplazamiento de rutina que no tiene nada que ver con la tensión que se incrementó entre Gran Bretaña y la Argentina sobre el futuro de las islas”. Es como si el Ministerio de Defensa dijera que Londres no militariza. La paradoja es que, mientras le quita importancia al desplazamiento del Dauntless, el gobierno del conservador David Cameron parece estar buscando dar señales de que la fortaleza militar británica en las Malvinas está intacta y seguirá intacta, tanto como su compromiso con el objetivo de preservación de las islas.
La Corona ayuda a Cameron. El mismo príncipe Guillermo, de 29 años, actúa no solo en relación con las Malvinas sino en general como un símbolo del poder militar británico. Quien recuerde su casamiento con Catherine Middleton, en abril último, podrá rememorar el uniforme rojo que corresponde a su rango militar más elevado, el de coronel de la Guardia Irlandesa. Desechó el traje azul de la Real Fuerza Aérea, donde egresó sólo como teniente.
Guillermo nació el 21 de junio de 1982, exactamente una semana después del final de las hostilidades entre la Argentina y el Reino Unido.
Aunque es difícil que le alcance, la escalada alrededor de las islas puede ser una de las formas en que Cameron busque compensar los fuertes recortes militares que impuso por la crisis económica europea. El último domingo, en una entrevista concedida al Sunday Telegraph, el general Mike Jackson, caballero de la Corona, dijo que su país contará con las fuerzas armadas más pequeñas desde las guerras napoleónicas, en el siglo XIX. Aclaró, sin embargo, que eso no sería un problema porque el Reino Unido no está embarcado cabeza a cabeza en ninguna guerra solitaria contra ningún otro país. En cuanto a las islas, dijo que la clave de la fortaleza británica es el control del centro de operaciones aéreas, y que solo habría problemas para Londres si la Argentina tomara el aeropuerto y las instalaciones de apoyo.
Tanto la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como el canciller descartaron cualquier iniciativa militar, y ningún funcionario o analista británico serio reveló ni el más mínimo indicio de que la Argentina esté preparando otra ofensiva que no sea la diplomática.
Faltan sólo dos meses y un día para el 2 de abril, pero las posiciones no sólo se definirán en esa fecha. Al menos para la Argentina cada escenario latinoamericano será una oportunidad de consolidación del reclamo, y lo mismo buscará Cristina en septiembre en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Pero el tema no terminará este año. En 2013 se cumplen 180 años de la ocupación británica de las islas, en 1833.
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