EL PAíS
El simulacro electoral fue un día de chicanas
Adolfistas y menemistas se dedicaron a quejarse, hacer bromas y pactar una colaboración entre ellos “para evitar el fraude”. El apoderado de Rodríguez Saá hasta protestó por escrito.
“Ahí viene el fiscal de Kirchner”, dijo por lo bajo Liliana Gurdulich, la ex funcionaria menemista y actual apoderada del Frente por la Lealtad. Eran las 10.50 y el presidente Eduardo Duhalde hacía su ingreso en la moderna sala del cuarto piso del Palacio de Correos para asistir al simulacro electoral. Allí funcionará el 27 de abril el centro de cómputos que recibirá los datos de las 38 bocas de información de todo el país, los que también podrán seguirse por Internet en www.elecciones2003.gov.ar. Acompañaban el jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof; el ministro del Interior, Jorge Matzkin; y su segundo, Cristian Ritondo. Los anfitriones eran Alejandro Tullio y Alfredo Lafuente, director nacional y comandante general electoral, respectivamente. Detrás de ellos, el único candidato presente era Juan Ricardo Mussa, del frente Unidos o Dominados.
Una hora antes, el coordinador de la Dirección Nacional Electoral (DINE), Antonio Magnano, había recibido a unos 50 apoderados legales e informáticos de los 21 partidos y alianzas que competirán en los próximos comicios. A la hora de las consultas, los mayores reclamos no vinieron de los partidos más chicos, como podía suponerse, sino del Frente Movimiento Popular de Adolfo Rodríguez Saá. Luis Felipe Sapag, apoderado de esa fuerza, anunció que iba a presentar una nota con una serie de objeciones al sistema elegido para el escrutinio. En privado, calificó al simulacro electoral de “show mediático” y se preguntó de dónde salían esos datos que aparecían en las 25 pantallas instaladas en la sala.
Liliana Gurdulich se acercó e intercambió unas palabras con los “adolfistas”, a quienes les recordó su amistad con Alberto Rodríguez Saá, viejo compañero de bloque en el Senado. Un poco en serio y otro poco en broma, sellaron un acuerdo de mutua colaboración para evitar un fraude del duhaldismo. “Si hay alguien a quien pueden perjudicar es a nosotros”, dijo Gurdulich, quien se mostró indignada por el envío desde el Poder Ejecutivo de un CD a todos los jueces electorales del país con los datos de las autoridades de mesa, “cuando son los jueces los que deben encargarse de su nombramiento”. “Si lo hubiéramos hechos nosotros, seguro que hoy éramos tapa del New York Times”, lanzó la ex secretaria de Asuntos Institucionales, quien también pasó por la Secretaría de Ciencia y Técnica durante la fugaz presidencia de Adolfo Rodríguez Saá.
Un invitado que no pasó inadvertido fue Enrique Zuleta Puceiro, blanco preferido de las jocosas apuestas del operador menemista Javier Mouriño, convencido de un triunfo de su jefe. “Yo no apuesto, soy un investigador serio”, replicó el encuestador. “El 28 (de abril), ¿de qué se van a disfrazar los sociólogos, politólogos y encuestólogos?”, ironizó Liliana Gurdulich, indignada con los sondeos electorales. “Se lo vamos a dedicar a Zuleta y a Manolo Mora y Araujo”, se despidió Mouriño.
Cuando la sala comenzaba a vaciarse, apareció la diputada del ARI, Graciela Ocaña. Intercambió unas palabras con Gurdulich y Mouriño, y se mostró confiada en la transparencia que da el nombramiento de docentes como autoridades de mesa. Se quejó, sin embargo, de que, en La Matanza, Pierri hizo nombrar como autoridades de mesa a “conocidos afiliados al PJ”. Los menemistas prefirieron no entrar en polémicas y se fueron.
Antes de abandonar el Correo, Duhalde dedicó unos minutos para responder a las denuncias de fraude lanzadas la semana pasada por Carlos Menem, Adolfo Rodríguez Saá y Elisa Carrió. Dijo aspirar a ser “el garante de esta elección” y aseguró que “antes de la medianoche (del 27 de abril) vamos a tener un resultado indubitable”. Juan Navarro Giménez, el director de la empresa española Indra, que ganó la licitación para el escrutinio provisorio, calificó de “técnicamente imposible” cualquier posibilidad de fraude y sostuvo que estaban contempladas “todas las contingencias posibles, hasta las más catastróficas”.
A las 11.15, Duhalde y su comitiva abandonaban el edificio. “Vamos a ver el partido”, se excusó el presidente. Es que a esa hora, en Avellaneda, comenzaban a jugar Racing y Boca y el Presidente, un apasionado del fútbol, no se quería perder detalle del clásico.
Informe: Mariano Roca.