Lun 05.03.2012

EL PAíS  › OPINIóN

Menos ortodoxia, menos pobres

› Por Martín Granovsky

La ortodoxia económica se lleva bien con la pobreza: la aumenta. Y la heterodoxia, mal: la reduce. Eso es lo que se desprende de un estudio del Banco Mundial destacado en la última edición del semanario inglés The Economist. Desde que el Banco Mundial comenzó a medir la pobreza, en 1981, por primera vez registró un descenso en las cifras mundiales. ¿Las razones? Sobre todo bajó la pobreza en China. Pero también jugaron a favor los planes sociales de Sudamérica.

La línea de pobreza extrema que toma el Grupo de Investigación sobre el De-sarrollo del Banco Mundial es la de quienes vivían con menos de 1,25 dólar con los precios de los alimentos al nivel de 2005. Los investigadores aclaran que no debe confundirse este nivel de pobreza con los criterios de los países ricos.

Las mediciones fueron realizadas cuando ya se había iniciado la crisis financiera y de aumento de precio de los alimentos de septiembre de 2008, simbolizada en la caída de la firma Lehman Brothers.

Según The Economist, las estimaciones para 2010 son todavía parciales. Pero según el Banco Mundial, incluso con ese nivel de provisoriedad en los datos, en 2010 el nivel de pobreza global fue la mitad que en 1990. Esto implicaría que la crisis de 2008-2010 no afectó el descenso de la pobreza, que en un 50 por ciento se debe sólo a la extinción de los pobres más pobres en China.

Las cifras de China son realmente chinas. Grandes números. Desde 1981, 660 millones de personas dejaron la extrema pobreza.

Africa es una novedad. La pobreza subió en cada trienio entre 1981 y 2005. Pero en 2008 bajó en 12 millones de personas, cinco puntos porcentuales que llevaron el índice de pobreza al 47, por ciento. Dice el Banco Mundial que por primera vez, menos de la mitad de los africanos vive por debajo de la línea de pobreza.

América y Asia central revirtieron la tendencia a que hubiera más pobres en sus poblaciones.

Para The Economist, el fenómeno refleja “el éxito de largo plazo de China, el impacto de los programas sociales en América latina y el reciente crecimiento económico de Africa”. Y atención al párrafo que sigue, porque está incluido en una revista conservadora: “También es el resultado de procesos de expansión fiscal contracíclico en el que muchos países en desarrollo, y especialmente China, se embarcaron como respuesta a la crisis de 2007-2008”. Más aún: “Muchos economistas (incluidos muchos dentro del propio Banco Mundial) se mostraron escépticos ante esos programas, porque temían que serían inflacionarios e ineficientes. (Pero) los programas ayudaron a que los países pobres y de ingresos medios se hicieran más resilientes”.

La resiliencia es un término usado en ingeniería y en psicología. Describe la adaptación de los cuerpos a fuertes tensiones o cómo el ser humano se sobrepone al dolor.

El término fue usado en el mismo sentido que el Banco Mundial por la Comisión Económica para América Latina. La Cepal, que depende de la Organización de las Naciones Unidas, dijo a través de su secretaria ejecutiva, Alicia Bárcena: “Los países de la región muestran una resiliencia en las variables sociales que no se había registrado en crisis precedentes”.

La reducción de la pobreza comenzó significativamente en 2003. En 2009, por única vez desde aquel momento, por la crisis internacional aumentó un décimo de punto porcentual, de 33 a 33,1 por ciento. De 2008 a 2009 los países de la región, según la Cepal, habían reducido sus niveles. En Brasil, del 25,8 al 25,9 por ciento. En Paraguay, del 58,2 al 56. En República Dominicana, del 44,3 al 41,1. En Uruguay, del 14 al 10,7 por ciento. Si se toma el trienio 2006-2009, en la Argentina cayó del 21 a 11,3 por ciento y en Chile, de 13,7 a 11,5 por ciento.

Los porcentajes globales de mejora en América latina no fueron mejores por el aumento en Costa Rica, Ecuador y México. En este último país, que no aplicó las políticas contracíclicas descriptas por el Banco Mundial, el aumento fue de 31,7 por ciento en 2006 a 34,8 por ciento en 2008.

La Cepal registró que entre 2002 y 2009 cayó la pobreza infantil, pero alertó que de todos modos la miseria entre los más chicos es proporcionalmente mayor.

Para los técnicos del organismo es buena noticia que el gasto público social haya crecido notoriamente entre 1990 y 2008, de 445 a 880 dólares por persona.

En línea con el plan Bolsa Familia de Brasil o la Asignación Universal por Hijo de la Argentina, el objetivo regional debería ser el combate a lo que llama “reproducción intergeneracional de la desigualdad”. Para eso los Estados deberían tomar o profundizar transferencias monetarias a los hogares con chicos menores de 14, financiar “políticas que cubran los costos corrientes de incorporar a quienes no están cubiertos por servicios educativos y de cuidado (0 a 17 años)” y transferencias “relacionadas con los servicios de empleo y formación que se orienten directamente a los jóvenes en procesos de emancipación de la vida adulta (15 a 24 años)”. Los planes de triple impacto podrían mejorar la nutrición, la salud, el acceso a la educación preescolar, el apoyo a que los chicos progresen en el sistema educativo y el estímulo a que terminen la secundaria.

De ortodoxia, nada.

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