Jue 24.05.2012

EL PAíS  › OPINION

Un escenario de fractura

› Por Luis Bruschtein *

El plano inclinado que puso Hugo Moyano cuando exigió el respaldo del Gobierno para otro período al frente de la CGT lo lleva indefectiblemente a un escenario de ruptura. La relación con el Gobierno fue un tire y afloje permanente y con mucha desconfianza por parte de Moyano. Con esa historia, resulta evidente que el Gobierno decidió no respaldarlo esta vez y Moyano deberá exigirse a fondo para demostrar que su desempeño como titular de la CGT no se debió al respaldo del kirchnerismo, sino a su propio peso. Perder la conducción de la CGT o una ruptura de la central obrera aparecerían como una evidencia de que gran parte de la fuerza de Moyano residió en el respaldo kirchnerista. Lo que suceda de aquí en adelante dependerá de su propia fuerza. Y si el escenario de ruptura se confirma, pondrá en evidencia que, por sí solo, el dirigente camionero no tiene el peso suficiente para mantener unida a la CGT, es decir que no reúne los requisitos, o la capacidad de contención, que necesitaría la central.

Con su tire y afloje, mientras el Gobierno respaldó su liderazgo en la CGT, hasta hace seis meses, el actual secretario general de la CGT era oficialista. Sin asumirse como kirchnerista, respaldaba a un gobierno al que sólo le veía el lado amable. En tan poco tiempo cambió a una postura que parece desempolvada del fondo de una historia setentista. En sus discursos se lanzó a disputar la condición de peronista al oficialismo, al estilo de la disidencia justicialista encabezada por Eduardo Duhalde que fue demolida en las últimas elecciones.

Moyano no oculta la intención de trasladar su actividad gremial al plano de la política y así vivió su gestión en la CGT como un paso en ese sentido. De hecho, su lugar al frente del PJ bonaerense no fue un invento de Néstor Kirchner, sino la satisfacción de un planteo del mismo Moyano. Y parte de los choques con el kirchnerismo comenzaron cuando se armaron las listas de candidatos para las elecciones del 2011 y el resultado fue bastante más pobre que las expectativas del gremialista. El kirchnerismo no compartió la idea que tenía Moyano –en número de candidatos– sobre la transferencia de la representatividad gremial a la política. El oficialismo no veía el beneficio de darle apoyo total en la CGT y que en contrapartida usara su crecimiento en los gremios, logrado por ese respaldo, para disputarle espacio en la política.

En esa historia, desde su pasado oficialista reciente hasta su ruptura con el Gobierno, Moyano mostró muchas expectativas puestas en la política. Se ha escrito también que ve cierta equiparación con Lula, que fue el primer presidente obrero del Brasil. Ha dicho asimismo que Argentina está madura para tener un presidente de origen gremial. Y dicen que aspira a la construcción de un partido de tipo laborista, sin perder la identidad peronista, alrededor y conducido por el movimiento obrero.

Si el proyecto de Moyano es ese, la ruptura no lo ayuda y lo pone varios pasos atrás de donde se encontraba cuando empezó su pelea con el Gobierno. Todos los cambios en el peronismo están muy condicionados por las perspectivas del 2015, que entrarán en una recta final tras las elecciones de medio término. Moyano quedará fuera de ese recorrido decisivo de la política y en términos gremiales sería nada más que el dirigente de una de las cuatro centrales obreras que quedarían en el país: las dos CTA y las dos CGT.

Ese organigrama que quedaría del movimiento obrero expresaría una relación compleja con el proceso social ascendente que se produjo en Argentina desde el 2003. Los trabajadores han mejorado su posición, pero al mismo tiempo se han fragmentado sus representaciones. No es algo que le convenga al Gobierno porque, con cuatro centrales, tendría más dificultades para encontrar interlocutores y acordar políticas. Pero no parece un esquema definitivo, sino más bien una transición hacia un lugar todavía difícil de identificar. Como el agua, esos procesos buscarán su nivel al mismo compás que el proceso económico y la mejor forma de medirlo es en las generaciones más jóvenes que se han incorporado al activismo gremial y que van en sentido contrario al que eligió Moyano.

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