Claudio Cirigliano creció en Parque Patricios. Es hijo de inmigrante; su padre, Nicola Cirigliano, compró el primer colectivo –uno de la línea 295– que daría origen a lo que sería un imperio familiar. Nada sería más erróneo, sin embargo, que pensar en un crecimiento lento y esforzado, amasado a lo largo de los años. Su poderoso holding se infló más bien en pocos años, gracias a una aceitada relación con el Estado que le abrió las puertas del negocio de las concesiones y los subsidios. Para darse un idea, a principios de los ’90, los Cirigliano tenían dos líneas de colectivos en la Capital Federal. En apenas dos décadas, el holding acumularía 21 líneas de colectivos en la Ciudad de Buenos Aires, micros de larga distancia y la (ahora revocada) concesión de los ferrocarriles Sarmiento y Mitre.

El empresario tiene como socio a su hermano mayor Mario Francisco. De los dos aseguran que es él quien, por su personalidad, se ha ocupado siempre de las relaciones con el poder. El primer gran salto económico del grupo fue durante la gestión de Carlos Menem. La historia cuenta que Cirigliano aprendió a jugar al golf para estar cerca de Carlos Menem y que fue en los links donde logró hacerse un lugar en la agenda deportiva del entonces presidente. En 1994, el ministro de Economía Domingo Cavallo le daría el mejor negocio su historia, la concesión de Trenes de Buenos Aires (TBA). El acuerdo que le concedió el manejo de las líneas Mitre y Sarmiento y un porcentaje del subterráneo porteño fue firmado a bordo de una nave de la Armada, mientras Menem pasaba un fin de semana de pesca. Pero las buenas relaciones con el poder no se agotarían con el fin del modelo menemista, sino que continuarían con los siguientes gobiernos, incluida la gestión kirchnerista.

Durante el gobierno de Néstor Kirchner, la figura de Cirigliano fue estrechamente asociada a la del ex secretario de Transporte Ricardo Jaime. Sus competidores en el negocio del transporte le atribuyeron haber sido el empresario del sector que más creció entre el 2003 y el 2010, y diversas denuncias periodísticas le atribuyeron haber tenido en ese lapso un crecimiento del 80 por ciento.

Se dice amigo de Luis Barrionuevo, el Momo Venegas, Mario Montoto, Jorge Brito y Sergio Massa. También que la cercanía con el poder no lo hizo olvidar de dónde viene y que sigue eligiendo para veranear la costa de Necochea, donde iba de vacaciones en su infancia. Colecciona armas, es hincha de Vélez. Sus amigos le dicen el Gordo, aunque desde hace dos años el sobrenombre ya no le va porque se hizo un bypass gástrico que adelgazó su figura. Buscó siempre el bajo perfil y por eso prácticamente no ha dado notas. Su nombre, sin embargo, apareció recurrentemente en las crónicas de los últimos tiempos, a consecuencia de las críticas al manejo de los subsidios y al lamentable estado de los servicios de los trenes que estuvieron bajo su concesión.