EL PAíS › ANOCHE REPITIERON LA PROTESTA EN LA CIUDAD
Contra las restricciones para comprar dólares, contra la inseguridad, la corrupción y la inflación, contra que el canal del Estado emita 6,7,8 y contra Pakapaka, los caceroleros “por una Argentina sin Cristina” marcharon ayer a la Plaza de Mayo. La convocatoria había circulado durante toda la semana por las redes sociales –fue la tercera de los últimos días– y los juntó anoche detrás de la Pirámide de Mayo donde, en un intento de reflotar el “que se vayan todos”, cantaron “que se vaya a Angola” –una alusión al reciente viaje de la Presidenta– y “se va a acabar la dictadura de los K”. En dos esquinas de Barrio Norte y Belgrano también hubo cacerolazos.
Algunos de los carteles con que llegaron los manifestantes a la plaza: “Democracia sí. Monarquía no”. “Basta de vagancia.” “Basta de droga.” “¿Néstor es Dios?”
El cacerolazo había sido convocado para las 18.30. A las 19 se reunió un primer grupo y desplegó una pancarta con una frase de Noam Chomsky: “Si no creemos en la libertad de expresión para los que despreciamos, no creemos en ella”. Las cámaras de televisión ya estaban esperando y un sesentón de saco y corbata se paró delante de la pancarta con un megáfono e improvisó un discurso en el que llamó a “luchar por una Argentina sin corruptos” y a “protestar para tener una nación con dignidad”.
Como para levantar el clima, el hombre del megáfono invitó después a los presentes a cantar el himno. Después otro arengó “Ar-gen-tina Ar-gen-tina” y de ahí pasó al “Argentina sin Cristina”.
Según a quién se preguntara, los caceroleros hablaron de un variado conjunto de reclamos. Cristina Breccia –una mujer de unos cincuenta bien cuidados– dijo que había ido “para que se respete la Constitución Nacional”. Desde un sector social menos acomodado, Haydée Veiras, de 56 años, vecina de Flores, se mostró enojada por una campaña de desarme.
A las nueve de la noche llegaron los caceroleros que salieron desde el Congreso y el clima en la plaza levantó un poco. Entre los cantitos más repetidos estuvo “se va a acabar esa manía de robar”. El hombre del megáfono les dio la bienvenida haciéndolo sonar como una sirena. “Esta señora nos está llevando al abismo”, contestó sobre por qué protestaba. También algunos manifestantes fueron con sus autos desde el cacerolazo de Belgrano a la Plaza de Mayo, donde hicieron sonar las bocinas.
Cuando se juntó la suficiente gente, cantaron el himno, agitaron banderas argentinas y siguieron proclamando sus consignas, tan diversas como gente había en la plaza. Hubo poca policía y no se produjeron incidentes.
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