Dom 10.06.2012

EL PAíS  › ESCENARIO

El caso Assange

› Por Santiago O’Donnell

Tic tac tic tac. El tiempo se acaba para Assange. La semana pasada la Corte Suprema británica le dio quince días para dejar el país. Sus abogados consiguieron demorar la orden con una apelación de último momento que se va a resolver en estos días. Después habrá alguna otra instancia pero más temprano que tarde el fundador de Wikileaks muy probablemente termine en Suecia, donde lo investigan por asalto sexual. En ese país, según las estrictas reglas vigentes, Assange sería detenido y confinado no bien ingrese, mientras la fiscalía que se encarga del caso evalúa sus méritos para decidir si presenta o no una acusación a la Justicia.

No se trata de un caso más. Assange, como todos sabemos, facilitó la filtración de cientos de miles de documentos secretos del gobierno estadounidense y de grandes empresas. La Casa Blanca le ha pedido al fiscal general de ese país que investigue a Assange por espionaje, decisión que ha disparado un debate sobre libertad de expresión en Estados Unidos y el mundo, porque los propios diarios estadounidenses publicaban los documentos secretos que les facilitaba Assange. Algunos de esos documentos indican que un Gran Jurado de Alexandria, Virginia, habría acusado a Assange de una serie de crímenes, pero esa acusación permanece “sellada”, como se dice allá, o sea secreta, hasta que la fiscalía decida el momento de aceptarla y abrir la investigación. (El gran jurado es una instancia preliminar del sistema judicial estadounidense.)

El temor de Assange es llegar a Suecia y enterarse que los fiscales de Alexandria acaban de abrir la acusación del Gran Jurado y que por lo tanto exigen la extradición de Assange a Estados Unidos. Entonces, lo que a lo sumo podría ser una pena de semanas o meses en Suecia por un episodio sexual se convertiría en la posibilidad concreta de pasar varias décadas en una cárcel de Estados Unidos por espionaje. Con respecto al episodio sexual, se puede resumir así: Assange estuvo en Suecia parando en lo de una admiradora a la que la Justicia sueca llama Mujer A. Assange tuvo sexo con Mujer A, ella dice que el profiláctico se rompió y que él insistió con el sexo y la forzó a ella sin protección. A los pocos días Assange tuvo sexo con la llamada Mujer B. Según ella, después de la primera vez Assange intentó una segunda sin protección, forzándola. En la estricta ley sueca existirían tres clases de violaciones según el nivel de violencia. A Assange se le imputaría la categoría menos violenta. Como suele ocurrir en estos casos, son crímenes difíciles de probar, donde la veracidad de los testimonios llevan buena parte de carga de la prueba. Pero quienes conocen las conducta privada del fundador de Wikileaks no parecen tan sorprendidos por las acusaciones de las mujeres suecas.

Más allá de las culpas que pudiera tener, Assange no quiere ir a Suecia porque sospecha que el sistema judicial de ese país es maleable a los deseos de la Casa Blanca de extraditarlo por espionaje. En cambio en el Reino Unido, donde él está ahora, además de contar con una tradición de Common Law de protección al individuo, recibe el apoyo masivo de la opinión pública y también el de buena parte de los medios de comunicación británicos y angloparlantes. Por eso una extradición de Assange desde Gran Bretaña a Estados Unidos sería impensable sin la triangulación vía Suecia.

Pero Assange, más temprano que tarde, de no mediar un milagro, se tiene que ir a Suecia. La semana pasada, en fallo dividido por cinco a dos, la Corte Suprema británica dio lugar al pedido de extradición del país escandinavo. En una conferencia de prensa para anunciar su decisión, el presidente de la Corte británica explicó el razonamiento detrás del fallo. Resulta que poco importó lo que dijeron las mujeres suecas y menos aún la presunta acusación por espionaje de Estados Unidos. Assange no está acusado de ningún crimen. Un fiscal sueco lo anduvo buscando para interrogarlo, pero nunca lo encontró. Entonces lo citó por la fuerza pero como no estaba en el país le mandó una orden de captura de la Unión Europea. La ley europea que rige las capturas internacionales dice que los pedidos los tiene que hacer una “autoridad judicial”. ¿El fiscal es una autoridad judicial? Esa es la pregunta que decidió el caso, explicó el magistrado. Para la minoría que votó en contra, según la tradición legal británica, “autoridad judicial” significa un juez o una corte. Pero la mayoría interpretó que la ley europea sancionada en Bruselas, a la que adhirió el Reino Unido, no se basó en la tradición británica sino en el espíritu del código napoleónico y la expresión francesa del término “autoridad judicial”, en cuyo caso el término sí incluiría a los fiscales. Aunque parezca una disquisición menor, se trata de una decisión importante, que excede por mucho el caso Assange. Sucede que la ley, llamada Orden de Arresto Europea, creada en el 2004, permite que los fiscales, con mayor o menor dependencia de los gobiernos, decidan detenciones de personas sin la supervisión de una autoridad judicial, como sería un juez, que supuestamente pertenece a un poder independiente. Esto ha dado lugar a varias quejas de organismos de derechos humanos por abusos contra inmigrantes y perejiles, que incluso han sido debatidas en el Parlamento Europeo.

Por eso es probable que cuando termine la apelación en Gran Bretaña, Assange prolongue su estadía en el Reino Unido unos días más a través de otra apelación ante la Corte Europea de Derechos Humanos de Estrasburgo, sin dudas una vidriera importante para difundir y discutir un tema que hace a libertades civiles, oportunidad que Assange no suele de- saprovechar.

Hermético, solitario, vive sus últimas horas de libertad condicional en Gran Bretaña en una casa prestada sin los lujos del castillo que había ocupado hasta el año pasado tras su paso por la cárcel de Londres en diciembre del 2010, cuando Suecia libró la orden de arresto. Deja la comunicación en manos del número dos de la organización, el periodista islandés Kristinn Hranfsson, que atiende el teléfono desde Rekiavic.

Hranfsson dice que hay muchas razones para pensar que Suecia quiere mandar a Assange a Estados Unidos. Señala que Karl Rove, la eminencia gris de George W. Bush, es un asesor oficial del gobierno sueco. Que la semana pasada Hillary Clinton estuvo en Suecia vendiendo helicópteros. Que los Wikileaks mostraron que existe un acuerdo secreto entre el Servicio de Inteligencia de Suecia y la CIA. Que una muestra de esa colaboración es que la CIA secuestró a dos egipcios en Suecia y los mandó en un vuelo secreto desde Suecia derechito a las salas de tortura de Mubarak en Egipto.

Del caso mucho no quiere hablar, pero finalmente dice: “Assange fue acusado por una fiscal y al día siguiente la noticia se filtró en un tabloide. A día siguiente un fiscal superior determinó que no había elementos para presentar cargos en contra de Assange y el pedido de captura se levantó y la investigación se cerró, sólo para ser reabierta semanas después por una extrema presión política, a días de una elección presidencial”.

El caso Assange se da en el contexto del boicot mundial que las principales entidades financieras le vienen aplicando a Wikileaks desde noviembre del 2010. Visa, Mastercard, Bank of America, Paypal y Amazon cerraron sus cuentas de Wiki- leaks a pesar de que la organización no ha sido acusada de ningún crimen en ningún país. El boicot se torna más incomprensible cuando las mismas entidades financieras canalizan fondos para organizaciones racistas como el Ku Klux Klan.

Hranfsson dice que Wikileaks le ha hecho juicio a esas entidades en Bélgica, Dinamarca, Gran Bretaña y Australia. Dice que Wikileaks sigue recibiendo y difundiendo información, pero que gran parte de sus recursos, ya de por sí drenados por el boicot, se los termina llevando la batalla legal en sus distintos frentes. “Aunque hemos tenido que cerrar nuestros sitios seguros debido a las restricciones económicas, puedo confirmar que nos sigue llegando información por vías convencionales. Pero nuestra política es no adelantar detalles de nuevas filtraciones hasta el día de publicación”, cuenta el vocero de Wikileaks.

Ahora hay que esperar y estar atentos a la actitud de Estados Unidos ante una eventual extradición de Assange a Suecia. ¿Las Mujeres A y B son espías plantadas por la CIA? Hasta ahora no ha surgido ninguna prueba concreta. Sin embargo, aún está fresco en la memoria el caso del ex director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, falsamente acusado de violación por una prostituta en una operación mediática que fulminó la carrera del político socialista. El caso recuerda que desde los tiempos de Mata Hari a esta parte, explotar las debilidades y los vicios de las figuras públicas molestas forma parte del repertorio de las agencias de Inteligencia.

Tic tac tic tac. El tiempo se acaba para Assange. Pronto sabremos si hubo violación o trampa sexual, o si filtrar información equivale a espionaje. Veremos si

Assange, después de Suecia, se vuelve a Gran Bretaña como hombre libre o si termina preso en Guantánamo con los muchachos de Al Qaida.

Mientras tanto, el fenómeno Wikileaks sigue sacudiendo a los centros de poder. Esta semana le tocó al Vaticano, cuyo banco quedó comprometido en maniobras de lavado de dinero gracias a las filtraciones de un mayordomo supuestamente infiel, factótum de lo que la prensa italiana no dudó en bautizar como los “Vatileaks”.

Los ídolos pueden caer y sus instituciones pueden ser asfixiadas. Pero es más difícil encarcelar a las ideas.

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