EL PAíS › OPINION
› Por Martín Granovsky
Las dos posiciones de aquí a septiembre, cuando sesione la Asamblea General de la ONU, ya quedaron perfiladas. El Reino Unido busca tomar iniciativas fuertes que reivindiquen la posesión de las Malvinas. La primera fue el anuncio, esta misma semana, de un referéndum en las islas para 2013. La segunda, el izamiento de la bandera del gobierno isleño junto a la británica ayer en Downing Street 10, sede del primer ministro David Cameron. La Argentina, a través de la Presidenta, procura acumular apoyos e insiste en un discurso de diferenciación de la dictadura que resolvió el desembarco el 2 de abril de 1982.
A esa estrategia apuntaron las citas de Cristina Fernández de Kirchner a los documentos intercambiados en junio de 1974 entre la Cancillería argentina y el Foreign Office. Era presidente Juan Perón, que moriría unos días después, el 1º de julio. La Argentina estaba ya en una situación de acentuada crisis política, pero vivía bajo un régimen constitucional que terminaría 21 meses más tarde con el golpe del 24 de marzo de 1976. Es interesante la observación británica de entonces, que observaba primero un escenario de empeoramiento institucional con María Estela Martínez de Perón, esposa y vice de Juan Domingo Perón, y también la posibilidad de un golpe.
Si el peor costado de aquel Perón de 1973 y 1974 en sus relaciones externas fue la condecoración al jefe del grupo fascista Propaganda Dos, Licio Gelli, de fuertes relaciones con José López Rega y Emilio Eduardo Massera, entre otros, su mejor cara exterior era su preocupación por arreglar algunos conflictos pendientes. No sólo alentó las negociaciones con Londres. También con Uruguay, por la forma de compartir el Río de la Plata.
El aspecto llamativo de los documentos que citó ayer la Presidenta es el nivel de coincidencia de las dos partes: las dos banderas flamearían en las islas, se hablarían dos idiomas, quedaría garantizada una suerte de doble nacionalidad para los nacidos en las Malvinas.
Aunque en su discurso optó por no mencionarlo, quizá como un modo de mencionar sólo acciones de gobiernos democráticos argentinos, la realidad es que incluso la dictadura negociaba en 1981 con la entonces primera ministra Margaret Thatcher sobre el litigio de las islas. La guerra de hace 30 años, obviamente, terminó con ese largo proceso de tratativas que habían cobrado impulso tras la resolución obtenida en las Naciones Unidas en 1965 por otro gobierno democrático, el de Arturo Illia, que instaba a los dos países a negociar.
Otro punto subrayado por Cristina es que el problema es “bilateral” y que la otra parte, para la Argentina, no son los isleños, sino el gobierno del Reino Unido. Y que no sólo es bilateral sino, repitió ayer, “global”.
La globalidad fue expuesta por la Presidenta al exhibir la cuestión Malvinas como la prueba de que existen distintas categorías para definir la posición que cada país ocupa en el mundo. Una manera de aludir a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (los Estados Unidos, el Reino Unido, Rusia, China y Francia) y a su derecho a veto. El mecanismo valida las intervenciones militares de Washington y sus aliados militares, en primer lugar Londres. Cristina indicó los casos de Irak y Afganistán. Con posiciones distintas a la Argentina sobre el Consejo de Seguridad, porque quiere un asiento permanente, Brasil suele hablar en la misma frecuencia sobre las disparidades del sistema multilateral y sus desvíos militaristas.
Un nudo distinto de la globalidad fue presentado por la Presidenta simultáneamente como crítica y como oferta. La crítica: “El Reino Unido debería actuar con mayor inteligencia”. La oferta implícita: “Una negociación diplomática permitiría asociaciones beneficiosas entre Sudamérica y el mundo”. Lo dijo después de señalar que en el mundo en crisis de hoy pesan la energía, los alimentos y el desarrollo científico y tecnológico.
El primer ministro Cameron dijo ayer que no está dispuesto a jugar al Monopoly con la Argentina. El Monopoly se basa en negocios inmobiliarios. Sería bueno saber qué tenía de verdad Cameron en la cabeza. Anoche, ante la inminencia de las elecciones griegas del domingo, el gobierno británico lanzó otro salvataje para los bancos con la esperanza de que se reactiven las líneas de crédito, sobre todo hipotecario, después de la crisis de las hipotecas basura y la burbuja financiera del 2008. Se reunieron el encargado de Hacienda, George Osborne, el gobernador (presidente) del Banco de Inglaterra (equivalente del Banco Central), Mervyn King, y el intendente de la City, David Wootton. La City es la City. Londres tiene administración y el lord de la zona financiera detenta un poder simbólico importante.
King dijo que esta crisis es la peor desde la Segunda Guerra. Ese es el marco de la etapa actual del diferendo sobre Malvinas, en el que los dos actores siguen generando posiciones, alianzas o iniciativas para quedar en mejor posición para el largo o el larguísimo plazo.
Ninguna derrota bélica genera derechos de posesión para la otra parte en términos de la ley internacional. A la dictadura se le debe también el atraso en la discusión con el Reino Unido sobre Malvinas. En buena medida esa situación es la que necesita remontar el Estado nacional, lo cual explica tanto la composición inusualmente plural de la comitiva como la frase de la Presidenta sobre un liderazgo argentino en derechos humanos y también en no proliferación nuclear con fines de guerra.
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