Lun 25.06.2012

EL PAíS  › ENTREVISTA CON LOS AUTORES DE DARíO SANTILLáN, EL MILITANTE QUE PUSO EL CUERPO

“Era un referente muy importante”

Ariel Hendler, Mariano Pacheco y Juan Rey cuentan por qué le dedicaron un libro al militante asesinado junto a Maximiliano Kosteki, de cuyas muertes se cumplen diez años mañana.

› Por Ailín Bullentini

A Juan Rey le impactó el último gesto que tuvo Darío Santillán en su vida: fue a socorrer a Maximiliano Kosteki, víctima junto a él de la Masacre de Avellaneda, de la que mañana se cumplen diez años. Hacia 2009, Rey ya había conocido a Mariano Pacheco, periodista, amigo y compañero de militancia en el MTD de aquel barbudo de ojos celestes que dejó su vida en el playón de la estación de trenes de Avellaneda cuando recibió un tiro de la Bonaerense. Y Pacheco, que ya había recibido la propuesta de Ariel Hendler, colega y escritor, para trabajar en letras y papel la vida de su amigo, decidió que la oportunidad era especial: podría cerrar el duelo y, a la vez, homenajear a Santillán con un “verdadero hecho político”: “Se cumple una década de su muerte y la escritura de un libro es un hecho que, aunque discreto, interviene en la coyuntura política de un país”, definió. Los autores de Darío Santillán, el militante que puso el cuerpo (Planeta), asumieron su escritura de manera colectiva y de la misma manera dialogaron con este diario.

–¿Qué consideran que revela el libro?

Mariano Pacheco: –Es un buen homenaje con el que podemos dar a conocer a nuevas generaciones que se están sumando a la actividad política que los ’90 y la crisis del 2001 no fueron años de puro caos, sino que existió una experiencia generacional militante muy importante. Hijos, nuevas formas de sindicalismo de la mano de los estatales y docentes, las asambleas populares y las fábricas recuperadas son un ejemplo de eso. En ese sentido, demuestra también que Darío formó parte de una construcción colectiva: el Movimiento de Trabajadores Desocupados.

Juan Rey: –La historia de vida de Darío es un ejemplo de una juventud que desafía lo dado, que apuesta a una transformación, que le pone el cuerpo a una pelea por superar lo existente. Saber de sus pasos, de su origen, sus decisiones, es demostrar que se puede asumir esa pelea, algo que hoy están haciendo un montón de personas. Por otro lado, es un llamado a reflexionar sobre este mundo, el que asesinó a Darío. A tal punto es bárbaro, que sigue siendo el mismo tras su muerte, que este año fueron asesinados cuatro militantes del Frente Popular Darío Santillán en Rosario, tres en enero y uno hace días.

Ariel Hendler: –Darío es el resultante de un eje básico de militancia que recupera el libro: los movimientos de desocupados, las asambleas barriales y las fábricas recuperadas. Muchos creen que Darío Santillán merece ser recordado por su muerte. En realidad, era un referente muy importante que no era conocido públicamente, como otros dirigentes piqueteros. Era mucho más importante hacia adentro del movimiento que hacia afuera y eso tiene que ver con la forma de construcción política del MTD, de superar los personalismos.

–El libro recorre minuciosamente la vida del militante, incluso la de su familia antes a su nacimiento y de lo que ocurrió con los espacios en los que trabajaba tras su muerte. ¿Cuál fue la intención de contar así su vida?

A. H.: –Hay una intención de retratar una época: el neoliberalismo, el menemismo. El es la contracara de todo eso, el lado B, el de los marginados.

J. R.: –El hecho de contar la vida de su familia, de sus amigos, sus allegados (cuarenta allegados de Darío prestaron su testimonio a la elaboración del libro) apuntó a dar cuenta de la magnitud del daño que han hecho al asesinar una vida tan rica, apasionada y comprometida. Por otro lado, hablar de su cotidianidad por fuera del ámbito militante y político lo pone en un plano más humano, del que a veces una figura tan fuerte y simbólica de una época se aleja.

M. P.: –Quisimos demostrar que ese último gesto de Darío en la estación no fue mera casualidad. En el recorrido de su vida se ve una continuidad entre su militancia y su vida antes de esa decisión. A partir del detalle minucioso pudimos reconstruir que Darío vivió en el barrio en donde empezó a militar, se crió ahí, con los mismos problemas que tenía la base social que él representaba. El compartir una realidad social es una características de los militantes de espacios como los que integró Darío.

–¿Darío Santillán habría sido un dirigente social diferente de los de hoy?

A. H.: –Darío fue contemporáneo de muchos dirigentes sociales y políticos que hoy son públicamente conocidos. Su lucha fue constante contra toda lógica clientelar y punteril de construir política, que muchas de esas personas encarnaban ya durante aquellos años.

J. R.: –La militancia de Darío tenía que ver con una transformación social que estaba alejada de la búsqueda de cargos, de privilegios, que apostaba a algo distinto.

M. P.: –La manera de trabajo de Darío tuvo continuidad en estos diez años, aunque muchas veces eso no esté en las tapas de los diarios o en los canales de televisión. Esa continuidad está en actividades que se construyen más imperceptiblemente: trabajo cooperativo, centros de estudiantes, bachilleratos populares, grupos de género, de arte.

–Por otro lado, el libro excede la vida del militante y analiza en profundidad fenómenos más amplios, como el movimiento piquetero. ¿Por qué consideraron necesario realizar ese trabajo de investigación?

A. H.: –Es como si fueran dos caminos paralelos: por un lado Darío, su infancia y adolescencia, y por otro la gestación y evolución del movimiento piquetero. En algún punto, estas historias se cruzan.

M. P.: –Nos enfrentamos al desafío de escribir un libro sobre una figura muy fuerte desde lo personal, que fue quien fue por trabajar en un espacio político que se destaca por conjurar los liderazgos unipersonales, las figuras estrellas. ¿Cómo no ser injustos con ese movimiento? El desafío fue dar cuenta de Darío, sí, pero en el marco de una experiencia colectiva con banderas determinadas.

J. R.: –La vida de Darío tuvo que ver con un compromiso político, con un proyecto. Nos pareció equivocado hacer solo hincapié en su vida sin contar el contexto en el que creció como militante. Tal vez, para que quien lea el libro pueda entender las banderas que sostenía Darío, dejar de pensarlo como un hombre víctima y empezar a pensar en las banderas que se intentaron matar aquel 26 de junio de 2002.

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