EL PAíS
› OPINION
Ensuciar el ballottage
› Por Martín Granovsky
Carlos Menem empezó a preparar el terreno de la OSH: Operación Soldado que Huye. Al estilo menemista, claro. Con dichos falsos y acusaciones imprecisas. De todos modos, ya verá si lo hace. Anoche dijo que no. Por ahora es la etapa de exploración.
El 27 de abril, con los resultados en la mano, Menem parecía Domingo Cavallo aquel día en que perdió con Aníbal Ibarra. Lució perdido cuando habló de ocho puntos de diferencia sobre Néstor Kirchner. Al final no llegaron a tres. Pero no hay que pensar que Menem seguirá perdido y sin iniciativa. Ante la chance de ser derrotado por un margen espectacular, su objetivo podría ser ensuciar el ballottage y dejar al próximo gobierno como una administración débil.
Menem suele decir que jamás perdió cuando se presentó a elecciones, de 1973 hasta aquí. ¿Cuál sería la única manera de mantener esa tradición de 30 años? No llegar al momento de la derrota, como cuando declinó la re-reelección tras la amenaza por parte de Eduardo Duhalde de convocar un plebiscito en la provincia de Buenos Aires.
Sin embargo, ni el menemismo ni Menem apuestan solo a los libros de historia. Piensan, más bien, en el poder aquí y ahora, en los negocios, en la política, en la impunidad para algunos dirigentes, en el manejo de parte del Senado y la Cámara de Diputados y en el control de punteros provinciales. Incluso en la Corte Suprema. Si el 18, como parece, Kirchner aplasta a Menem, en buena medida esas expectativas quedarían truncas. Es difícil ser eterno si los votantes dan la espalda, si un peronista termina superando el 62 por ciento de Juan Perón en 1973 y si los punteros, con olfato de poder, se dan vuelta en el aire para caer distintos, flambeados y apetitosos.
Soldado que huye sirve para otra guerra: la otra guerra del menemismo es buscar la invalidación del próximo presidente. Si Menem abandonara, cosa que él dice que no sucederá, en lugar de asumir con más del 50 por ciento de los votos Kirchner debería hacerlo solo con el 22 por ciento de la primera vuelta. Después Menem aprovecharía los problemas de Kirchner para compararlo con la debilidad de Arturo Illia, confiado en que las dificultades naturales de gobernar un país en crisis taparían la fuga de hoy. Pero esto es ciencia ficción. ¿Es?