EL PAíS
› FRANCO PAGO EL RESCATE Y FLORENCIA FUE LIBERADA.
MAURICIO APROVECHO PARA VOLVER A LA POLITICA
Los Macri, del secuestro a la campaña
Tras cinco días de cautiverio, la chica fue abandonada en Moreno a las 4.30 de la madrugada. El rescate se había pagado cuatro horas antes cerca del campo de Polo del Club Hípico de Hurlingham. Por la tarde, Mauricio Macri reanudó su campaña. Dijo que “la situación está descontrolada” y que los secuestros se producen “por la ausencia del Estado”.
› Por Horacio Cecchi
Siguiendo un estricto orden cronológico de los hechos, habrá que señalar: primero, que Florencia Macri fue liberada ayer, alrededor de las 4.30 de la madrugada, tras pasar cautiva cinco días y medio, y luego de que su padre, Franco, entregara personalmente 800 mil dólares por su rescate. Segundo: la liberación provocó un giro en el caso, no policial sino político. El propio Mauricio Macri rompió el silencio. Ayer se sacó el jogging de hermano de la víctima y se puso el traje de candidato a jefe de Gobierno porteño: hizo del secuestro de su hermana un slogan de campaña. Sostuvo que “hay dos secuestros por día”, que “la situación está descontrolada” y que todo ocurre por “ausencia del Estado”, pese a que el clan se nutrió de los vacíos dejados durante las privatizaciones menemistas. También reconoció que había formalizado la denuncia “desde el primer día”, pero que no lo había revelado antes para evitar un mal trago a Florencia. Mauricio Macri rompió el silencio cuando la oposición le tocó un flanco casi tan sensible como el de la angustia: la imagen. Lo acusaron de eludir a la Justicia, algo poco conveniente para un candidato.
El caso, entonces, habrá que separarlo en dos hemisferios, dos etapas, ninguna de las dos contradictorias entre sí, aunque unidas por malabarismos discursivos. La primera, relativa al secuestro en sí mismo, en la que el silencio prevaleció sobre cualquier otra señal. Silencio de un clan habituado al hermetismo en los negocios, al verticalismo del patriarca Franco, a estrechar filas cuando de la seguridad familiar se trata, y a sostener ese silencio frente al poder político.
De ese silencio, por otra parte absolutamente comprensible, apenas trascendieron algunos detalles. Oficialmente, la familia no reconoció el secuestro hasta que, 48 horas después, el jueves 1º de mayo, el silencio fue insostenible. Entonces, sólo pidieron comprensión y distancia. El auto apareció el jueves por la noche, en Acha y Alzaga, Hurlingham. Dentro, hallaron un ticket de peaje de autopista que daba un indicio del recorrido de la chica y sus captores. El sábado, también por trascendidos, la familia obtuvo una prueba de vida: en un cajero del Acceso Norte, había una carta manuscrita de Florencia.
Esa misma noche, aunque nadie de la familia lo confirmara, Franco, acompañado por el jefe de su custodia personal, se internó en Parque Leloir, entre Hurlingham y Moreno, para efectivizar el pago. Los trascendidos, nuevamente, indicaron que la suma oscilaba entre los 750 mil y los 800 mil dólares. Pero la operación no se concretó. “Las bandas que secuestran acostumbran estudiar cómo responden los familiares, antes de arriesgarse”, confió un investigador a Página/12. Finalmente, ayer, alrededor de las 0.30, según versiones, el propio Franco Macri, junto al jefe de su custodia, habría sido el encargado de efectuar el pago, arrojando el dinero desde el automóvil junto al campo de Polo del Club Hípico de Hurlingham.
Cuatro horas más tarde, Florencia fue liberada. La abandonaron en el partido de Moreno. “Caminá cuatro cuadras derecho y vas a encontrar una remisería”, le dijeron sus secuestradores antes de abandonarla. La chica caminó las cuatro cuadras, hasta Victorica y Mármol. Allí, a diez cuadras del centro de Moreno y a una del Acceso Oeste, se topó con la remisería Oeste. No hizo falta que aclarara quién era. “Los choferes la reconocieron enseguida”, aseguraron a este diario en la empresa. Previa comunicación con su familia, la chica abordó un Ford Escort de la remisería que la trasladó hasta la casa de Franco, en Barrio Parque. Habían pasado alrededor de cinco días y medio en los que el silencio prevaleció con buen sentido. Hasta ese momento, el delito de instancia pública había retrocedido ante el interés individual de la víctima. Tanto la familia Macri como las fuentes consultadas por este diario aseguraban que “no se realizó denuncia alguna” y se imponía el criterio de que la jueza federalporteña María Servini de Cubría y Delitos Complejos de la Federal actuaban de oficio. Siempre por trascendidos.
Dos horas después de su liberación, Florencia, acompañada por su medio hermano Mauricio, se presentó ante el comisario Carlos Sablich, titular de Delitos Complejos, para declarar lo que sabía. Según Mauricio, poco y nada, “porque la tuvieron vendada todo el tiempo y sedada con pastillas”. Las hipótesis que manejan los investigadores son varias. Según reveló a este diario uno de ellos, “éste fue un secuestro común, no puedo decir nada más”. Tres datos ponen en duda lo “común” del caso: tuvo lugar en territorio porteño (todos los expertos señalan que salvo contactos “especiales”, es territorio vedado y riesgoso), a plena luz del día. Y la secuestrada fue nada menos que una Macri.
Otra línea de investigación analiza la intervención de una banda residual, que ya está habituada a los secuestros y que actúa en el corredor de la Zona Norte hasta Moreno (ver página 2). El 1º de mayo fueron liberados, en Moreno, otros dos secuestrados, Gisel de Casese, y el ingeniero Rodrigo Rodríguez Varela. La tercera línea, no del todo descartada, analiza las vinculaciones directas de Florencia. En coincidencia con esta última hipótesis, allegados a los Macri indicaron que intentaban radicar a Florencia en Estados Unidos, por temor a la inseguridad y para alejarla del ambiente en que se movía. Tanto la familia como el propio jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof, salieron a desmentir alguna “intencionalidad política” en el secuestro. Eso sí, en forma oficial y terminante.
Pero ayer por la noche, el propio Mauricio imprimió otro rumbo al caso. El hermetismo mantenido a rajatabla de pronto comenzó a mostrar sus hilachas. El legislador porteño Jorge Giorno (Partido de la Ciudad), que apoya la reelección de Aníbal Ibarra, acusó a Mauricio por no haber realizado la denuncia. “Hace campaña para ser jefe de Gobierno y esquiva a la Justicia”, sostuvo. Fue demasiado. El costado sensible de los Macri, la imagen, no soportó el silencio. Y todo el caso se incrustó en su segunda etapa: repentinamente la suerte corrida por Florencia dejó de ser de instancia privada para transformarse en un caso de interés público.
Así lo dio a entender Mauricio Macri, ya con el traje de candidato y sin mediación de ninguna especie. Primero, negó connotaciones políticas al secuestro. Después las incorporó él mismo. Respondió a Giorno, sin mencionarlo. “Los que dicen que eludo la Justicia están desinformados”, dijo y recién entonces informó: “Yo, personalmente, hice la denuncia el primer día. Lo que pasa es que no se puede estar haciendo pública esa denuncia mientras uno negocia con esa gente”. Después siguieron sus eslóganes: “La cosa está descontrolada. Hoy hablamos de este secuestro pero hay dos por día; es un tema de ausencia del Estado. En este nivel de anarquía pasa este tipo de delitos”, dijo. Y por si no quedaba claro, subrayó: “Esto no tiene nada que ver con operativos políticos”.
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