EL PAíS
› UNA LISTA DE PUNTOS OSCUROS
Los enigmas del caso
› Por Raúl Kollmann
Un ex gendarme o un ex oficial de las Fuerzas Armadas. Ese sería el jefe de la banda que está ampliamente extendida en la zona de Moreno y a la que apuntan los investigadores del secuestro de Florencia Macri. Se trata de una organización que tiene una estructura considerable, actúa en células y ya incursionó en el asalto a camiones blindados. Más allá de las sospechas policiales, el secuestro de la joven plantea interrogantes en todos los terrenos.
u El momento del secuestro: Lo más llamativo del caso Macri es que hasta ahora no apareció ningún testigo del momento en que la chica fue abordada por los secuestradores. Más aún teniendo en cuenta que, según todo lo indica, fue en San Telmo y a plena luz del día. Para algunos, esto marcaba claramente la posibilidad de un entregador, alguien que la convenció de ir a algún lugar y allí se produjo el abordaje de los secuestradores. Los expertos en este tipo de casos, en cambio, sostienen que hay muchos casos en que no hay testigos. “Se trata de una sola chica a la que basta apuntarla con un arma. No es necesario cruzarle un auto ni nada por el estilo. Lo más probable es que nadie haya visto el momento, pero también pudo haber algún testigo que se borró. Gran parte de la gente evita los problemas judiciales”, analizó el experto consultados por este diario.
u El lugar del rapto: Según los investigadores, la banda tenía buena información sobre Florencia y estudió con detenimiento el momento y el lugar del secuestro. Las dudas tienen que ver con que se trata de la Capital Federal, donde se han hecho menos frecuentes los raptos porque se corre un riesgo evidente: cruzar con el secuestrado el operativo cerrojo que funciona en algunos límites entre Capital y provincia de Buenos Aires. Desde ese punto vista, hay dos alternativas. La primera es que la banda tenga una especie de zona liberada policial, algo que ha ocurrido en numerosas oportunidades, especialmente en casos de secuestro. Por ejemplo, se ha visto participación de policías en los casos de Echarri y en el caso de Diego, el chico que fue asesinado en El Jagüel. Lo mismo ocurrió cuando lo secuestraron a Mauricio Macri en el ‘91, cuando la banda era de hombres de la Policía Federal.
Los investigadores niegan esa zona liberada policial y le dan a la operación otro enfoque. Sostienen que San Telmo es un buen lugar para salir rápidamente a la autopista y encarar por Gaona hacia la zona en la que opera la banda: Moreno. En general, la metodología que utilizan es que un auto que va delante del coche en que llevan al secuestrado va estudiando si hay o no un operativo demasiado estricto en el cruce a la provincia. Esa es una de las claves de la investigación: se están buscando las filmaciones de las cabinas de peaje para detectar qué vehículos participaron en la operación del secuestro.
u Los aguantaderos: Por lo que se sabe, Florencia estuvo cautiva relativamente cerca del lugar donde al final la dejaron, el partido de Moreno. Este elemento, entre otros, hace sospechar de la banda que tiene como jefe a un ex gendarme o ex militar, que funciona en casas de varios barrios humildes de esa zona. Altos jefes policiales le dijeron a este diario que efectivamente esa organización, que actuó en otros casos, aparece como la más sospechosa. Sin embargo, no hay hasta ahora ninguna evidencia demasiado precisa de que haya sido esa banda la que perpetró el secuestro.
u El pago del rescate: El método elegido no fue el más habitual. Esta vez se buscó un descampado que está detrás de una cancha de polo en Hurlingham y no un tren, un colectivo o un puente desde el cual se arroja la bolsa con el dinero. El descampado señalado es un lugar con bastante vegetación y en el que no hay tránsito vehicular, de manera que los secuestradores perfectamente se pudieron esconder y, además, verificar si detrás del auto en el que llegaba el que iba a pagar venía otro auto conpolicías. La zona es totalmente oscura, por lo que un segundo vehículo se hubiera visto a la distancia. En ese caso, hubieran llamado al celular de la familia y suspendían el pago. Además, esas bandas usan habitualmente un sistema de motos para controlar quiénes van en el coche en el que está el rescate y un sistema de campanas para asegurarse que no haya policías en las inmediaciones. Como es obvio, el rescate debió tirarse desde el auto al descampado. De todas maneras, también una alta fuente policial le dijo a este diario que la banda aplicó un sistema novedoso, pero se negó a precisar en qué consistió la novedad.
u ¿Un secuestro político?: Los investigadores dicen que no. En la Casa Rosada miraron el caso con recelo porque, como es obvio, supuestamente beneficiaba al candidato que más habla de la mano dura y de usar a los militares en temas de seguridad. Sin embargo, ayer se descartaba esta hipótesis: “Hubieran demorado todo, a cada paso hubieran trabado la negociación poniendo más condiciones o cortando el teléfono abruptamente, habríamos visto amenazas feroces y hechas llegar de alguna manera a la prensa. Tenía pinta de caso político, pero la rápida aparición de la chica prácticamente descarta esa alternativa”, decía anoche uno de los expertos.
Para el Poder Ejecutivo el caso de Florencia Macri plantea una realidad distinta: no se trata de delincuencia social ni el producto de una situación de crisis o desempleo. No es el robo de un auto en el que actúan jóvenes que buscan quedarse con 300 o 400 pesos, que es lo que les pagan los desarmaderos. No es tampoco un secuestro express, hecho al boleo, en que un grupo sin estructura se queda con 500 o mil pesos en dos o tres horas. En este caso, según parece, hay una organización de por medio, con información, buena técnica en comunicaciones, bastante gente, células, un lugar donde tener a un secuestrado muy buscado y, como suele suceder en las últimas décadas, un jefe que vistió uniforme, quizás el mismo que Menem sueña con poner en las calles para garantizar la seguridad ciudadana.