Jue 08.05.2003

EL PAíS  › OPINION

El eje del debate

Por Emilio de Ipola y Claudia Hilb *

El resultado de la elección del domingo 27, que llevó al ballottage a dos candidatos justicialistas, Carlos Menem y Néstor Kirchner, propone una situación inédita para la Argentina de las últimas décadas. Lejos de reducirse, como se ha dicho, a la resolución de la interna peronista, creemos que debemos observar la elección de Presidente desde una óptica resueltamente diferente: el acontecimiento más significativo de dicha elección es que, por primera vez desde 1945, el eje peronismo/antiperonismo estará absolutamente ausente de la decisión que tomarán millones de electores.
Neutralizado el eje peronismo/antiperonismo, ¿cuál será entonces el eje sobre el cual se partirán las aguas de la decisión del electorado? Para el electorado –peronista y no peronista– no embanderado en las luchas internas del justicialismo, Menem y Kirchner representan dos modelos de gestión política, económica e institucional con fuertes diferencias. A riesgo de simplificar, Menem representa un proyecto de liderazgo autocrático, poco respetuoso de las instituciones republicanas, con una trayectoria cuyos rasgos más salientes han sido la corrupción generalizada, infiltrada en todas las esferas del poder político y económico, y una férrea vocación de atar la gestión económica al timón de los intereses más concentrados de la economía. Frente a ello, Kirchner aparece como un líder político más interesado (pese al modelo hegemonizante que inspiró su gobierno en la provincia de Santa Cruz) por la transformación de las prácticas corruptas enquistadas en la política argentina, más dispuesto a intentar transitar el estrecho desfiladero que la tremenda crisis argentina deja aún abierto con el máximo posible de autonomía, y con una atención particular puesta en paliar la situación de los más afectados.
En el activo de Kirchner hallamos dos elementos –menor corrupción, mayor progresismo– que deberían, si el santacruceño no desoye la voz poderosa de la primera vuelta de las elecciones, garantizar su triunfo el 18 de mayo. Sería un error pensar que el casi 17 por ciento de los votos que obtuvo López Murphy se volcará preferentemente a Menem, como también lo sería pensar que el 14 por ciento del caudal electoral de Carrió irá a engrosar automáticamente el electorado de Kirchner. De la decisión de este último depende que la segunda vuelta no se transforme en un enfrentamiento faccioso, sino en la elección entre dos actitudes opuestas frente a la crítica situación actual. Para ello, Kirchner deberá saber consolidar los rasgos positivos que el electorado quiso percibir en él y abstenerse de actuar como el representante de un duhaldismo revanchista y triunfante. Deberá en particular realizar una adecuada lectura de la situación y, consecuentemente, hacerse cargo de aquello que está en juego para los electores: la opción entre una expresión corrupta, antiinstitucional y cínica de la derecha y la centroderecha, y una expresión moderada, republicana y democrática de lo que hoy, tras el fracaso de la Alianza y el colapso económico, social y político del que debemos emerger, parece tener el rostro modesto de un gobierno social y éticamente aceptable. Lo que no es poco.
* Sociólogos.

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