EL PAíS › OPINION
› Por Alberto Sileoni *
En referencia al oficio periodístico, Pierre Bourdieu mencionaba el “efecto de interlectura”, del “juego de espejos”, como mecanismo constitutivo de la profesión; decía que para un periodista resultaba absolutamente necesaria la lectura de los periódicos: “(...) para saber lo que uno va a decir hay que saber lo que han dicho los demás”. La “circulación circular de la información” era, para Bourdieu, una condición profesional: “La competencia entre los periódicos, entre los periódicos y la televisión, entre las cadenas de televisión, adquiere la forma de una rivalidad temporal por la primicia informativa, por ser el primero. (...) Es decir, hay temas que son impuestos a los telespectadores porque antes lo fueron a los productores, precisamente por la competencia con otros productores”.
Es lícito el propósito de obtener primicias informativas, pero alcanza sus límites cuando en esa búsqueda se instala como verdad una mentira.
La semana pasada realicé una entrevista radial, cuyo motivo era explicar los resultados de una encuesta realizada por el Ministerio de Educación de la Nación sobre los consumos culturales de los jóvenes. Se me requirió opinión sobre la organización y la participación política de los jóvenes y respondí, como harían millones de argentinos, celebrando esa participación como un avance de la democracia. Dos horas más tarde, un portal de noticias le puso el título a una supuesta declaración nunca dicha: Sileoni afirmó que la toma de los colegios es un triunfo de la democracia.
De ahí en más, la falsedad y el engaño echaron a rodar, haciendo evidente el modo en que los medios de comunicación concentrados se han independizado de la verdad.
Quiero expresar, una vez más, mi opinión al respecto. No alentamos la toma de escuelas; siempre hemos sostenido su carácter extremo. No realizo esta afirmación como consecuencia de aquella polémica; es la posición personal y del Ministerio desde hace varios años. (Ver Clarín del 5/9/10 y del 6/4/11.)
Seguramente el debate es más profundo y debamos discutir sobre qué valores queremos construir la sociedad del futuro.
Nuestras ideas se exponen en las políticas ministeriales: creemos en la autoridad y también en el orden. Sostenemos que la escuela es una institución que debe ser gobernada por adultos; no dudamos de la asimetría del vínculo pedagógico, como tampoco de la absoluta igualdad del vínculo humano.
Pero con el mismo énfasis sostenemos que no se puede ejercer la autoridad como se hacía en el pasado, porque hoy la autoridad no la confieren exclusivamente los cargos, sino el ejemplo cotidiano de entrega, respeto y compromiso que expresamos en nuestros actos; no es posible ejercerla sin escuchar, sin respetar a los jóvenes y sin construir con ellos canales de participación efectiva; de todo eso los adultos somos los primeros responsables.
Siempre estimulamos el respeto por la palabra en las acciones que llevamos a cabo a través de los programas de Convivencia y Mediación Escolar, Observatorio de Violencia, Parlamento Juvenil y Educación Sexual Integral, entre otros.
Aunque sea el camino más difícil, preferimos el debate abierto, sin creer que intentar un razonamiento de mayor complejidad sea una ambigüedad, ni que todo matiz deba ser considerado tibieza. No somos ambiguos, ni imprecisos; simplemente nos negamos a decir lo que algunos quieren obsesivamente que digamos.
Además, queremos ampliar la discusión; no debemos reducirla a lo que sucede exclusivamente en dos prestigiosas escuelas universitarias porteñas, otra trampa a la que siempre nos invitan algunos comunicadores. El sistema educativo nacional tiene 3,5 millones de alumnos en más de 9000 escuelas secundarias de todo el país, de las que se acuerdan poco salvo para anunciar, solícitos, alguna mala noticia.
Participar en actividades políticas, sociales y solidarias es un derecho de los estudiantes según la Ley de Educación Nacional, sancionada por unanimidad por el Congreso de la Nación en el año 2006. Así lo expresa en su artículo 126: “Los/as alumnos/as tienen derecho a: integrar centros, asociaciones y clubes de estudiantes u otras organizaciones comunitarias para participar en el funcionamiento de las instituciones educativas, con responsabilidades progresivamente mayores, a medida que avancen en los niveles del sistema”.
Claro que sabemos que la toma de una institución no es el triunfo de la democracia; es el fracaso del diálogo, y por eso, la evidencia de un doloroso desencuentro.
Lo que sí es una victoria rotunda del sistema democrático y de la sociedad en su conjunto es la presencia efectiva de los jóvenes lanzados a la actividad política, social y solidaria, profundizada desde el 2003 por los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, porque los invitan a soñar, a exigir el cumplimiento de sus derechos y a tener una voz propia que se escuche y respete.
También para eso, pese al fastidio de los nostálgicos, enseñamos en las escuelas argentinas, en las escuelas de nuestra patria de la esperanza recobrada.
* Ministro de Educación de la Nación.
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