EL PAíS
› UN GABINETE DE EDAD PAREJA,
COMBINACIÓN DE KIRCHNERISTAS, SANTACRUCEÑOS Y DUHALDISTAS
Cómo son y qué piensan los trece apóstoles de Kirchner
Casi todos nacieron después de 1950. Aborrecen del pensamiento económico conservador y por primera vez desde que Carlos Menem se abrazó a los Alsogaray, forman el primer gabinete en el que ninguno de los ministros pertenece al establishment. Lo cual es una novedad aunque no, aún, una garantía.
› Por Martín Granovsky
La mayoría tiene entre 45 y 53 años. Son peronistas de origen. Algunos siguen siéndolo. Otros pasaron por el Frepaso y no recuperaron su afiliación original: están con Néstor Kirchner y quizás no estarían con otro presidente peronista. Pero el dato distintivo del gabinete que anunció ayer el presidente electo es, además de la homogeneidad, la ausencia de figuras del establishment en el nivel más alto del Poder Ejecutivo por primera vez desde 1989.
El batacazo del nuevo gabinete es Rafael Bielsa (rosarino, 50 años, buena pluma, ex secuestrado en manos de Leopoldo Galtieri) en Relaciones Exteriores. Sonaba para el área de Justicia –el Ministerio o la Procuración– e incluso para un puesto futuro en la Corte Suprema. Según dijo un colaborador del presidente electo a Página/12, la lógica de Kirchner para tener a Bielsa en el gabinete fue contar con una figura que considera propia. De paso, afirmaba una alianza de hecho despejando el camino para que Aníbal Ibarra compita con Mauricio Macri por la Jefatura de Gobierno. ¿Por qué en la Cancillería? “Por prestigio, nivel intelectual, adhesión al diseño de Kirchner de acercamiento a Brasil y peso individual”, fue la explicación que recogió este diario. Esos argumentos parecen haber pesado más que la inexperiencia diplomática de Bielsa. Es un rasgo que entre los kirchneristas no tenía por ejemplo Jorge Taiana, que pasó por la Cancillería y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pero en el pasado sí compartieron Dante Caputo, Domingo Cavallo, Guido Di Tella y Carlos Ruckauf. Es verdad que Ruckauf fue embajador en Roma. Pero llegó a canciller porque antes huyó de la provincia de Buenos Aires. Y solo dejará un recuerdo imborrable por sus viajes a Nueva York. El arte de Bielsa consistirá en armar un buen equipo de políticos y diplomáticos de carrera. También en no dejarse seducir por el actual paquete, combinación de un grupo de diplomáticos permeables y el sello del secretario de Culto Esteban Caselli, ex menemista, actual ruckaufista y aspirante a la eternidad en el poder.
El nombramiento de Bielsa cumple con las condiciones que puso Roberto Lavagna para el puesto de canciller. “Que sea quien tenga que ser, pero que sea compatible conmigo”, dijo. Lavagna apuesta a fortalecer la coordinación política con Brasil y no quería un competidor ni un político obsesionado por inflar temas de largo plazo como la moneda común. Tampoco estaba dispuesto a soportar ruidos en la negociación externa, donde su estrategia seguirá siendo buscar más tiempo que plata.
Lavagna fue uno de los ejes de la campaña de Kirchner. Con él buscó no solo capitalizar el final de la recesión. También una imagen de que profundizará el actual rumbo de sustitución de importaciones, negociación con las privatizadas, estabilidad con planes sociales y administración sin histeria. Una suerte de transición pragmática entre el desastre que dejaron la Convertibilidad y su final y una economía todavía sin definir, aunque se supone que con más Estado y, otro tema abierto, con menores niveles de injusticia.
Ginés González García estaba tan entusiasmado con seguir en una función ejecutiva que hasta rechazó integrar la lista de diputados en la que entraron todos los actuales ministros. “Además, yo no necesito fueros”, susurró en su momento. Su capital político es la difusión de genéricos que abarató los medicamentos. Kirchner lo llamó varias veces “el mejor ministro de Salud de la historia argentina”.
GGG es un histórico del peronismo bonaerense pero no un caudillo territorial. En cambio sí lo es el quilmeño Aníbal Fernández, futuro ministro del Interior. Fernández es un experto en hablar con frases que se convierten en títulos periodísticos y un fanático de la negociación. Conoce como nadie el frente piquetero. Tenía trato personal con Maximiliano Kosteki y Darió Santillán, los asesinados del 26 de junio del año pasado, mantiene una relación excelente con Raúl Castells y es enemigo de la solución represiva. No está claro, de cualquier manera, si laSecretaría de Seguridad volverá a Interior o seguirá en Justicia, donde irá otro de los tapados en las designaciones de ayer, Gustavo Beliz, que igual que Bielsa deja su candidatura a jefe del gobierno porteño. Beliz vuelve al gobierno que dejó en 1993, cuando era ministro del Interior de Carlos Menem y renunció denunciando la corrupción. Después hizo intentos fracasados, más bien municipalistas, y militó con Domingo Cavallo, a quien terminó acusando de “bulimia de poder”. Con Cavallo incorporó la tesis de la “tolerancia cero” de la policía neoyorkina, que Bielsa rebatió como asesor de Kirchner en seguridad durante la campaña electoral. De todo el gabinete, Beliz es el ministro de mejores lazos con la Iglesia católica, sobre todo con el Opus Dei. Si Seguridad no pasa a Interior, le corresponderá a Beliz intervenir en las designaciones de la Policía Federal, donde el sector de Inteligencia quiere imponer al comisario Miguel Angel Colella, un antiguo agente de Coordinación Federal que participó en una persecución al Centro de Estudios Legales y Sociales en tiempos de la dictadura. Anoche circulaba con insistencia que el fiscal Norberto Quantín iría a Seguridad. En el área de Beliz está Derechos Humanos, donde podría recalar una figura con peso histórico entre los organismos, buenos vínculos con todos más allá de sus diferencias y prestigio en el exterior.
A pesar de la cercanía de Beliz con sectores de la Iglesia católica Kirchner no le dio el Ministerio de Educación a él sino a Daniel Filmus, 48, peronista de centroizquierda y el primer judío que ocupa el cargo a nivel nacional. Político hábil, Filmus no se desayuna con un sacerdote por mañana. Como secretario de Educación de Aníbal Ibarra cultivó una buena relación con el arzobispo porteño Jorge Bergoglio, un jesuita que se lleva bien con Eduardo Duhalde, fríamente con el Opus y decididamente mal con Caselli.
Kirchner se aseguró una dotación de negociadores políticos: la dupla Fernández & Fernández. Uno es Aníbal. Otro, Alberto, su futuro jefe de Gabinete, un puesto al que llega como prolongación natural de la dirección de la campaña y el tejido que permitió la bendición de la opción Kirchner por parte de Eduardo Duhalde. Alberto Fernández (44, Juventud Peronista en los ‘70, cafierismo en los ‘80, aliado a Cavallo después, kirchnerista desde que el santacruceño decidió avanzar hacia la Presidencia) es la mano derecha del presidente electo en política y su principal operador. Fernández suele decir a sus amigos que se ve a sí mismo como el puente entre dos culturas, la del grupo santacruceño y la del peronismo bonaerense. Legislador porteño, defiende la gestión de Ibarra como propia y argumenta que el actual jefe de Gobierno tuvo que bailar con dos feas, la crisis económica y la crisis de la Alianza.
Del peronismo de la provincia de Buenos Aires viene también José Pampuro, que será designado en Defensa. Médico de profesión, más que duhaldista es duhaldiano, quizás porque es porteño y no bonaerense y nunca fue un puntero territorial. Es casi el otro yo de Duhalde y fue el que más creyó que Kirchner era la salida frente a la candidatura de Menem tras el fracaso de la variante José Manuel de la Sota y el misterioso ataque de pánico de Carlos Reutemann. Pampuro no es experto en Defensa, aunque como diputado integraba la comisión del sector. Es civil, político y peronista, tres condiciones que Kirchner tuvo en cuenta al designarlo. El enigma es si desde el Ministerio inaugurará una nueva etapa. Ricardo López Murphy restituyó a los militares la autonomía política que habían perdido desde el comienzo de la democracia. Amparó el saludo institucional al asesino Luciano Benjamín Menéndez y dejó que avanzara Ricardo Brinzoni. El sucesor, Horacio Jaunarena, cultivó un nivel de exposición más bajo pero no impulsó una política de Defensa. Entre las concesiones de uno y la ambigüedad de otro, la duda es si Pampuro utilizará una tercera vía y se decidirá a mandar a las tres fuerzas armadas en lugar de negociar con ellas. “Que prohiba a los jefes hablar de política, les dé instrucciones y reestructure las tres armas”, recomendó un asesor parlamentario peronistaque prefirió mantener su nombre en reserva. “Los asados están bien, pero lo que vale es dar órdenes”, dijo, además de recomendar una coordinación con la Cancillería para seguir lo que definió como un acercamiento a Brasil también en temas de seguridad regional.
El laboralista Carlos Tomada en Trabajo es un fruto del kirchnerismo original, aquel que se nucleó en el Grupo Calafate para imaginar en 1998 un peronismo de centroizquierda. En 1999 apostó a Duhalde contra de la Rúa, pero luego de la derrota siguió cerca de Kirchner a la espera del 2007, que la crisis argentina adelantó para el 2003. Tomada (50 años, ADN peronista, profesor universitario) es el abogado al que más recurren los principales sindicatos. Tiene diálogo excelente con los líderes gremiales de las tres corrientes, la CGT de Rodolfo Daer, los ex adolfistas de Hugo Moyano y la Central de Trabajadores Argentinos de Víctor de Gennaro, y acostumbra asegurar que su preocupación principal es convertir la estabilidad de hoy en una economía reactivada mientras busca formas más imaginativas de ocuparse del empleo que los famosos cursos de capacitación para los expulsados del mercado laboral. Cuando la Alianza ocupó el gobierno, entre 1999 y el 2001, toda su épica fue la flexibilización de las normas de empleo. Una épica que, en el camino, terminó enredada en el escándalo de las coimas en el Senado que quitó a la coalición de radicales y frepasistas la única carta de credibilidad que aún no habían perdido, la de la ética republicana.
El equipo de Kirchner dice haber analizado a fondo el fracaso de la Alianza y, dentro de la Alianza, el del Frepaso como opción de centroizquierda. Afirman sentirse horrorizados por lo que critican como escasa vocación de cambio real y por la manía fiscalista que atribuyen a la Administración De la Rúa en todas sus variantes, desde José Luis Machinea hasta Domingo Cavallo, pasando por Ricardo López Murphy.
Tomada comparte el mismo rechazo del resto del gabinete por el círculo virtuoso que preconizan los economistas del establishment: bajar el déficit, esperar la vuelta de la confianza, esperar la llegada de los inversores, esperar el crecimiento, esperar el aumento del empleo, rezar para que el ingreso se distribuya.
Ese rechazo suena casi a una provocación divertida en el nombre del nuevo ministerio de Obras Públicas: Planificación. La denominación completa es Planificación Federal, Inversiones Públicas y Servicios. Quien lo ocupará, Julio de Vido, 53 años como el presidente electo, cinco hijos, no sueña con la vieja planificación socialista ni mucho menos, pero descree del mercado en estado salvaje. Será el encargado de ordenar el deshilvanado presupuesto de Obras Públicas. La promesa de Kirchner no es un megaplan sino una serie de emprendimientos que pongan en movimiento a empresas chicas y medianas, sobre todo en construcción. De Vido es arquitecto. Pero es, por encima de cualquier otra cosa, miembro del círculo más íntimo de Kirchner. Se encargó de las obras públicas cuando Kirchner fue intendente de Río Gallegos y en los tres períodos del gobernador, fue ministro de Economía de Santa Cruz y ocupa la cartera de Gobierno, dirigió los equipos técnicos y es él, también, quien más influirá en la discusión sobre las segundas líneas, que el presidente electo se propone completar entre hoy y mañana. Además de Alberto Fernández, Kirchner consulta decisiones con él; con su mujer, Cristina Fernández de Kirchner, y con Sergio Acevedo. Por eso es que Acevedo ocupará la Secretaría de Inteligencia del Estado. Igual que Carlos Menem con Hugo Anzorreguy y Fernando de la Rúa con Fernando de Santibáñez, Kirchner se aseguró en la SIDE a un político de su máxima confianza. Acevedo presidió la Comisión de Juicio Político, tejió excelentes vínculos con Elisa Carrió, que sin él en la Cámara de Diputados ahora se quedará sin el principal interlocutor del kirchnerismo, y es uno de los posibles candidatos para la gobernación de Santa Cruz. Si Acevedo permanece en el cargo hasta septiembre recibirá críticas naturales: será candidato mientras maneja la principal caja de fondos reservados del Estadonacional. Pero Acevedo podría no ser el postulante a suceder a Kirchner, que con un frente nacional bajo control podría descansar, por ejemplo, en su actual vice Héctor Icazuriaga o en otra figura.
Los santacruceños se completan con Alicia Kirchner, de 55 años y hermana mayor del presidente electo. Cuando comenzaban las críticas por nepotismo, Kirchner se apresuró a marcar que Hilda Chiche Duhalde desplegaba la política social de su marido y afirmó que Alicia tiene pergaminos propios para el área. Trabaja en los temas sociales desde 1983, cuando la nombró el entonces gobernador Arturo Puricelli. Alicia Kirchner piensa mantener los planes Jefes y Jefas de Hogar.
Oscar Parrilli, de 51 años, no viene de Santa Cruz como los Kirchner, De Vido y Acevedo, sino de Neuquén. Peronista, reconoció que en 1995 votó la fórmula José Octavio Bordón-Chacho Alvarez, segunda con casi cinco millones de votos por encima del radicalismo y por debajo de Carlos Menem. Igual que Alberto Fernández, Tomada, Taiana y el ex Juventud Peronista Carlos Kunkel, Parrilli es un antiguo kirchnerista que desafió al menemista gobernador Jorge Sobisch.