EL PAíS › EL EAF ESTA ENTRENANDO ESPECIALISTAS PARA IDENTIFICAR A LOS CAIDOS EN LA GUERRA CON EE.UU.
La cercanía con Hanoi triplicó el comercio y abrió un camino de colaboración en un tema doloroso, el de ponerle nombre a medio millón de caídos en la larga guerra que yacen en tumbas NN por todo el país.
› Por Raúl Kollmann
Desde Hanoi
El Equipo de Antropología Forense Argentino, que juega un papel tan decisivo en la identificación de víctimas de la dictadura, está emprendiendo una de las más delicadas tareas políticas y científicas a nivel internacional: la identificación de muertos en la guerra de Vietnam. La iniciativa fue de la Cancillería y de la embajada argentina en ese país asiático y la cuestión es de tanta importancia que fue tratado por el Buró Político del Partido Comunista de Vietnam, máxima autoridad de la nación. Se calcula que hay 500.000 cuerpos sin identificar de la guerra en la que Vietnam derrotó a Estados Unidos y ponerles nombre y apellido a los fallecidos crea una enorme expectativa en los familiares de los caídos. En Vietnam hay un verdadero culto a los padres, los ancianos y los antepasados, y las familias suelen enterrar a sus seres queridos en el propio campo en el que trabajan, no en cementerios. Esto muestra el impacto directo, íntimo, que provocará la identificación. En este mes de octubre se hará la primera prueba de once cuerpos.
Recorrer Vietnam no significa chocar con la epopeya de la guerra todo el tiempo: hay museos en cada ciudad, hay monumentos a los caídos, se ve todavía algún bunker y, sobre todo, cerca de la ciudad Ho Chi Minh (que todos siguen llamando Saigón), se pueden visitar el Delta del Mecong, una asombrosa telaraña de miles de canales que debieron ser imposibles para los norteamericanos. Calor, selva, lluvia, bichos, enfermedades; un escenario en el que los vietnamitas podían vivir y los invasores no. Allí, cerca de Ho Chi Minh también están los túneles usados por la guerrilla del Vietcong para moverse de un lado al otro y hostigar a los soldados norteamericanos. Pero todo parece interesar mucho más a los visitantes que a los propios vietnamitas que prácticamente se extrañan ante las preguntas sobre la guerra.
Es cierto que pasaron 37 años desde que la resistencia vietnamita –con armas rusas y chinas– se combinara con las multitudinarias movilizaciones en las universidades y en toda la sociedad norteamericana. Se reclamó el fin del reclutamiento y, por lo tanto, el fin de la guerra. Todo obligó a Washington a firmar los acuerdos de paz de París en 1973 y Saigón, el bastión norteamericano, cayó en 1975. Según las cifras oficiales, murieron 2.800.000 vietnamitas del Norte y del Sur (la fuerza pronorteamericana), mientras que EE.UU. admite 58.000 muertos. Los vietnamitas dicen que las cifras norteamericanas son falsas, pero tampoco hay demasiadas polémicas sobre la cuestión. El más grande estratega militar de la guerra, junto con Ho Chi Minh, el general Vo Nguyen Giap, vive aún: tiene 101 años. Nació en agosto de 1911. Condujo la resistencia frente a la potencia que colonizaba Vietnam, Francia, luego contra Estados Unidos y más tarde protagonizó la invasión a Camboya.
Según parece, hay dos razones para que la guerra de Vietnam no esté tan presente en la vida cotidiana. En primer lugar, porque hoy en día el país tiene buena relación con Estados Unidos. El ciudadano común lo explica así: “Si no estamos bien con los norteamericanos, nos comen los chinos”. El temor hoy pasa por el inmenso vecino, tradicionalmente visto como el opresor. China dominó Vietnam durante diez siglos, del I al X. Después vino una especie de independencia, de la mano de los emperadores vietnamitas, y luego el colonialismo francés. Pero el temor a China está presente en casi cualquier diálogo e incluso existe hoy una disputa por islas y petróleo. La otra razón de la ausencia cotidiana de la guerra es que hay una fuerte presencia económica de las empresas de Estados Unidos en Vietnam. El país viene creciendo a un ritmo espectacular, tal vez basado en un sueldo promedio de 70 dólares mensuales. Hace diez años, los 90 millones de vietnamitas se movilizaban mayoritariamente en bicicletas: hoy hay 40 millones de motos, una proporción que hace imposible hasta cruzar una calle. En términos de densidad de población por kilómetro cuadrado, es como si en la Argentina vivieran 770 millones de personas y la mitad de ellas se movilizaran en moto.
La relación entre ambos gobiernos registra una marcada buena sintonía. Argentina triplicó sus exportaciones a Vietnam en tres años, de 300 a 900 millones de dólares. Además, hay buena onda política. En 2010, muy en silencio, se empezó a tejer la posibilidad de que Argentina colabore con Vietnam en la delicadísima misión de identificar los cuerpos de la guerra. La iniciativa partió del embajador Alberto Kaminker y fue inmediatamente respaldada por el canciller Héctor Timerman y los dos funcionarios a cargo de la cooperación internacional, Julia Levi (que ya dejó el cargo) y Sebastián Báez, responsable de Asia en la Dirección de Cooperación Internacional. El tema fue tratado al máximo nivel del gobierno de Vietnam porque implica a 500.000 familias y un trabajo que seguramente llevará décadas. El Buró Político dijo que sí y el Equipo de Antropología Forense, con Luis Fondebrider a la cabeza, viajó dos veces a Vietnam en 2011. Empezó un trabajo de formación de 60 forenses, en Hanoi y en Ho Chi Minh, para que ellos encaren la tarea de comenzar con las identificaciones. En diciembre vinieron vietnamitas a Córdoba para continuar con su formación y en las reuniones e intercambios se decidió concentrarse al principio en cementerios en los que las tumbas no están identificadas, como el de Quan Tri, que se ve en la imagen.
Se dice que hace años los expertos norteamericanos fueron los que se ofrecieron a trabajar en la identificación. Sin embargo, surgieron algunas desavenencias porque –según trascendió– se identificaban cuerpos de norteamericanos, pero pocos de vietnamitas. Fondebrider explicó a este diario que Estados Unidos tiene un centro en Hawai desde el cual se trabaja en la identificación de los cuerpos de todos los soldados norteamericanos caídos en cualquier lugar del mundo y desde ese centro fue que se enviaron forenses a Vietnam. Lo cierto es que hubo recelos y esto le abrió la puerta a la colaboración con el equipo argentino.
“Ahora en octubre vamos a exhumar once cuerpos de un cementerio, en tumbas NN. Hay unas quince familias que, en principio, estarían vinculadas con los caídos –explica Fondebrider–. Tenemos que conversar con los forenses locales que pertenecen al Military Institute of Forensic Medicine (MIFM), que se ocupan exclusivamente de estos casos. Con ellos vamos a ver cómo tomamos las muestras de las familias.”
“Al mismo tiempo –continúa el referente del Equipo de Antropología– parte de la cooperación es ayudarlos a crear un banco de muestras de sangre de familiares, algo semejante al que tenemos en la Argentina y que creamos en otros proyectos en Centroamérica, de modo que se pueda ir avanzando en los procesos de identificación. Aunque es importante resaltar que la genética es sólo una de las herramientas técnicas que utilizamos para la identificación un cuerpo. Hay que combinarla con análisis antropológicos, médicos, odontológicos, etc. Es un error bastante habitual en el ámbito forense en Argentina y otras partes del mundo pensar que solo a través del ADN se puede identificar un cuerpo.”
“Sobre el proceso con esos once cuerpos, la tarea va a ser conjunta, los especialistas del MIFM y nosotros. Utilizando técnicas de arqueología forense, se abrirán las sepulturas, se documentarán de los hallazgos, exhumación de los cuerpos y cualquier elemento asociado a ellos, se trasladará a un laboratorio antropológico que vamos a montar allí, y comenzará el análisis. La obtención de muestras óseas/dentales para análisis genéticos es la última etapa del proceso.”
Se calcula que hay, aproximadamente, medio millón de cuerpos sin identificar, es decir que el proceso va a tardar décadas. Pero así resume Fondebrider la importancia de la tarea a emprender:
n “En primer lugar hay una cuestión humanitaria, universal: los fallecidos merecen una sepultura digna. No es un caso en el que haya juicios de filiación o herencias, es una cuestión humanitaria”.
n “En segundo lugar, para los vietnamitas estamos ante héroes de guerra, personas que dieron su vida por la independencia del país”.
n “Para nosotros, para los argentinos, es un tema que tiene que ver con la solidaridad. Devolver algo de lo que hemos aprendido. Y apreciamos enormemente que los vietnamitas nos hayan abierto su confianza. En este terreno ha sido muy importante todo el apoyo del embajador Kaminker”.
n “También estamos ante un hermoso ejemplo de cooperación Sur-Sur. Volcar capacidad técnica en un intercambio horizontal entre nuestros países y el entroncar con otras culturas”.
Casi el setenta por ciento de los vietnamitas siguen viviendo en el campo y van en sus motos o sus carros a vender sus productos a la ciudad. Hay un evidente proceso de industrialización, pero comenzó hace pocos años. Recorriendo el país, uno pasa por los campos de arroz, siempre pequeñísimas propiedades, donde se ven las tumbas de los antepasados de cada familia. El culto a los ancestros se ve mucho en ese escenario donde está la vivienda familiar y a muy poquitos metros el sepulcro, que no está en un cementerio.
La identificación de los caídos en la guerra de Vietnam llevará, en algunos casos a largo plazo, a que cada familia recupere a sus antepasados. Familias enteras perdieron la vida en los bombardeos contra ciudades como Hanoi, durante una semana entera, o en las bombas incendiarias Napalm que arrasaron las zonas rurales. Una parte importante de esos cuerpos siguen en calidad de NN.
Hay una tradición ancestral curiosa en Vietnam: está mal visto que una pareja de recién casados se vaya a vivir a su propia vivienda. Lo habitual es que vivan en casa de los padres, principalmente los padres del varón. Y esto tiene que ver con que los jóvenes no deben abandonar a sus mayores y la pareja debe hacerse cargo de aportar y proveer al bienestar y a la vida de quienes los preceden. La realidad es que hoy, por los horrores de la guerra, muchísimas familias no saben dónde están sus abuelos, padres o sus hermanos mayores. Identificar los cuerpos llena ese inmenso vacío y explica la importancia del trabajo conjunto entre vietnamitas y argentinos en semejante desafío.
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