EL PAíS › LOS TRES ESPACIOS QUE ABRIO EL VIAJE DE LA PRESIDENTA A ESTADOS UNIDOS
Más allá de los contactos formales entre un Poder Ejecutivo y otro, la visita de Cristina Fernández abrió canales nuevos y presentó a Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Los desafíos del diálogo con Irán en este momento del mundo.
› Por Martín Granovsky
Aunque centrada en la ONU, la visita presidencial a los Estados Unidos dejó abiertos por lo menos tres puntos nuevos de la agenda oficial: el diálogo con Irán, la inauguración de un espacio académico y político en Washington y la presentación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales.
El diálogo con Irán, establecido por el canciller Héctor Timerman junto a su par Alí Akbar Salehi, comienza ya, en octubre, en la sede de las Naciones Unidas en Ginebra. El comunicado emitido el jueves a la tarde por ambos dejó en claro qué tema es el central, aunque queda por ver el procedimiento exacto de un diálogo que podría ser largo y que estará cruzado por el protagonismo de Irán, como riesgo o como blanco posible, según quien lo mire, en la política internacional.
El punto clave es la búsqueda de un acuerdo para encontrar un marco legal que lleve a lo que la Argentina busca: que los cinco ciudadanos iraníes buscados por la Justicia local comparezcan y contesten preguntas, en Buenos Aires o eventualmente en un tercer país que no sería ni la Argentina ni Irán. Lo que parece procurar Teherán entra en el terreno de las especulaciones. Una meta sería demostrar inocencia penal, que no necesariamente es inocencia política respecto del atentado de 1994. La otra, en paralelo, más oxígeno político en el mundo y en América latina.
En sus manifestaciones públicas y privadas, el Gobierno trató de no mezclar los dos planos. El diálogo no está planteado para mejorar las relaciones con Irán –si las mejora o no, se verá a partir de los resultados–, sino para ayudar a la Justicia. O por lo menos para intentarlo. El nivel de intensidad de Irán hoy en el mundo lo experimentó el propio gobierno. El viernes, Timerman se reunió con su colega israelí Avigdor Liberman. Según sus propias declaraciones, terminó sorprendiéndose al salir y enterarse de que el gobierno israelí había emitido un comunicado que el propio Liberman no le transmitió.
Para Israel la cuestión iraní tiene ritmo on line. Washington ya sabe que los israelíes quieren un ataque conjunto con los Estados Unidos a Irán o quieren la venia para un ataque solitario que tenga luego el apoyo político norteamericano. Hasta ahora no tienen ninguna de las dos cosas, por lo menos en público. Y en el medio está, además, la campaña electoral norteamericana entre el demócrata Barack Obama y el republicano Mitt Romney. ¿Por qué tomaría Obama una decisión antes de las elecciones de noviembre? ¿Habrá una decisión más tarde? Los diplomáticos acreditados en Washington viven haciendo estas preguntas y buscando información para responderlas.
Fue por este marco que Cristina Fernández de Kirchner enmarcó el diálogo en el objetivo de ayudar a la Justicia. De este modo la Argentina acotó sus intereses en la región, a pesar de que se puso como objetivo acrecentarlos, pero no imaginó por ejemplo, al estilo de Carlos Menem, un protagonismo mayor. Ni ofertas de mediación milagrosa ni alianza militar para terminar, como ocurrió durante Menem, en un acuerdo explícito para convertir a la Argentina en un país de la OTAN fuera del Atlántico Norte. De hecho Cristina en sus discursos en la ONU y en las universidades de Georgetown y Harvard criticó lo que llamó “doble estándar”, por el doble patrón de medida, entre el cumplimiento de resoluciones impulsadas por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad y el incumplimiento de otras que impide, por caso, el Reino Unido en Malvinas o los propios Estados Unidos en asuntos que consideran prioritarios para su seguridad nacional.
La Presidenta abrió un canal institucional en Washington con la creación de la Cátedra Argentina en la Universidad de Georgetown, un acuerdo entre el embajador Jorge Argüello y el director del Centro de Estudios Latinoamericanos, Erick Langer, en el que la contraparte académica argentina será Enrique Zuleta Puceiro.
Fue más que una visita. La Cátedra, con sponsors empresarios, supone un espacio que conectará la política con la academia. En los Estados Unidos las relaciones entre ambos campos son fluidas. El propio Langer, historiador latinoamericanista, da clases para el servicio exterior y él mismo cuenta que los expertos son consultados por los funcionarios. “Nosotros tenemos más tiempo para investigar temas en profundidad que los miembros del Poder Ejecutivo o el Congreso, y ellos lo saben y por eso nos preguntan”, dijo a Página/12. Langer fue consultado por su tema de investigación más reciente –los movimientos indígenas, que según él perdieron importancia como tales en Ecuador y en Bolivia– y en cualquier momento de ahora en adelante podría ser escuchado sobre la Argentina. La relación en una universidad como Georgetown es, por eso, un camino de ida y vuelta. Por un lado, si lo hace con astucia, el Gobierno puede abrir un canal de influencia, obviamente específica, porque Sudamérica no es preocupación en los Estados Unidos y la Argentina menos. Por otro, Langer ya piensa que la Argentina es un país extremadamente dividido y opina que no es un rasgo positivo. La diferencia entre él y otros es que a Langer le interesa escuchar.
La reunión entre YPF y Exxon celebrada en Nueva York sobre el tema de energía no convencional y el shale gas de Neuquén también se integra a este momento de relaciones entre países que no sólo pasan por las estructuras formales del Poder Ejecutivo.
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