EL PAíS
› SE FUE UNO DE LOS SECRETARIOS DE RUCKAUF
Caselli ya armó las valijas
Mientras Kirchner y Bielsa deciden la suerte de Martín Redrado, el vicecanciller al que apoyaría Lavagna, el otro secretario, Esteban Caselli, renunció porque se sintió desautorizado por Eduardo Duhalde.
› Por Martín Granovsky
Rafael Bielsa ya tiene una mano libre. Uno de los dos secretarios de la Cancillería, Esteban Caselli, de Culto, renunció antes de que lo despidieran. Caselli aprovechó que el presidente Eduardo Duhalde lo desautorizó en un sumario interno y dio un portazo antes de que le cerraran la puerta en la nariz. El otro secretario designado por Carlos Ruckauf, Martín Redrado, sigue en su puesto y aspira a continuar. Si lo consigue marcaría el único caso en los ministerios con jefe nuevo.
Caselli, a quien sus amigos llaman “Cacho” y todos llaman “El Obispo”, fue el representante de Carlos Menem en la Santa Sede y después el encargado de administrar la gobernación de Buenos Aires como regente de Carlos Ruckauf. Su radio de acción es amplio. De viejos vínculos con las fuerzas de seguridad, y sobre todo con oficiales de la Policía Federal, cuando el Ejecutivo elevó el pedido para su destino vaticano el senador Antonio Berhongaray votó en contra. Su argumento fue la vinculación de Caselli con el escándalo del tráfico de armas. También mencionó Berhongaray las relaciones entre Caselli y Alfredo Yabrán, en ese momento todavía vivo.
El conflicto con Duhalde surgió por un sumario interno de la Cancillería:
- La periodista Olga Wornat escribió en el libro Nuestra Santa Madre que el embajador Vicente Espeche Gil habría hablado de la molestia del Vaticano por lo que habría llamado “manejos oscuros” de Caselli.
- Caselli abrió el sumario y lo elevó a la Junta de Calificaciones. Cinco embajadores (María Esther Bondanza, Federico Bartfeld, José María Berro Madero, Jorge Hugo Herrera Vegas y Jorge Lampsenson) dijeron que las declaraciones contra su jefe Caselli eran injuriosas. El embajador quedó suspendido.
- Espeche Gil mandó entonces una carta a La Nación afirmando que nunca había dicho lo que indicaba el libro. Por supuesto, no dijo que no lo pensaba.
- Eduardo Duhalde dijo que no pensaba firmar la sanción a Espeche.
- La Junta, que antes del frustrado ballottage había hablado de injurias sin el testimonio de Wornat, después del abandono de Carlos Menem absolvió a Caselli aduciendo que bastaba su carta a La Nación. Por supuesto, sería malicioso pensar que los embajadores no quisieron enemistarse con Duhalde ni con Néstor Kirchner.
Caselli tiene excelentes relaciones con Angelo Sodano, virtual primer ministro del Papa, y en la Argentina los mejores lazos los había tendido a los obispos más conservadores, como Emilio Ogñeñovich, para fastidio de un arco que en el rechazo a Caselli coincide a pesar de sus diferencias en otros temas, y va desde el obispo de Morón Justo Laguna al arzobispo porteño Jorge Bergoglio.
Bielsa deberá apuntar la salida de Caselli entre los pocos problemas que no deberá resolver. Ayer, por eso, el canciller designado se hizo algo de tiempo para declarar al diario brasileño O Globo: “La madurez de los países incluye el reconocimiento del lugar que ocupa cada uno. Existen elementos objetivos que indican que Brasil, desde el punto de vista cuantitativo, es una de las principales potencias del mundo, cosa que la Argentina no es”. También dijo que los dos países tienen que “trabajar juntos, sin discutir si uno es líder y el otro no, porque sería un error que la Argentina, por no reconocer un eventual liderazgo de Brasil, se encerrase en sí misma”.
Más allá de liderazgos y definiciones, la futura estructura de la Cancillería fue la comidilla de un grupo de políticos y diplomáticos inquietos por la política exterior que anoche participaron de la despedida al embajador chileno en la Argentina, Jorge Arrate.
Una pregunta era si Redrado seguirá siendo vicecanciller. Respuesta uno: no, pero quedará. Respuesta dos: no, pero quedará en paridad con el vicemás probable, Jorge Taiana. Respuesta tres: no será vice y quedará debajo de Taiana. Respuesta cuatro: se irá.
Otra pregunta es quién está garantizando hoy la continuidad de Redrado, un antiguo mimado de Menem y Cavallo que suele presentar su proyecto en favor de las exportaciones como un esfuerzo único de coordinación entre el Estado, los académicos y las empresas y un ejemplo de trabajo por encima de los partidos. En su último libro, Exportar para crecer, Redrado dice que nada de esto habría sido posible sin el cuerpo profesional de la Cancillería, de “gran calidad moral y “una notable capacidad de adaptación al cambio”. Anoche una parte de ese cuerpo le daba crédito. Otra parte, más prosaica, indicaba que Kirchner estaba cediendo frente a Roberto Lavagna. Si esto es cierto y Relaciones Exteriores queda como el único espacio sin renovación completa, con excepción de Economía y Salud, donde siguen los mismos ministros, el auspicio de Lavagna suena extraño. En el último viaje a Brasilia, Lavagna no hizo más que quitarle importancia al gran tema expuesto allí mismo por Redrado –la moneda común, punto que irrita hoy a los brasileños porque les recuerda el dólar atado del primer gobierno de Cardoso– y no habló de nada que antes hubiera mencionado el vicecanciller.
Si es verdad que Redrado sigue gracias a Lavagna, el actual vice no se puede quejar por el nivel del padrino. Lavagna pesa. Pero éste quedará frente a un panorama nuevo: consolidará su poder fuera de Economía y a la vez asumirá como propio el futuro de su presunto ahijado. Y el futuro, en política, siempre es abierto. Tiene ventajas y costos.