Sáb 14.06.2003

EL PAíS  › “LA CRUZ DEL SUR”, DE ALEJANDRO FINZI, EN EL CCC

Los vientos de la Patagonia

La pieza que dirige Florencia Cresto utiliza un tono austero para presentar a dos personajes del sur profundo, en un diálogo profundo sobre sus recuerdos y reflexiones y rodeados por un paisaje agreste.

› Por Cecilia Hopkins

Siguiendo a Guillermo Saccomano en “Una escritura contra el olvido” (Radar Libros del 18/5), el imaginario patagónico se fue forjando en el tiempo a partir del cruce entre realidad y mito, una mixtura que se ha visto enriquecida por aportes provenientes de la narrativa y la literatura de viajes. Así, entre otras posibilidades, al territorio austral se le atribuyeron cualidades regenerativas (como sucede en El juguete rabioso, de Roberto Arlt) o perversas, tal el caso de Charles Darwin que nombró a la Patagonia una “tierra maldita”. En estos días, en los que por obvios motivos políticos el sur del país cobró tanto protagonismo, la obra de Alejandro Finzi toma nuevos sentidos. Cordobés de nacimiento pero neuquino por adopción, Finzi es autor de numerosos textos en los que se dan cita la realidad política de la región, sus historias de vida y mitos. Viejos hospitales, Molino rojo, La isla del fin del siglo, entre otras obras, ya fueron estrenadas tanto en Argentina como en Latinoamérica y Europa. El factor que las une es la geografía patagónica, presente en su naturaleza y su gente, además del lirismo de un lenguaje construido fundamentalmente desde la imagen.
Habitadas por dilatados paisajes desérticos, las obras de Finzi conjugan cielos estrellados y distancias sin límite surcadas por vientos que las recorren a sus anchas merced a la virtual ausencia de poblados. Sorprendidos en sus excursiones por la zona, el autor rescata personajes de la vida real, como el aviador francés Antoine de Saint Exupery, el bandido Juan Bautista Bairoletto o el mismo Darwin. Aunque anónimos, no menos reales son los personajes que la directora Florencia Cresto –quien vivió en la Patagonia como maestra rural una veintena de años– ha delineado en escena a partir de La Cruz del Sur, del mismo Finzi. Se trata de un largo monólogo repartido entre un hombre y una mujer desocupados que, a un costado del camino, esperan el ómnibus que los acerque a un destino menos aciago. En sus recuerdos y reflexiones vuelven las épocas en las que el tren unía las principales ciudades y la represión cobraba sus primeras víctimas, tanto como asoman destellos esperanzados en la idealización del empleo prometido o la vida familiar que acaba de ser abandonada.
El montaje de Cresto es muy austero y si en parte se vuelve moroso será porque tiende a capturar del texto el ritmo de la reflexión interior. Los actores han encontrado con su cuerpo el modo de darle forma a las imágenes que aparecen en sus discursos, a veces apelando al movimiento y otras mediante el trabajo con objetos, entre los que se destaca un banco de madera que permite múltiples asociaciones. Si bien son éstas historias de huincas (“gente blanca”, para los mapuches), el sonido de los pobladores originarios encuentra un lugar en el montaje junto al sonido del cultrum, aquí asociado al mar, el trompe y el kul kul.

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