Vie 15.02.2013

EL PAíS  › OPINIóN

Juntarse no es tan sencillo

› Por Mario Wainfeld

El altruismo es una gran virtud, si se pone en práctica con los recursos propios. Quien les pide a otros que sean altruistas aparenta nobleza mientras ejercita una forma tramposa de generosidad. Opinadores varios, académicos, los grandes medios les piden-exigen a los integrantes del archipiélago opositor que sean generosos, que confluyan para enfrentar al kirchnerismo. Su discurso, de tan excitado, a veces da la impresión de hablar de un frente antidictatorial. El diputado radical Ricardo Gil Lavedra fustiga a veces esa demasía ajena a la realidad.

Los que incitan “animémonos, únanse y vayan”, el año pasado usaron como ejemplo a la oposición venezolana. Los antibolivarianos, profetizaban, habían dado con el clavo: deponer enconos internos, proponer un programa mínimo, a tal punto que casi podía reducirse a desalojar al chavismo. Y se congregaron tras un candidato estrella, Henrique Capriles, que concretaría el milagro. Las urnas desmintieron los augurios, la fórmula se reveló imperfecta.

Todo modo, se insiste desde la tribuna o, por mejor decir, desde las Plateas de doctrina y los palcos VIP. Pero el armado opositor es trabajoso de por sí y la coyuntura le añade trabas adicionales.

“La oposición” pone en juego en Diputados, Concejos Deliberantes y Legislaturas provinciales una caterva de bancas, las conseguidas en 2009. Ningún futuro está escrito, aunque es bien factible que coseche menos legisladores que hace cuatro años. Entonces, cualquier coalición debe tomar en cuenta la perspectiva de que su objetivo puede llegar a ser minimizar las pérdidas antes que mejorar el caudal común. Punto de partida poco entusiasmante para una sociedad comercial o una coalición política.

Los potenciales aliados tienen patrimonios propios, mermados en 2011. Cuando hacen cálculos no sólo compiten contra el Frente para la Victoria (FpV) sino también contra sus potenciales compañeros de ruta. Los partidos políticos no tienen (nadie puede exigirles tanto) la entrega del Sargento Cabral: estar dispuestos a morir para vencer al enemigo. Para peor, como se dirá líneas más abajo, ese ejército disperso no tiene un General San Martín que lo conduzca.

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Partidos y protagonistas: En un sugestivo trabajo, titulado “Elecciones 2013: escenarios de reparto y composición de Cámaras” la consultora Equis que dirige Artemio López enuncia hechos determinantes, subestimados por los altruistas de lo ajeno. Reseña que “el Frente para la Victoria-PJ es el bloque que menos bancas juega en 2013: sólo renueva un tercio de su bancada actual. Algo similar sucede con los diputados del FAP, que en su mayoría ingresaron en las elecciones de 2011 (...) En cambio, los bloques de la UCR y el Frente Peronista renuevan dos tercios de sus bancadas actuales”. La Coalición Cívica y Proyecto Sur, añade López, arriesgan todas sus bancas. Un armado que los contenga debe contemplar sus necesidades de digna subsistencia, muy asimétricas.

El listado de protagonistas relevantes que terminan sus mandatos y necesitan revalidarse es un factor agregado de dificultades. Vaya una nómina muy incompleta pero que da una idea: los diputados Ricardo Alfonsín, Francisco de Narváez, Felipe Solá, Margarita Stolbizer, Fernando “Pino” Solanas. Hablamos de quienes fueron ayer nomás cabezas de lista con altas pretensiones. Un gobernador, dos presidenciables por añadidura. El ex gobernador Hermes Binner, todo lo indica, será de la partida y tiene “la obligación” de ganar una elección peliaguda.

La necesidad de tamaños jugadores y las de sus partidos es mantenerse en carrera hacia el 2015, incluso con relación a quienes confrontan con el actual oficialismo.

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Las huellas del pasado: El pasado cercano, en especial las tácticas y resultados electorales, añaden escollos. “La oposición” ensayó coaliciones en 2009 y 2011, mayormente resultaron ineficaces. Por mentar una entre tantas, evoquemos el esfuerzo que hicieron Alfonsín y de Narváez por aunarse, lo que se plasmó en un spot de campaña en cada uno aseguraba al otro: “yo te creo”. El electorado no compartió la esperanza, la experiencia alecciona y calma la creatividad excesiva.

Los guarismos de las presidenciales castigaron a casi todo el espectro opositor y a varios de sus referentes. No hay uno que supere claramente la medianía del conjunto e imante al conjunto. La relativa paridad es un escollo para aglutinar una nueva alianza, supone el cronista asumiendo que la tesis es opinable. El fallecido dirigente democristiano Carlos Auyero, un cuadro de probada vocación progresista y frentista, sostenía que eran más sustentables los “armados” con un partido dominante al que se sumaban otros más chicos. Eso definía la hegemonía, aliviaba las competencias entre partidos, ordenaba. Lo decía respecto del Frepaso (cuando se juntaron José Octavio Bordón y Carlos “Chacho” Alvarez). A la Alianza entre el radicalismo y el Frepaso, sólo la llegó a percibir en germen.

Todo debe discutirse, todo debe disputarse cuando, mayormente, los virtuales socios atraviesan una etapa lánguida. Y “todo”, por ahí, podría ser demasiado.

Binner y Mauricio Macri son los presidenciables mejor ranqueados hoy día. Pero ninguno expande su influencia en todas las provincias, ni siquiera en la mitad de ellas. Y no es tan sencillo que consigan para quienes vayan a su zaga un resultado exitoso.

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El ex ministro de Economía Roberto Lavagna vuelve al ruedo electoral donde le fue muy discretamente en 2007. Lo animan la atonía del colectivo opositor y las falencias del peronismo federal para conseguir referentes que “le junten la cabeza” a sus mermadas tribus.

En 2008, abundaban las “grandes esperanzas blancas”, entre las cuales descollaba el entonces vicepresidente Julio Cobos. Casi todas ellas han sufrido vaivenes negativos, “pesan” menos que antaño.

El denarvaizta Francisco de Narváez es una muestra. Dio el batacazo en la provincia de Buenos Aires superando al ex presidente Néstor Kirchner. En este verano su panorama es muy otro: pierde un aliado casi a diario. Hasta su segunda, la diputada provincial Mónica López, ahuecó el ala en busca de espacios más propicios. De Narváez se defiende como puede o sabe: acude a los medios que lo tratan como a un estadista. Hace propaganda electoral valiéndose de un slogan con “gancho”: “O ella o vos”. Las normas legales no se lo permiten, no es una falta grave en un sistema político laxo en sus reglas. Lo que, quizá, sea más problemático es que el mensaje no dice nada interesante sobre sí mismo. Las movidas, puramente mediáticas y bastante solitarias, ocurren mientras sus compañeros de ruta parecen pensar “O el Colorado o yo” mientras huyen en pos de mejores horizontes. El ejemplo es extremo pero no exótico. El capital acumulado de sopetón (como si hubiera ganado el Quini) se licuó, no es pavada recomponerlo.

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Subrayados: Cuatro subrayados se imponen en el tramo final de esta nota. El primero es que este cronista cree que es válido que los partidos y los dirigentes asignen gran importancia a su supervivencia. Está en la bolilla uno del manual de la política. Fustigarlos por eso y pedirle sacrificios enormes, sin contrapartida razonable asegurada, es desconocer el abecé de la actividad.

El segundo, que se reitera, es que el “cuadro de situación” a febrero no sella el devenir futuro, supeditado a decenas de variables, incluidas muchas ajenas a la voluntad o a la destreza de las partes.

El tercero es que las elecciones siempre dependen, en alta dosis, de la performance del Gobierno. No es ilógico que los opositores apuesten a la decadencia del kirchnerismo, aunque a menudo es censurable cómo lo hacen, sobre lo que no se abunda en esta nota para preservar el eje temático.

El cuarto es que existen linajes que podrían conformar espacios opositores: el de PRO más peronismo federal, el de un pan socialismo o radicalismo que una fuerzas de ese tronco. Pero el parentesco no se basta, si no hay incentivos tangibles para todos.

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Esperando mucho del otro: El imaginado “final de ciclo”, hipótesis no corroborada a hoy, empero no deriva en una victoria automática del challenger. Lo viejo no se retira del terreno si lo nuevo no lo desaloja.

Ocioso es hacer vaticinios pero, a cuatro meses del cabal inicio de las primarias obligatorias, la oposición no luce vivaz, ni la animan dirigentes de alto nivel que sean grandes operadores como lo fueron Chacho Alvarez y el ex presidente Raúl Alfonsín para conformar la Alianza. Esa experiencia, dicho esto de rondón, es otro lastre para la oferta antikirchnerista.

El contexto puede cambiar. La urgencia puede dinamizar a un colectivo muy centrifugado. Un dato significativo de cierre: parte de sus expectativas fincan en cismas dentro de la Commonwealth oficialista. El intendente Sergio Massa y el gobernador Daniel Scioli son mirados con ansia, como eventuales propulsores de una alternativa. Que las apuestas de la oposición finquen al interior del peronismo no es, en la historia argentina, una paradoja sino más bien una repetición costumbrista.

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