Sáb 06.04.2013

EL PAíS  › PANORAMA POLITICO

El temporal

› Por Luis Bruschtein

Si todo es política en el orden de lo humano, la lluvia, un cataclismo, que pertenece más al reino de la naturaleza, no tendría por qué serlo. Pero en Argentina lo es y de miles de maneras distintas. Esta semana, la lluvia, la terrible inundación, hizo política. Son situaciones en que la política se derrama con un escenario de tragedia y dolor donde cualquier especulación puede quedar embarrada con el signo del peor de los oportunismos y la demagogia. No hay espacio para la especulación. El que especule quedará atrapado irremisiblemente en un pozo negro. Sólo queda espacio para las decisiones, para explicar lo que sea explicable y lo que no, aceptarlo como un rojo en el balance.

Pero es imposible hacer ese balance encimado al dolor y la tragedia de los barrios de La Plata y Buenos Aires arrasados por el agua, de los miles de vecinos que perdieron todo, de las 59 vidas que se llevó el agua. Hay responsabilidades cercanas y otras más distantes y también hay atenuantes. Hay un cambio climático en el planeta que no depende tanto de la política en Argentina y hay problemas de urbanismo que se han ido sumando a lo largo del tiempo y no son responsabilidad exclusiva de los gobiernos actuales.

El cambio climático es un proceso gradual de cambios en la atmósfera causados por el hombre o por causas naturales, pero también hay otros procesos relacionados, menos lentos y que son los que se han manifestado ahora, que están englobados en lo que los técnicos definen como procesos de variabilidad del clima, como los que están afectando el ciclo de lluvias y sequías en Argentina. Para los técnicos, la variabilidad climática que afecta la región que incluye a La Plata y Buenos Aires está relacionada con fenómenos que se producen en el océano Pacífico ecuatorial, denominados El Niño o La Niña. La predictibilidad de los cambios climáticos está en proceso de experimentación, aunque algunos países, como Brasil, ya cuentan con centros que realizan este tipo de cálculo. Argentina tiene el conocimiento y el personal científico para poder hacerlo. Ese es un aspecto que se tiene que asumir desde la política aunque esté referido al aspecto técnico.

En la publicación El cambio climático en Argentina, editado por la Secretaría de Medio Ambiente en 2007, el profesor emérito de la UBA e investigador superior del Conicet Vicente Barros plantea que “el problema de la mayor frecuencia de precipitaciones extremas es de gran impacto y cabe preguntarse por qué no ha habido toda la adaptación necesaria”. Agrega que “además de las características propias de la idiosincrasia nacional, habría que explorar en qué medida, un aumento en la frecuencia de los fenómenos extremos puede ser captado por la conciencia colectiva y si esta captación sólo se registra cuando en alguna ocasión, los eventos extremos superen significativamente un cierto umbral de daño”.

En el caso de Buenos Aires, estos eventos extremos se vienen repitiendo desde hace varios años. En La Plata es la primera vez que se produce con un caudal que duplicó cualquier marca histórica. Como sea, en el ámbito técnico en Argentina se detectó este problema hace varios años. Los técnicos hablan de “captación” por la conciencia colectiva y de “adaptación”, en cuanto a políticas urbanísticas. Quizás el golpe en La Plata haya sido más inesperado; en Buenos Aires, la repetición de estos fenómenos hizo que los ciudadanos tuvieran más conciencia y que se hayan realizado obras, pero no han sido suficientes, tampoco hay una estrategia permanente de respuesta inmediata, como quedó en evidencia, y la regulación urbanística para impedir o atenuar las consecuencias de estos cataclismos no existe. Por el contrario, las inundaciones en el Barrio Mitre, en la Capital, donde murió una vecina, se originan en el abuso del mercado inmobiliario que permitió la construcción de un shopping sin los mínimos recaudos ambientales.

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires es el caso más extremo por la repetición de estos fenómenos, sobre todo en el otoño, pero los 800 centros urbanos principales de este país, incluida La Plata, se encuentran sobre, o junto, a alguna vía de agua importante y ninguna de esas ciudades tiene ese tipo de estrategias. La idea de cambio climático en muchas zonas ha servido para ampliar la frontera agrícola, pero no para concientizar a los gobernantes de los riesgos eventuales o para prever un desarrollo urbanístico que atenúe los efectos devastadores de una inundación. Esto en términos técnicos significa respetar el curso natural del agua sin instalar barrios precarios sobre ellos ni interrumpirlos con grandes emprendimientos inmobiliarios. Es difícil encontrar pautas nacionales más que para establecer la obligación de regular el desarrollo urbanístico en función de estos parámetros. Las regulaciones más concretas dependen de las autoridades municipales que están en contacto directo con el territorio y que son las que han manejado esas normativas en los centros urbanos.

En ese aspecto, la política está en deuda con la sociedad porque, a pesar de la repetición de estos eventos y de las advertencias técnicas desde hace varios años, no ha incorporado este tema a sus programas. A esta altura ya no se trata sólo de prometer más o menos obras, sino de políticas permanentes de lo que los técnicos llaman “adaptabilidad” a los efectos del cambio climático.

Como toda situación extrema, el temporal puso en evidencia estas fallas y otras de la política, pero también produjo una gran movilización solidaria durante y después del temporal, lo que muestra lo mejor de la política. Que no está representada solamente por los voluntarios que en estos momentos colaboran en los centros de ayuda, sino también en el hombre o la mujer que salieron a darles una mano a sus vecinos cuando la inundación empezaba a mostrarse amenazante. O los chicos que desde el principio salieron a timbrear para juntar ropa seca y alimentos. Cada uno de ellos, a su manera, hizo política, lo mejor de la política, la que surge de la conciencia de que la suerte y la felicidad de cada uno están enlazadas con las de la comunidad, con la noción de que nadie puede estar tranquilo, en forma individual, en medio de la desgracia ajena. Más aún, muchas de esas personas, que fueron de las primeras en reaccionar en forma solidaria, son militantes de movimientos sociales, militancia barrial de base que ya tiene ese reflejo y no necesita la bajada orgánica. La ayuda organizada llegó al día siguiente, pero ese primer reflejo solidario es quizás el aporte más valioso en calidad humana. Y proviene de un sector de la militancia juvenil que ha sido demonizada por la línea editorial de los grandes medios.

Resulta paradójico que algunos columnistas de un medio como Clarín, que se ensaña en cada uno de sus títulos y por cualquier tema contra el Gobierno, y en especial con la presidenta Cristina Kirchner, se hayan escandalizado por las críticas que recibió el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, por la inundación. Periodistas de ese multimedio que se especializan en forzar toda la información relacionada con el gobierno nacional, que incluso llega a asumir los puntos de vista de los fondos buitre o de los kelpers en Malvinas con tal de dañar al Gobierno, se escandalizan por las críticas a Macri.

En realidad, y si bien las consecuencias de la inundación fueron más terribles en el Gran La Plata, la irritación con Mauricio Macri fue sobre todo por dos motivos que se repiten en su gestión. En primer lugar, porque por enésima vez Macri estaba de viaje cuando se produjo la inundación. El jefe de Gobierno de la Ciudad tiene un record de viajes y de evadir responsabilidades en ese sentido. Ya se sabe lo que va a decir ante cualquier problema que ocurra en la Ciudad de Buenos Aires, desde la basura hasta la seguridad. Porque lo primero que hace es culpar al gobierno nacional y victimizarse, como si el Gobierno de la Ciudad no tuviera ninguna responsabilidad sobre nada. Pero, quizás, estos aspectos formen parte de un balance mucho más amplio que habrá que hacer cuando el tiempo mejore y amaine la tragedia.

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