EL PAíS › OPINIóN > CONTRADICCIONES DEL DOCUMENTO PORTEñO SOBRE EL MANEJO HíDRICO DE LA CIUDAD
“Buenos Aires frente al cambio climático” es un trabajo editado en mayo de 2011. Allí Macri planteó “un plan hídrico muy importante”: manejo más preciso del arbolado, más espacios verdes, mejor sistema de alerta de inundaciones. Lo que fue del papel a los hechos.
› Por Gustavo Veiga
Los funcionarios porteños hacen agua. Cuando cuentan cómo la ciudad de Buenos Aires se previene de una inundación o de qué modo se prepara ante el cambio climático, pueden caer en un ejercicio de retórica hueca. La política que declaman, expresada en un documento estratégico de hace dos años, no se compadece con las respuestas que ofrecen. Es más, se refutan a sí mismos. “Buenos Aires frente al cambio climático” es un trabajo de 72 páginas editado en mayo de 2011 que abre con una fotografía de ciclistas pedaleando frente al Teatro Colón. Mauricio Macri escribió que “en nuestro caso, los principales desafíos son enfrentar el aumento de temperatura, una mayor frecuencia de lluvias extraordinarias y de sudestadas...”. Sugirió que ante esos problemas “estamos respondiendo con un plan hídrico muy importante, con un manejo del arbolado más preciso, con más espacios verdes –incluso sobre los edificios–, con un mejor sistema de alerta de inundaciones, relocalizando a los vecinos que viven sobre áreas de riesgo, con un plan urbanístico ambiental que incluye el diseño de grandes corredores verdes”.
No son palabras en el aire o que en un arrebato discursivo dijo tras un viaje de vacaciones en medio de la última tormenta. Es un texto meditado, donde se apropia del ideario ambientalista y está traducido al inglés. Lo editó la Agencia de Protección Ambiental, que depende del ministro de Ambiente y Espacio Público, Diego Santilli. Y además, es una herramienta estratégica –resumida, pero estratégica– porque encuadra en el marco del Plan de Acción de Cambio Climático 2010-2030.
Osvaldo Canziani es un prestigioso climatólogo argentino que integró el equipo interdisciplinario que trabajó junto a Al Gore cuando ganó el Nobel de la Paz en 2007; preside ad honorem el Consejo Asesor de la Agencia. Esta semana sugirió que podría renunciar. Se desalentó con las declaraciones del jefe de Gobierno: “Macri dijo que hay una tormenta cada cuatro días, como si fuera algo matemático...” También la emprendió contra el Servicio Meteorológico Nacional (“nadie anunció esta tormenta”) y comentó que “obras como las del arroyo Maldonado no sirven”.
En el documento de 2011 anticipaba que “el problema se agravará cuando, por el cambio climático, las lluvias sean más intensas. La implementación del Plan de Acción lanzado en el 2009 por el gobierno porteño debe adaptarse a esta situación. La Ciudad tiene muchas formas de responder a estos desafíos. Hay capacidad de innovación, hay tecnologías y puede haber recursos para ser parte de las soluciones globales y mejorar la calidad de vida local”. Vaticinó con acierto el problema hídrico, pero Buenos Aires no le dio la razón. Quedó indefensa ante la última inundación.
Bajo el subtítulo “Todos los árboles, de a uno” el gobierno porteño informaba hace dos años que estaba haciendo un censo fitosanitario. Los árboles, en los papeles, parecían una prioridad: “Mejoran la calidad del aire, suavizan el ruido, amortiguan las altas temperaturas, captan el material particulado (humo), reducen el riesgo de inundaciones, son refugio de especies silvestres y, por supuesto, reducen los gases de efecto invernadero”. Las obras del Metrobús en la 9 de Julio, donde se talaron diferentes especies, desmienten lo que se pregona. De las estadísticas que aporta la Agencia se desprende que en 1941 Buenos Aires tenía 450 mil árboles. En 2011 contaba con 415 mil. La tendencia, dos años después y Metrobús mediante, es hacia la deforestación.
Un Programa de Gestión de Riesgo Hídrico de la ciudad que se redactó en marzo del 2007 y antes de que Macri ganara sus primeras elecciones, sostiene: “Las inundaciones constituyen el principal factor de riesgo de origen natural en la ciudad de Buenos Aires. Se trata de un fenómeno que produce el anegamiento de calles, dificultades y cortes de tránsito, pérdidas de bienes en comercios y viviendas, paralización de actividades y en algunos casos hasta pérdidas de vidas humanas”.
El 30 de abril de 2007, el ex jefe de Gobierno porteño Jorge Telerman entregaba los pliegos a las empresas precalificadas en la licitación de la cuenca del arroyo Maldonado. Su sucesor avanzó a los tropiezos con la obra, quejándose de modo permanente de los palos en la rueda que le ponían la oposición en la Ciudad y el gobierno nacional.
Seis años después, aquella memoria descriptiva de las inundaciones encaja a medida con lo que sucede hoy. Con el agravante de que tormentas intensísimas se producen en Buenos Aires cada vez con mayor frecuencia. Poco más de cinco años lleva el PRO en el gobierno de la ciudad. Todo ese tiempo –y tal como lo demuestra su trabajo “Buenos Aires frente al cambio climático”– no resolvió problemas estructurales por razones diferentes.
Subejecutó el presupuesto de obras clave para paliar las intensas lluvias, les dio prioridad a las bicisendas antes que a un servicio más eficiente de limpieza en los sumideros y bocas de tormenta que no vale lo que se paga por él, permitió el avance indiscriminado de la construcción sobre los espacios verdes u otras superficies permeables, no desarrolló sistemas de alerta adecuados y todo con el consiguiente perjuicio para la población de los sectores sociales medios y más vulnerables que acabaron con el agua al cuello la madrugada del martes. Una postal que se repite de calles transformadas en vías navegables.
En la Agencia de Protección Ambiental eran optimistas hace dos años: “El sistema de drenaje pluvial, las obras del Arroyo Maldonado y el uso de los lagos como amortiguadores de inundaciones forman parte de nuestra adaptación a las lluvias extraordinarias”. Los últimos diluvios y sus trágicas consecuencias no se compadecen con el pronóstico del documento oficial “Buenos Aires frente al cambio climático”, prologado por el jefe de Gobierno, al que se ve muy sonriente desde una foto.
El mes pasado, el ministro de Hacienda, Néstor Grindetti, y su par de Desarrollo Urbano, Daniel Chain, presentaron el libro Túneles Aliviadores del Maldonado, que aborda con textos, mapas y fotos el proyecto. Las narrativas de los funcionarios son tan ligeras que van mucho más rápido que las obras por donde deben escurrirse las aguas.
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