EL PAíS › EL CASO DEL TENIENTE DE NAVIO ANIBAL ROBERTO COLQUHOUN
Esta semana, el juez Sergio Torres ordenó cinco detenciones en la causa ESMA. Un sumario realizado por el grupo de tareas sirvió para identificar a los represores.
› Por Alejandra Dandan
El 6 de octubre de 1976. una patota de la Escuela de Mecánica de la Armada secuestró en Buenos Aires a Mónica Liliana Goldstein, en un departamento de Corrientes y Estado de Israel. Ese mismo día secuestraron a Ramón García Ulloa y Dolores del Pilar Iglesias, en el lugar donde vivían, sobre la calle Neuquén entre Morelos y Donato Alvarez. A la 0.30 del día siguiente, 7 de octubre de 1976, otro Grupo de Tareas salió de la ESMA al mando del teniente de navío (TN) Aníbal Roberto Colquhoun. La columna de vehículos tenía por destino “requisar” los dos domicilios. Colquhoun cumplía una comisión de servicios en la ESMA. En el primer domicilio, el teniente de navío autorizó a un suboficial segundo de Infantería de Marina “para llevar un elemento”, diría después. En el segundo domicilio, autorizó “los casos que se presentaron” (...) “que no fueron desmedidos”. La Armada le abrió un sumario a Colquhoun por el “presunto delito de hurto”, pero no porque no se podían robar las pertenencias de los detenidos, sino porque esas cosas debían llevarse a la ESMA, donde se inventariarían. Este sumario, encontrado mucho después en los archivos de la Marina fue el puntapié inicial para descubrir represores, cuyo rol durante la última dictadura había permanecido oculto porque no fueron tan conocidos por las víctimas.
En 2010 la Dirección Nacional de Derechos Humanos del Ministerio de Defensa empezó a trabajar sobre los archivos de la Armada. El equipo de investigación a cargo de Stella Segado notó cajas descriptas como “secretas” en el interior de una habitación a la cual no había tenido acceso. Entre los documentos, los marinos guardaban el “caso Colquhoun”: un sumario administrativo en el que la Armada tomó declaración a parte de los integrantes de la patota que intervino en los operativos y que al mismo tiempo fue dejando las “huellas” de los que intervinieron en esa fase represiva. El sumario contiene claves para leer la lógica del saqueo a los desaparecidos y también sirvió como disparador para identificar represores.
El área de derechos humanos de Defensa envió el sumario a la fiscalía de Eduardo Taiano, que a fin del año pasado pidió la detención de Colquhoun. El juzgado de Sergio Torres ordenó esa semana su detención y otras cuatro vinculadas con el caso. Colquhoun no fue hallado en su domicilio, pero fue declarado en rebeldía y tiene prohibida la salida del país. En la misma situación quedó el por entonces cabo Ramón Roque Zanabria. En cambio, quedaron detenidos José Angel Iturri, Néstor Eduardo Tauro y Jorge Luis Ocaranza. Iturri y Tauro eran “cabos” pero con roles de jefes de pelotón de fuego; Zanabria también era jefe de pelotón de fuego. Ocaranza también era cabo pero revistaba como “jefe del grupo de tiradores”.
La portada del sumario lleva por título “TNIM Aníbal Roberto Colquhoun. Actuación de Justicia sobre el Grupo de Tareas 3.3 de la ESMA (...) Causa: Presunto delito de hurto”. A cargo de la “instrucción” quedó uno de los nombres posteriormente denunciados por los sobrevivientes: el teniente de navío Jorge Perrén, alias Puma u Octavio, que comandó el área de Operaciones de la ESMA y años después fue procesado por el robo de bienes en Chacras de Coria.
Perrén, que está fallecido, hizo la instrucción de este “hurto”, pero el 7 de octubre de 1976, además, ordenó el operativo. La primera denuncia del caso partió del oficial que estaba de guardia: el teniente de corbeta Alberto Eduardo González, alias El Gato o Luis, condenado en 2011 por los hechos de Santa Cruz y ahora en juicio por otras cientos de víctimas.
Según la reconstrucción del “hecho”, todo empezó a la 0.30 horas del día 7 cuando “el señor Teniente de Navío Dn. Aníbal Roberto Colquhoun” es destacado con “la tarea específica de retirar –en requisa– todo el material existente de dos domicilios, en los que el día anterior se había detenido a subversivos integrantes de la OPM titulada ‘Montoneros’”. Una vez concluido el operativo, el teniente de corbeta González recibió en el subsuelo de la ESMA el “material requisado”, pero notó que entre los elementos no había “objetos chicos de valor”, sólo un reloj despertador, y había magazines de diapositivas sin el proyector; manual de instrucciones de una máquina de fotografías, sin la máquina.
Alrededor de las 7, Colquhoun se le presentó “cambiado de ropa” en el salón donde trabajaba el Grupo Especial. Le solicitó un automóvil (Peugeot 504 amarillo) para salir de la ESMA por “razones personales”. González le dijo que el auto debía salir a “operar y no se lo podía facilitar”. Colquhoun le dijo que lo usaría poco tiempo.
González esperó hasta el mediodía, cuando Perrén se levantó de “descansar” le dio el parte del hecho y le manifestó sus “dudas” sobre el caso. Poco después fue convocado por Jorge Acosta. A la tarde, y por orden de Acosta y en compañía del teniente de Fragata Benazzi, habló con uno de los suboficiales al que llamaremos “O” porque no está detenido: “O” había sido parte del operativo. González lo notó “algo nervioso y preocupado desde su regreso de la misión”.
Durante el operativo, “O” estuvo a cargo de la camioneta y del personal uniformado. Explicó que “la misión impuesta era de retirar todo el material de dos domicilios con la finalidad de quebrar la logística del enemigo al negarle lugares aptos para vivir en forma clandestina”. Los represores llamaban a este hecho un “operativo de mudanza”.
“O” dijo que no sabía si Colquhoun tenía autorizado “dejar tomar elementos al personal”. Cuando le preguntaron qué elementos “tomó” dijo: “Tres calzoncillos de chicos y un saco azul de mujer, nada más”.
Néstor Tauro es uno de los detenidos por Torres. También indicó que “tenía conocimiento de que esos elementos no podían tomarse, sino que debían guardarse en el pañol e inventariarse”. Y otro integrante agregó que el teniente Colquhoun les dijo que “los elementos pertenecían a los Montoneros, que van a volver al pueblo porque son del pueblo, que podían tomar algo chico que les guste”.
Colquhoun declaró por lo menos dos veces. Dijo que en un domicilio, “O” “me pidió permiso para llevar un elemento que no recuerdo, a lo que respondí afirmativamente”. Desde allí, siguió, “nos trasladamos al segundo domicilio en donde se repitió la tarea, autorizando también los casos que se presentaron (pañuelos, botellas) que no fueron desmedidos”. Le preguntaron “si al entrar al segundo domicilio”, los integrantes del grupo “se hallaban probándose diferentes ropas, inclusive el declarante, y tener él puesta una campera tipo impermeable oscura con algunos colores”. Colquhoun respondió que “se apropió de una campera usada”.
Su declaración es interesante porque en lo que parece ser una maniobra para despegarse de las acusaciones, empezó a enumerar una lista de otros robos. Entre otros, mencionó “el allanamiento y captura de los habitantes de una tintorería, en el cual un integrante de la Policía Federal, de pase en la Escuela, que estaba autorizado, salió (...) del domicilio con un gamutón”. En esa línea, también le apuntó a otro actual procesado: el entonces capitán de corbeta Ricardo Lynch Jones. “Recuerdo que en una oportunidad –dijo Colquhoun sobre Lynch Jones– retiró un bolso de cuero y manifestó que lo utilizaría para los explosivos; y en otra oportunidad tomó dos bolsos que contenían perfumes y jabones que dijo ‘lo llevo para mis hijas’.”
El encargado del sumario le preguntó si sabía “que los explosivos que lleva ese señor jefe por usted citado son de la dotación de explosivos de este Grupo de Tareas, dado que él es uno de los dos integrantes que siempre van a operar provistos de esos elementos, para el caso frecuente de colar puertas antes de irrumpir, cuando ello es necesario”.
Luego, le preguntaron si estaba enterado, que “siempre que ese señor jefe de un allanamiento trae material como el que usted cita y lo cual es una broma tradicional del grupo desde hace meses, inclusive presenciada por el señor director en ocasiones, los entrega al llegar al Salón Dorado al personal de guardia de detenidos diciendo ‘para mis chicas’ refiriéndose con ello al personal femenino detenido”.
Ya avanzado el caso, Colquhoun hace una ampliación de indagatoria. Sancionado y evidentemente quebrado, dice que “no ha querido ser insidioso, mendaz y reticente, sino que las circunstancias y el medio ambiente de este tipo tan particular de operaciones” lo han llevado a ello “por cuanto el hombre pierde el sentido de los valores normales”.
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