EL PAíS › OPINION
› Por Mempo Giardinelli
Este artículo conlleva una implacable paradoja: por un lado y ante todo, la condena más enérgica al uso de la fuerza bruta policial en el Hospital Borda, donde se evidenció el neomenemismo del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en su afán destructor de edificios históricos en aras de presumibles, repudiables negocios inmobiliarios.
Por el otro, una inesperada, sorprendente declaración del jefe de Gobierno porteño, que esta semana dijo que con una nueva conformación del Congreso, cuando sean mayoría los que hoy son opositores, promoverá la anulación de la reforma judicial que se ha aprobado.
Y en eso tiene razón; es lo mejor que ha dicho jamás.
Parto de la base de que al Sr. Mauricio Macri yo no le creo nada. Por sus dislates, su pobreza conceptual, su estilo cheto y su repetición de clichés y lugares comunes, incapaz como es de tener ideas propias. Y también por su manía de zafar siempre, su evidente haraganería y su reiterada ausencia cuando hay desastres que afectan a la ciudadanía.
No me gustan sus furcios cuando en realidad no sabe qué decir, como tampoco me gustan su concepción educativa si es que la tiene, su política dizque cultural, su desprecio clasista hacia los pobres y marginados, sus bicisendas, el desastre ecológico que está haciendo con la destrucción de la Avenida 9 de Julio, los presumibles negociados como esas bicicletas que compró carísimas y ahora privatizará, sospecho, para favorecer a algunos de sus amigos, e incluso algunas oscuridades de su pasado como las exportaciones truchas de autos al Uruguay. Y por supuesto detesto su vocación autoritaria, como ya se vio varias veces y ahora con la feroz represión que ordenó en el Borda.
Y sin embargo, ese mismo Sr. Macri anunció esta semana que cuando él y su partido tengan mayoría en el Congreso impulsará la anulación de la reforma judicial que acaba de sancionar el Congreso.
Que es exactamente lo que se espera de un demócrata y por eso este elogio.
Esperé dos días a ver si leía su desmentida, pero no. Lo dijo nomás. Lo que indica que lo cree.
O que no se dio cuenta de lo que dijo.
Pero bueno, en cualquier caso en esto le cabe un reconocimiento. Porque lo que dijo es lo que debe decir un político de oposición serio: que va a esperar a ganar las elecciones y entonces cambiar las leyes por las vías que ordena la Constitución. Perfecto.
Corresponde entonces tomarle la palabra en este punto al Sr. Macri. Yo por lo menos se la tomo a la luz del mamarracho político que vemos a diario, en el que sobresalen discursos y modos incendiarios en boca de los señores Moyano o De la Sota, Miceli o Venegas, Aguad o Carrió, Sanz o Buzzi y tantos más, por citar sólo algunos, y desde luego todos siguiendo a coro la mentirosa y agresiva prédica antidemocrática del diario La Nación.
A la vista de esos discursos pletóricos de odio de clase y desprecio por la verdad y las libertades que dicen defender, y a pesar incluso del uso brutal de su Policía Metropolitana, este enunciado del Sr. Macri merece un reconocimiento. Porque cuando parece que todos y todas en la oposición sólo quieren cosas horribles y antidemocráticas, y arrastran incluso a los más moderados, como Ricardo Alfonsín, y a los más confusos como Hermes Binner, a mí me parece que cabe este elogio.
Porque esa oposición ciega, suicida e inconscientemente antinacional, que judicializa, cacerolea e insulta con tal de ganar centimiles en los diarios que los incitan a odiar militantemente, demuestra a diario ser incapaz de palabras sensatas como las que ha dicho, inesperadamente, este Sr. Macri.
Que al menos en esta ocasión, y acaso sin saber lo que decía, ha dicho lo que debe decir un demócrata. Textualmente: “Revertiremos en el futuro con otro Congreso esta reforma que va en contra de la gente”. Lo que, traducido, significa que ahora se la banca y que en todo caso, cuando le llegue el turno, si es que le llega, se ocupará de proponer otras leyes con los cambios que considere necesarios. Como debe ser.
Por eso este elogio al político conceptual e ideológicamente más pobre de la Argentina.
Porque, asombrosamente, y aunque él mismo fue quien después ordenó la represión, con esto le tapó la boca a los odiadores seriales en que se han convertido la mayoría de los políticos de este país.
Vaya ahora Macri y gane las elecciones, si puede. Y si logra una nueva conformación del Congreso, con mayoría propia, promueva la anulación de esta reforma judicial, si puede. Así se hace en democracia: con leyes, no con palos ni artilugios.
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