EL PAíS › OPINIóN
› Por Aníbal Fernández *
La violencia es el último recurso
del incompetente.
Isaac Asimov.
No fue una equivocación. La muestra evidente de esto es que no hay arrepentimiento ni preocupación. Ni tan siquiera culpa... como si ellos quisieran ocupar, en términos de consideración, el lugar de los pacientes del Borda a los que mandaron agredir brutalmente. Como les dijo la Presidenta: “Hay algunos que están afuera y deberían estar adentro”. La ausencia de culpa es una de las más claras evidencias de alguna psicopatía.
No hubo ni un gesto, ni una declaración que hiciera pensar que pudo haber error en la sangrienta represión que ordenaron el viernes pasado. No asumieron responsabilidad alguna por las heridas físicas y psicológicas (quizá las más profundas) que su decisión les provocó a los internados en el neurosiquiátrico. Al contrario... durante la interpelación del sábado se mostraban plácidos, sonrientes... diría que satisfechos.
Fue adrede. A mansalva. Alevosamente y con premeditación. Fue estratégicamente pensado (habría que ver quiénes operan como estrategas de ese grupo) con la clara intención de confirmar lo que ya venían insinuando en otras expresiones represivas similares, como la del Parque Centenario y la Sala Alberdi: “A nosotros no nos va a frenar ni la protesta, ni la ley, ni nada”... Así de autoritario es su accionar.
Actuaron seguros de que ese sector de la sociedad al que se dirigen decodifica perfectamente el mensaje de su accionar despiadado y sin límites. Y si esto no fuera así, no importa: los exegetas de los medios que los protegen (y financian... y asesoran) les explicarán oportunamente a sus lectores que “es hora de que la policía actúe frente a los violentos”... Sin decir que los “violentos” en cuestión eran enfermeras, pacientes, trabajadores de la Salud y periodistas.
La verdad es que creen que una marcha de protesta les da una oportunidad y también impunidad. Juzgan que esas mujeres y esos hombres que se manifiestan “políticamente insatisfechos” (una muestra de la Consultora Equis dice que casi el 80 por ciento de los manifestantes no se siente representado por ningún partido político) desean, esperan, añoran una dictadura o, en el mejor de los casos, un gobierno similar a los de las “dictablandas” del “onganiato”. Han escuchado, por ahí, a algunos que dicen: “Lo que necesitamos es un gobierno duro, que castigue a los delincuentes, que no permita que estos negros salgan a la calle a manifestarse...” y entonces les dan una muestra gratis de lo que van a ser y hacer si ganan: palos, gases, balas de goma y de plomo, si fuese necesario, para acallar cualquier protesta que moleste a sus patrones.
Agregan, al mensaje, muestras de un absoluto control de sus fuerzas de choque (el “policía metropolitano” con boina negra de comando, gafas oscuras, pucho en la boca, disparando su escopeta a menos de tres metros de los manifestantes, es la imagen de policía con la que sueñan en sus sueños más dulces).
Y cierran con la conferencia de prensa en la que advierten que se respaldan unos a otros. Que ellos son “buenos” y los que se oponen a ellos, los malos. Que actuaron en base a sus propias leyes, desconociendo la ley. Y que pueden ser el paradigma del cinismo a la hora de explicar lo inexplicable.
Es decir: lo del viernes fue algo así como un acto de campaña electoral dirigido a un sector de la sociedad que, ellos entienden, espera el regreso de una “tiranía” protagonizada por un sector de las “clases altas” entreverados con golpistas eternos, que derroque a lo que, para ellos, es la versión siglo XXI de la “dictadura del proletariado”.
Eso sí, de paso hacen negocios inmobiliarios, porque si de algo saben es de construcción... de construcción de edificios para la venta porque, de construcción política, no entienden absolutamente nada. Son unos perfectos ignorantes.
* Senador Nacional del FpV.
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