EL PAíS › OPINIóN
› Por Horacio Báez *
Si Justicia es que cada persona tenga lo que merece en condiciones de igualdad constitucional, no es entendible una Justicia contra pobres. En cambio, si “Justicia” es el actual Poder Judicial argentino, podemos entender que se hable de una Justicia contra pobres. Lo que se conoce del funcionamiento del Poder Judicial argentino es que los más vulnerables habitantes, entre los que se hallan los más pobres, argentinos o latinoamericanos, son los elegidos por las policías provinciales y nacionales para ser los autores de los delitos contra la propiedad cometidos con violencia, en banda y con armas, sean éstas de fuego o cuchillos, piedras o machetes. Muchas veces estos últimos instrumentos porque no hubo tiempo ni dinero ni conexiones para conseguir armas de fuego, aunque no fueran idóneas para disparar, pero sí para asustar.
En la Justicia Federal se vive un tiempo de excepción. La lucha persistente y muy sufrida de los organismos de derechos humanos ha logrado que se esté juzgando en todo el país a los civiles y militares que hicieron un daño mucho más grande a la vida y libertad de las personas que el daño que hacen los pobres elegidos de siempre, en todo momento histórico.
Los pobres han sido factor común en la historia de la humanidad como objetivo del poder de policía. Junto a perseguidos religiosos por la Inquisición, junto a los perseguidos por su elección sexual, junto a judíos, junto a militantes populares.
Siempre los pobres, por su vulnerabilidad, han sido cobardemente perseguidos y en la actualidad argentina y latinoamericana no vivimos una excepción. El poder de policía no se sostiene solamente con las policías bravas argentinas. También se sostiene con la intervención de jueces y fiscales que miran para otro lado, que hacen como si aplicaran la ley con igualdad, cuando en realidad sólo se dejan llevar por la comodidad de procesos que por ser contra pobres no presentan mayor resistencia y sus hechos son fácilmente probados.
Se hace política de la peor cuando se elige seguir actuando en esas condiciones de altísima selectividad, cuando se acomoda la dogmática para dar sensación de seriedad o sencillamente no se aplica ningún sistema coherente de interpretación del derecho y de los hechos y solamente se usa un sentido común muy precario, totalmente ajeno a factores de humanidad, para fundar condenas a penas privativas de libertad en cárceles que no son sanas ni limpias como ordena nuestra Constitución nacional, sino que son para castigo inhumano y oscuro.
Se hace política cuando desde el Poder Judicial se sostiene que los jueces no deben estar “politizados”. Solamente puede entenderse esta pretensión de ser “apolíticos” cuando no se tiene conciencia de que la política, así con mayúscula, es la función social que puede poner al desnudo tanta miserabilidad espiritual. Otra cosa es la politización en el sentido de resolver en favor de algún interés partidario, lo que sería vulnerar el principio de independencia judicial. Justamente en defensa de este principio ha surgido “Justicia legítima”.
Soy más o menos consciente de mi propia miserabilidad cuando aun tratando de poner algunos filtros zaffaronianos al poder de policía, me conformo con seguir integrando un Poder Judicial ilegítimo. En conceptos de Luigi Ferrajoli, no es legítimo un poder que no respeta los más altos valores constitucionales referidos a la dignidad de todo ser humano.
“Justicia legítima” es el último aire fresco que he sentido y siento en mi espíritu, luego de veintinueve años de ejercicio de la magistratura en sedes federal y provincial. Tratemos de que no decaiga esta reacción muy valiosa. Tratemos de dar más contenido democrático a nuestro país, que por primera vez en su historia lleva tantos años de Estado de Derecho. En mi caso, lo que le da sentido y fuerza moral a este intento es que estamos parados sobre la desaparición, tortura y homicidio de miles de argentinas y argentinos, latinoamericanas y latinoamericanos que entendieron cómo se debía respetar la dignidad humana.
* Juez de la Cuarta Cámara del Crimen de Mendoza.
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