EL PAíS › LA DEMOCRATIZACIóN DEL PODER JUDICIAL
Un espacio de debate sobre los cambios en la Justicia.
› Por Gustavo Maurino *
Opinión
El 24 de abril el Senado emitió una declaración pública sobre la campaña “12 Diputados”, coimpulsada por A.C.I.J., calificándola de “antidemocrática”. En una nota en este diario, Agustín Rossi asemejó la campaña “al accionar de grupos fascistas”.
La iniciativa promovía que los interesados con una visión crítica de tres de las reformas a la judicatura, firmaran una petición por mail para que 12 diputados, cuyo voto era clave, votaran en contra de ellos.
Los dichos del Senado y del Sr. Rossi nos duelen y desaniman profundamente. Pero su efecto potencialmente silenciador demanda que sigamos conversando, sin perder la esperanza de comprender mejor los desacuerdos.
Hay ciertos errores en el encuadre que realizan quienes nos han insultado:
La “cara” de los diputados cuya exposición se cuestiona está en la página web de la Cámara, junto con su mail y su teléfono; como está en los afiches preelectorales.
La campaña sólo se dirigió a promover que los interesados pidan a 12 diputados que votaran en contra de tres proyectos. Se habilitaron canales de petición pública frente a leyes trascendentes. No debería ofender a los legisladores, al contrario.
Las ONG también elaboramos y difundimos documentos públicos y participamos de los debates de comisión. La iniciativa nos llenó de orgullo democrático.
¿Cómo puede ser que el diputado y los senadores la tachen de “antidemocrática”?
Tal vez ello se deba a que tenemos visiones diferentes sobre el valor de la democracia. Aclarémoslo.
Nosotros la entendemos en una perspectiva “deliberativa”. Ella se realiza cuando las leyes se sancionan mediante procedimientos de participación, inclusión y discusión, en los que las razones de todos los afectados reciben igual respeto. Una decisión democrática no es la que sólo transmite mecánicamente intereses de mayoría o la opinión aislada de los legisladores, sino la que podemos considerar como “nuestra”, por resultar de la consideración imparcial de todos los puntos de vista existentes.
Entendemos a la representación como una intermediación entre los ciudadanos, para institucionalizar nuestras discusiones. Las discusiones y las leyes son nuestras, no de los representantes, y su trabajo requiere del contacto e intercambio continuo con los representados y una intensa rendición de cuentas.
El aislamiento de los representantes –así como las listas sábana y la reducción de la rendición de cuentas sólo a los momentos electorales– implican dinámicas delegativas, elitistas y corporativas que frustran el ideal democrático.
La democracia demanda que nos involucremos como ciudadanos, que tratemos de convencer a los congresistas sobre lo que creemos correcto, y les pidamos que reflejen nuestros puntos de vista. El derecho a peticionar a las autoridades es clave para que la política no aliene al pueblo.
La campaña atacada fue una ejemplar iniciativa de compromiso y participación, cercanía con los legisladores, petición sobre asuntos de importancia y solicitud de rendición de cuentas. Haber facilitado un canal para que los interesados pudieran hablarle directamente a los diputados fue su mérito y no su disvalor.
La mejor democracia requiere del fortalecimiento deliberativo, la cercanía y la profunda interacción con los representantes. Ojalá en el futuro estas iniciativas formen el paisaje cotidiano de nuestra democracia. Que los legisladores no le teman, ni repudien, sino que las celebren, aprovechen e impulsen.
* Codirector A.C.I.J.
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