Lunes, 13 de mayo de 2013 | Hoy
EL PAíS › LA DECLARACIóN DE MARTA ALVAREZ EN EL JUICIO POR DELITOS DE LESA HUMANIDAD DE LA MARINA
Marta Alvarez militaba en Montoneros, fue secuestrada el 26 de junio de 1976 y estuvo en la Escuela de Mecánica de la Armada. Ante el tribunal, respondió preguntas y aportó datos sobre numerosas víctimas de la dictadura.
Por Alejandra Dandan
Una pregunta atrás de otra. Así, durante tres horas y veinte minutos. Marta Alvarez volvió a ver las caras, a escuchar un diálogo en un baño o el relámpago de una mirada en el sótano de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Declaró en una audiencia del juicio a los represores de la Marina. Oyó decenas de nombres, preguntas de fiscales y querellas. Por un momento pareció posible ver lo que ella veía.
“¿Orlando René Méndez, lo recuerda?”, le preguntaron. “Sí”, dijo ella. “¿Qué nos puede decir?”, dijo el fiscal. “A Orlando yo lo conocía, era del movimiento de Inquilinos Peronistas, en el año ’75-’74. Militábamos en la misma zona, en San Cristóbal. Militaba con él y su mujer, que era Naty. Después, cada uno fue a militar a otro lugar y lo dejé de ver. Una noche vienen a mi camarote, creo que fue (el policía) Roberto González, ‘Federico’, con un documento y me muestra el documento a mí y a Alfredo, preguntándonos si conocíamos a esa persona. Y ahí veo que es Toto, Orlando Méndez. Y él cuenta: ‘Está acá, pero se tomó la pastilla’. Y me dice que está con la bebé. Le pregunté: ‘¿Qué van a hacer con la bebé?’. Era de noche y me dicen: ‘Mañana se la van a llevar a Casa Cuna’. Pido que por favor me la dejen, que quiero estar con esa chiquita. Yo no sabía el nombre, lo que sí sabía era que ellos buscaron siempre un hijo y ahí me enteré de que había nacido ese hijo que estaban buscando. Me traen un pañal para que la cambie durante la noche y, en un momento, cuando se acerca la hora en que la van a venir a buscar, en el pañal escribo: ‘Hija de Orlando Méndez’, y se lo pongo adentro del pañal. Después de la libertad, la busco a Laura (Méndez Oliva) por todos lados y después de muchos años me reencuentro con ella. La habían llevado a Casa Cuna y pudo reencontrarse con su familia.”
Marta Alvarez declaró en el juicio por los crímenes de la ESMA. Ya lo había hecho en el juicio anterior. En aquel momento había narrado su “caso”. Ahora volvió para responder preguntas de esa interminable lista de casi más de 700 víctimas abarcadas en este juicio, de las que ella pudo dar cuenta de varias decenas, de las que supo en forma directa o indirecta durante los tres años que estuvo en la máquina de matar. Marta era delegada del diario La Razón; para el golpe ya había dejado el diario, militaba en prensa de Montoneros, la secuestraron el 26 de junio de 1976 con su compañero Adolfo Kilmann, con Rita Mignaco y Javier Otero. Marta estaba embarazada, Federico nació durante su cautiverio. Adolfo está desaparecido.
Su nueva declaración tuvo múltiples entradas. “Si el abuso era la situación de estar permanentemente muda en una cama ante la mirada de un montón de hombres y ante la situación de tortura, sí, éramos abusadas”, dijo. “El estar tirada en una colchoneta y que los guardias nos manosearan a su antojo, sí, éramos abusadas. El ir al baño y que adentro del baño estuvieran dos guardias controlándonos sin ningún tipo de reparo de cortinas, sí, éramos abusadas. Y después, el abuso a (nombra a una persona), que me contó lo de (Jorge ‘el Tigre’) Acosta, y a (nombra a otra persona) que fue violada en una colchoneta por un ‘verde’, y sé de la obligación, por ejemplo, de tener relaciones de (otro nombre) con Acosta y de (otro nombre) con Chamorro.”
Ahora bien, hubo algo más que datos en el relato. Detrás de las preguntas que respondió, nombre tras nombre, los secuestrados reaparecieron en la sala, ubicados en los diferentes espacios, pero a la vez en los distintos tiempos del centro clandestino. “Yo volví a verlos”, dice Marta ahora y vale la pena seguirla.
- “¿Qué puede decirnos de Rita y Javier?”, preguntó la fiscalía. “Nos secuestraron a los cuatro. Nos ponen en el auto con Rita, vamos juntas en el asiento de atrás, cuando llegamos al lugar que después fue la ESMA, a Rita no la veo más, no sé más nada de ella y de Javier tampoco. Rita era militante, trabajaba en el diario La Nación y era militante de la agrupación en la que yo estaba de Montoneros, del gremio de Prensa. Javier era su marido. De Javier no conocía ninguna militancia.”
- “¿Marta Mónica Quinteiro?” “Marta Mónica Quinteiro había sido religiosa y yo la había conocido por la militancia. Supe que estaba ahí porque Acosta se jactaba porque era pariente de él y decía: ‘Si acá estuvo un pariente mío, por qué no van a estar ustedes’.”
- “¿Ricardo Hugo Darío Manuele?” “Yo lo conocía de la militancia, a él y a su mujer. A él le decían Manuel y a su mujer, Teresa. Y sé que estuvieron ahí, pero yo no los vi, sé que estuvieron por el Gordo Alfredo, él los vio.” “¿El apellido de Teresa?”, le preguntaron. “Ravignani.”
- “¿Mónica de Teszkiewicz?” “La gorda Mónica”, dijo. “¿Qué supo de ella?” “Con ella estuve varias veces en la ESMA, aparte yo la conocía porque habíamos sido compañeras de militancia y al poco tiempo que fui secuestrada, la secuestraron a ella y por lo que ella me contó fue a la salida de su trabajo. Ella trabajaba en el supermercado Disco que está en la avenida Las Heras, era cajera de ahí. La vi dos veces, estuvimos juntas, no la vi más.” “¿Qué pasó con ella?” “Está desaparecida.”
- “Le voy a dar un apellido y usted me dirá si puede darnos algún dato en relación con este apellido”, le dijeron. “¿Tarnopolsky?” “Sí”, dijo Marta. “Esa fue la familia Tarnopolsky que estuvo en la ESMA. Yo estuve con Sergio, lo conocí en la ESMA y a los que vi de la familia fueron a Sergio y Betina, la hermana más chica. Ese fue un caso muy renombrado y aparte muy fuerte para los que estábamos en ese momento, porque Sergio era conscripto de la ESMA y además era asistente de Acosta. Y cuando estamos Alfredo Bursalino y yo en el Sótano, lo traen a él y dicen: ‘Miren, éste es Tarnopolsky’. Estaba destruido, yo era la primera vez que lo veía y se lo llevan para seguir torturándolo, yo nunca vi a una persona en el estado en que vi a Sergio. Después, otras veces estuve con él, que lo dejaban en el Sótano. Y supe por él que había puesto un artefacto explosivo en la ESMA, lo descubren y secuestraron a toda su familia. Del secuestro de la familia me enteré porque una noche se escuchó cuando entró toda la familia, a los gritos, a los golpes. Y Sergio, cuando podía contarnos, nos dijo que a los dos días de haber sido secuestrado él, fueron a secuestrar a sus padres, su hermana y su mujer. A Betina la vi en el baño del tercer piso, era una chica muy jovencita, muy parecida a Sergio, era indudable que era su hermana, y lloraba mucho y yo pude acercarme a ella y preguntarle si necesitaba algo, y lo único que hacía ella era llorar. No la vi nunca más a Betina. Y a Sergio (su hermano) no lo vi nunca más.”
- “¿Ricardo Jaime Zeff?” “Era el Zombi; yo conocí al Zombi porque era un militante del territorio, de la circunscripción séptima de la Juventud Peronista de Montoneros y era muy amigo de mi compañero Adolfo, él sí que lo conocía mucho.” “¿Lo podría describir?” “Era un jovencito de 18 o 19 años, muy alto y muy flaco, miope y usaba unos anteojos grandotes, de marco grande.”
- “¿Angela María Aieta de Gullo?” “Ella era la madre de Dante Gullo, y Dante era un compañero muy conocido, era responsable de la JP y estaba preso. Y a María yo la conocía así, porque ella formaba parte del peronismo auténtico y cuando se hizo un lanzamiento, que yo estuve organizando con otros compañeros, ella fue una de las oradoras, o sea que la conocí. La volví a ver en la ESMA. Ella es la que se acerca a mí una vez que me ve llorando en el baño. Me dice: ‘¿Necesitás algo, nena?’. Y después la escuché muchas veces en Capucha, porque ella hablaba mucho de Dante y hablaba de su hijo y los guardias la trataban con mucha deferencia porque era una persona grande.” “¿Supo qué pasó con ella?”, le preguntaron. “Desapareció. No la vi nunca más.”
- “¿Hebe Inés Lorenzo?” “La conocía porque era de la agrupación de Actores, y teníamos reuniones en común. Sabía que había sido secuestrada con su compañero Horacio Peralta, también de Actores. Y a Hebe no la veo en la ESMA. Sí veo a Horacio y él me dice que Hebe está secuestrada. A ella la vuelvo a ver muchos años después porque las dos fuimos citadas en un juicio; ella me contó que después de la ESMA fue a la cárcel de Devoto, estuvo un par de años y después en libertad.” “¿Supo la profesión de Horacio Peralta?”, le preguntaron. “Era titiritero, trabajaba como actor.” La lista siguió.
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