EL PAíS › EL EX PRESIDENTE VISITARá LA ARGENTINA JUEVES Y VIERNES
› Por Martín Granovsky
Lula suele decir que no tiene título universitario, pero fundó más universidades que cualquier otro presidente anterior: 14. Pero cada vez puede decirlo menos: desde que dejó el gobierno, el 1° de enero de 2011, acumula doctorados honoris causa y este viernes, en Buenos Aires, se alzará en un solo acto con siete doctorados nuevos.
El ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva estará dos días en la Argentina, en una visita coordinada por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso).
Los siete doctorados se los darán el viernes en el Senado las universidades nacionales de Córdoba, La Plata, Tres de Febrero, San Martín y Cuyo, y también la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
La ceremonia fue organizada por el senador Daniel Filmus, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, ex ministro de Educación y de a ratos periodista televisivo, y por el secretario ejecutivo de Clacso, Pablo Gentili. Si Filmus se acercó a Lula en parte como miembro del gobierno de Néstor Kirchner y en parte por su serie de entrevistas a presidentes de América latina, Gentili es un argentino-brasileño o un brasileño-argentino, según cómo se mire. Nacido en la Argentina y con 20 años en Río de Janeiro, este experto en cuestiones educativas fue elegido en 2011 al frente de Clacso en reemplazo del brasileño Emir Sader. Sader acaba de compilar un libro de autores varios sobre los diez años de gobiernos encabezados por el Partido de los Trabajadores. El capítulo educativo no lo escribió un brasileño, o sí: fue el propio Gentili.
El jueves Lula participará, junto a Cristina Fernández de Kirchner, en la inauguración de un nuevo centro de estudios, la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, cuyo rector es Ignacio Hernaiz.
Cuando proclamó candidata a Dilma Rousseff, en febrero de 2010, Lula dijo que no buscaría una elección en 2014, que no abandonaría la política brasileña, que no iría tras un cargo internacional y que construiría política con centros académicos, movimientos sociales, partidos y gremios en América latina. También prometió dedicar parte de su tiempo al continente africano.
Desde ese momento, y gracias a la remisión de su cáncer de laringe, Lula no sólo encabezó la estructura colectiva nacional del PT para garantizar el triunfo de Dilma en las dos vueltas de 2010. También se ocupó de trabajar para la victoria de su ministro de Educación, Fernando Haddad, en la intendencia de San Pablo, que terminó con el mandato del neoliberal Partido Socialdemócrata Brasileño, de Fernando Henrique Cardoso, José Serra y Gerardo Alckmin, y se prepara para la reelección de Dilma el año que viene.
Al mismo tiempo recorrió América latina y el mundo, comenzó a escribir una columna mensual en The New York Times y se convirtió en una referencia internacional para temas de pobreza, desigualdad, políticas sociales y análisis de la financierización, un fenómeno que se hizo más evidente con la crisis de Lehman Brothers y después con la debacle europea.
En la región, Lula mantuvo el tono de cuando era presidente. Por un lado, no perdió su propio perfil de articulador de alianzas dentro y fuera de Brasil. Por otro lado, logró al mismo tiempo, por ejemplo, declarar que Venezuela debía fortalecer sus instituciones –y dijo fortalecer, no crear– y a la vez apoyar la candidatura de Nicolás Maduro como sucesor de Hugo Chávez en la presidencia.
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